Ficha n° 4441

Creada: 21 febrero 2017
Editada: 21 febrero 2017
Modificada: 22 febrero 2017

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Autor de la ficha:

Luz Carolina MÉNDEZ HERRERA

Editor de la ficha:

Eric ROULET

Publicado en:

ISSN 1954-3891

Música, fiesta y poder en la Sierra Totonaca: El son huasteco de Filomeno mata del siglo XVI al XX.

Se desarrolla inicialmente un encuadre histórico de los municipios serranos totonacas de la llamada Sierra de Papantla, revisando las situaciones políticas y las estructuras productivas instauradas en la región en las cuales la fuerza de trabajo principal fueron los pobladores totonacos. A partir de esto, se rastrean indicios de actividades festivas de raíz totonaca y se buscan analizar sus posibles relaciones de encuentro y conflicto con el contexto político-productivo previamente desarrollado, haciendo una reflexión final en cuanto a las prácticas musicales totonacas que acompañan las ocasiones festivas y la memoria colectiva de estas poblaciones serranas. Este análisis se hace bajo la idea de que la música que se encuentra ligada a los ámbitos festivos, no es solo un contexto sonoro al margen de los eventos rituales que se llevan a cabo en la fiesta o celebración, sino que es una forma de referente colectivo que a la vez que hace marcas en la memoria del grupo y toma ciertos sentidos, contenidos y formas de reproducción del contexto complejo en que se desarrollan.
Palabras claves :
Música festiva, Fiesta indígena, Totonacapan historia
Autor(es):
Luz Carolina Méndez Herrera
Fecha:
Diciembre de 2016
Texto íntegral:

1

2¿qué sería lo más importante en Filomeno Mata?
‘la fiesta, el café, el maíz, el frijol’.
Monografía sociocultural de Filomeno Mata
2003, pág. 188
Eric Castillo entrevistando al señor Manuel García.

3… pero los indios resistieron de mil modos a su felicidad.
Se negaron a vender sus tierras, también a arrendarlas.
Fue indispensable suprimir a algunos, comprar a los herederos o inventarlos,
cohechar a los jueces y hasta sostener verdaderos ejércitos regionales
que entendían bien la necesidad del progreso de la patria.
Desde entonces, el decoro de México está unido a la facilidad con que el petróleo surge de su entraña. El problema del indio, 1973, pág. 79. Vicente Lombardo Toledano.

4La música en sus diversas formas y expresiones es parte fundamental de la vida de los grupos sociales; refleja sus interacciones y su sensibilidad, acompaña los momentos más significativos del tiempo de vida e inclusive identifica a los miembros de un grupo brindándoles de alguna forma representación. Los usos asociados a la música abarcan ámbitos de la vida diversos, transitando entre el tiempo ordinario y el extraordinario. A su vez, las prácticas de la misma implican arraigo a un espacio vivido, constantemente recreado en la memoria colectiva e individual de los sujetos. Pero también al ser recreaciones de los actores locales y de su memoria colectiva, la música y la fiesta son espacios contestados que, desde los momentos de organización previa a su reproducción, reflejan lógicas diversas que en ocasiones interfieren o son interferidas por los esquemas de poder que imperan en los contextos sociales donde son (re)creados y (re)producidos.

5El presente texto busca hacer un análisis de las prácticas musicales en esquemas de fiesta entre la población totonaca de la región serrana del Totonacapan, en contraste con las relaciones de poder imperantes en distintas épocas con el objetivo de reflexionar respecto a la relevancia de las prácticas festivas como manifestaciones vivas y dinámicas de la memoria colectiva que deja marcas en el tiempo del devenir de las poblaciones indígenas. El análisis aquí presentado es producto en gran medida del proyecto de investigación realizado por la autora de 2013 a 2015 para obtener el grado de maestría, junto con la actualización de datos y el estudio de nuevos documentos históricos que serán citados a lo largo del texto.

6Desarrollaremos inicialmente un encuadre histórico de los municipios serranos analizados en este estudio, revisando las situaciones políticas y las estructuras productivas instauradas en la región en las cuales la fuerza de trabajo principal fueron los pobladores totonacos. A partir de esto, se rastrearon indicios de actividades festivas de raíz totonaca y se buscan analizar sus posibles relaciones de encuentro y conflicto con el contexto político-productivo previamente desarrollado, haciendo una reflexión final en cuanto a las prácticas musicales totonacas que acompañan las ocasiones festivas y la memoria colectiva de estas poblaciones serranas. Este análisis se hace bajo la idea de que la música que se encuentra ligada a los ámbitos festivos, no es solo un contexto sonoro al margen de los eventos rituales que se llevan a cabo en la fiesta o celebración, sino que es una forma de referente colectivo que a la vez que hace marcas en la memoria del grupo, (re)produce y (re)crea las interacciones del devenir actual, ya que “parece que los individuos tienen la capacidad de imprimir un sentido musical al mundo, y que pueden, a través de ciertos tipos de ejecución y afinación con otros, transformar estructuras de cognición y afecto en formas culturales y sociales1”.

El Totonacapan y su estructura política del siglo XVI al XX

La región de estudio se encuentra en la zona del Golfo de México. El Totonacapan es una región pluricultural habitada por indígenas totonacos, nahuas, tepehuas y otomíes entre otros. Actualmente, “es un espacio de aproximadamente 7,000 km², se ubica al norte del estado de Puebla y en el centro-norte del estado de Veracruz. Se conforma por dos zonas: la Sierra, un sistema de montañas conocido como Sierra Madre Oriental; y la Llanura Costera del Golfo2”. El foco del estudio es la parte serrana del Totonacapan, específicamente la región denominada «Sierra de Papantla» que incluiría en el Estado de Veracruz los municipios de Coahuitlán, Coxquihui, Coyutla, Chumatlán, Filomeno Mata, Mecatlán y Zozocolco de Hidalgo3. Y en el Estado de Puebla los municipios de Cuetzalan, Tuzampan, Huehuetla, Xochitlán de Vicente Suárez, Zapotitlán de Méndez, Hueytlalpan, Ahuacatlán, Olintla, Xicotepec de Juárez, Jopala, La unión (Zihuateutla), Pahuatlán y Naupan; denominada también Sierra Media que es en general habitada por población totonaca. Esta es una “zona cafetalera ubicada entre los 200 y 1500 metros sobre el nivel del mar. Es una región muy húmeda, con clima templado-cálido, óptimo para cultivar el café y la pimienta4”. Algunos elementos fundamentales que distinguirían a las comunidades totonacas de esta región son las vecindades étnicas (nahuas, otomíes y tepehuas), las condiciones geográficas e hidrológicas particulares, así como la reproducción de la música huasteca, el cultivo de maíz, café y caña de azúcar; y un cierto desarrollo histórico compartido, entre otros5.

7Para el presente estudio etnohistórico, la búsqueda documental se realizó analizando varios procesos históricos que han tenido origen en distintos lugares como Zozocolco, Xicotepec de Juárez, Papantla de Olarte, Poza Rica, Ciudad de México que han impactado directamente en la región y específicamente en tres municipios en los que se centró el foco de estudio etnográfico con fines de acotación metodológica.

8

Mapa de Veracruz, marcado de rojo Filomeno Mata

9Estos son Filomeno Mata, donde se hizo la mayor parte del trabajo de campo (Ver imagen 1), junto con los municipios veracruzanos de Coyutla y Mecatlán. Se escogieron estos tres ya que se encuentran unidos desde hace siglos por varios factores. Por una parte, Filomeno Mata (anteriormente llamado Santo Domingo Meztitlán) era parte de Mecatlán al parecer desde tiempos prehispánicos, y durante la época virreinal eran un solo pueblo de indios, parte de la misma jurisdicción estando sujetos a Papantla. Así, el “camino real” que hasta el siglo XX fue la ruta para subir hasta estos asentamientos serranos conectó desde tiempos remotos a los tres municipios (Ver imagen 2).

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Camino Real que va de Filomeno a Mecatlán y a Coyutla, 2015, LCMH archivo personal

11A la fecha, ir a Filomeno o a Mecatlán desde Coyutla es “subir”. De ahí que Coyutla sea conocido como “la perla de la Sierra” ya que desde ahí, asentamiento “enconchado” en las faldas serranas, empieza la subida a las cimas escarpadas de la cordillera entre Veracruz y Puebla que es la región definida previamente.

12En tiempos precolombinos esta amplia región interétnica, posiblemente dominada lingüística y políticamente por totonacos, tenía relaciones significativas y probablemente tensas con otros enclaves políticos. “Durante el periodo Posclásico, del siglo X al XVI, los totonacos fueron vecinos y contrincantes tanto de los tepehuas, que habitaban en lugares cercanos, como de los beligerantes pobladores de los valles centrales de México, los texcocanos y los mexicas, contra quienes tuvieron que enfrentar feroces batallas en una lucha infructuosa por mantener su independencia6”. Desde ese entonces el Totonacapan fungía como un lugar de abastecimiento de productos agrícolas por lo que “el control del Totonacapan aseguraba una fuente permanente de abastecimientos alimenticios al Imperio7” jugando un papel fundamental para hacer frente a las hambrunas acaecidas antes de la llegada de Cortés, documentadas por Gerónimo de Mendieta.

13Considerando que muchos topónimos de la Sierra Totonaca son de raíz náhuatl, presumiblemente estos territorios estarían mayormente ligados al centro de México en esta época, ya sea por relaciones de dominio o de tránsito y comercio. De hecho, en diversas listas de conquistas mexicas identificadas en documentos del siglo XVI hay dieciocho pequeños Estados que aparecen entre los que se cuenta “Achachalintlan8” que incluye a Mecatlán. Cabe aquí considerar que la fundación de algunos de estos pueblos se hizo décadas después de la caída de Tenochtitlán, cuestión que no dejaría fuera la posibilidad de que las fundaciones se hicieran en náhuatl. Lo relevante aquí es que Filomeno Mata, antiguamente Santo Domingo Meztitlán, pudo haber sido fundada en ese tiempo por totonacos que huían ya sea de las epidemias que azotaban las partes bajas de la costa “como la varicela, la viruela, el vómito negro, motivo que les hizo emigrar hacia estas montañas”; o evadiendo el dominio de los españoles: “los totonacas, enemigos de la guerra y amantes de la paz, huyeron de las costas hasta tocar las estribaciones de la Sierra Madre Oriental, lugares de difícil acceso para los conquistadores9”. Si bien todo el territorio mesoamericano se enfrentó a profundos cambios estructurales ante la invasión europea, la región serrana se mantuvo al margen de algunos procesos por su lejanía y difícil acceso. Se mantiene en la memoria colectiva local la idea de que “acá en la Sierra como no había oro casi no llegaron los españoles10”. Así, “el Totonacapan no era un gran productor de minerales, particularmente oro o plata. Su especialización eran los alimentos y consecuentemente los conquistadores mantuvieron los tributos en alimentos a los que agregaron tributos en dinero11”.

14De esta forma, se instauró en la Sierra del Totonacapan el sistema virreinal con “las dos instituciones del gobierno que dominaban la vida diaria de los campesinos: el Alcalde Mayor y la República de Indios12”, llegando hasta nosotros noticias de su existencia a partir de quejas ante la jurisdicción de Papantla por parte de “naturales de Mecatlán, Santo Domingo, Coyutla, Quahuytlán por graves daños, molestias y malos tratamientos del Alcalde Mayor13”. Esto llega a provocar que los habitantes de Mecatlán soliciten “a la justicia de Papantla para que no hagan más visitas14”.

15Se sabe que desde las primeras décadas de la conquista espiritual se reconoció el importante papel de la música y la danza entre los pueblos indígenas, situación que fue aprovechada por los evangelizadores para introducir la nueva fe. Respecto a los instrumentos en la región, es difícil saber exactamente en qué época se introdujeron cordófonos en la zona. Estos en adición a la flauta y tamborcillo usadas para Qosnuntlin o la danza de los Voladores. Se sabe que los instrumentos de cuerda rápidamente se hicieron populares entre población indígena, al grado “que en el diccionario de fray Alonso de Molina 1571 ya hay una palabra para tañer vihuela o arpa15”. Es probable que el arraigo de las primeras guitarras y vihuelas en poblaciones como Santo Domingo Meztitlán llegaron con las autoridades eclesiásticas, al igual que ciertas referencias dancísticas. Y se tienen indicios de que en muchas regiones las músicas europeas con sus instrumentos fueron bien aceptadas por la población nativa, quienes incorporaron con relativa rapidez las formas, estéticas y usos musicales y dancísticos a sus costumbres locales. Estas prácticas desde tiempos precolombinos se encontraban ligadas a las prácticas de los tiempos festivos. Tanto en el calendario totonaca como en el mexica, desde al menos el periodo Posclásico, tenían una fiesta al final de cada uno de los meses de veinte días, costumbre muy difundida en Mesoamérica16. Se impuso en el Nuevo Mundo el calendario gregoriano, también basado originalmente en los ciclos del sol, la luna, las estaciones y en los ciclos agrícolas17, obligando un reacomodo de los ciclos festivos y cotidianos aunque no sin resistencias. En 1539 totonacos de Matlatlán comunidad serrana nahua y totonaca, denuncia Fray Andrés de Olmos, practicaban todavía tanto los ritos del calendario de los “meses” como los del calendario de los días18”.

16Pero a pesar de que tenemos noticia de la pervivencia de estas fiestas prehispánicas, en general se aceptaron las prácticas impuestas por los europeos incorporándolas al entramado de costumbres autóctonas: “podría decirse que los totonacas – por hacer trueque tal vez con los religiosos que los evangelizaban – paganizaron a los santos católicos sin guardar de éstos sino los rasgos que podrían corresponder sus propias divinidades. Puede uno preguntarse si la Iglesia tuvo su parte en ese ingenuo ensayo de sincretismo o de sustitución que refleja, sin embargo, un certero conocimiento de los evangelios y de la vida de los santos19”. La práctica de la fiesta patronal es un ejemplo muy importante ya que en esta práctica festiva se generó una interfaz interesante entre las formas de organización colectivas indígenas y los miembros eclesiásticos, ya se infiere que estos mostraban sospechas constantes acerca del sentido real de algunas de las prácticas festivas que presenciaban. Desde mediados del XVI se habían publicado prohibiciones contra las danzas en los oficios sagrados, exhortando a las comunidades “que si no existiera sacerdote en su comunidad no se les llevara a cabo […] el concilio prohibió los areitos y las danzas, recreadas para las fiestas indígenas de los santos patronos. Así como su celebración en el interior de los templos. También se prohibieron en estas fechas los areitos antes de salir el sol y antes de la misa20”. Pero se infiere que para comunidades serranas como las que aquí se estudian, la presencia de un párroco para las celebraciones del pueblo no era una constante; un factor que provoca esta inferencia es la lejanía y la dificultad para trasladarse hasta estas comunidades, muchas de las cuales solo fueron accesibles a pie o a caballo hasta las últimas décadas del siglo XX. Aparte, está el hecho de que las fiestas practicadas en el calendario anual aún a la fecha son muchas cuestión que dificultaría aún más que siempre hubiera un párroco en cada fiesta de cada una de las provincias pertenecientes a la arquidiócesis de Puebla, en tiempos virreinales.

17

Danza de los voladores en Filomeno Mata, Veracruz durante la feria de Santo Domingo de Guzmán, 2015, LCMH archivo personal

18La danza del volador es el ejemplo más característico de las danzas que se practicaron en contextos de fiesta muy posiblemente desde tiempos prehispánicos y se puede inferir que fue de las primeras danzas en recrearse en el Totonacapan en el virreinato (ver imagen 3). En 1783, un inquisidor describe21 que: “cavado el hoyo donde estaba el volador descubrió muchos tamales, gallinas sazonadas y otros comestibles de la fiesta, con cuya demostración reprendió a los indios para que no pusieran jamás aquel palo, y a los de razón les hizo ver la práctica de abusos que observan los indios22”. Durante todo el siglo XVIII se multiplicarían las denuncias respecto a prácticas asociadas a las fiestas y reuniones colectivas como los oratorios, antecedentes del fandango23. Sería también ese periodo en el que estarían en plena expansión las diversas danzas españolas, producto a su vez de una sociedad pluriétnica y diversa. Estas danzas se adoptarían en las localidades no sin un proceso de encuentro entre las prácticas vigentes y las prácticas novedosas. Recordemos que en gran medida por la orografía serrana del Totonacapan: “cada población totonaca, al no tener la posibilidad de desarrollar una relación con otras comunidades de la misma cultura, tiene la responsabilidad en este nivel celular de mantener su identidad cultural y lingüística24”, conformándose así variantes muy locales en cada municipio de la Sierra de Papantla.

19Pero a pesar de la frecuencia de denuncias de este tipo, la mayor parte de los documentos históricos son quejas interpuestas en contra de funcionarios civiles y eclesiásticos25 ante abusos contra los pobladores que suelen incluir la expulsión de familias, azotes e incluso venta de mano de obra: “el excelso dicho cura […] ha vendido (hombres) en diferentes trapiches de la jurisdicción donde han fallecido muchos en el trabajo y que al presente se hallan hasta número de diez naturales vendidos26”. Esta queja, datada en 1699, además de dar cuenta de las situaciones de explotación estructural de las poblaciones indígenas en la época virreinal, también nos habla de la presencia de trapiches y por lo tanto, del cultivo de la caña y su explotación en la región desde estos tiempos aunque para entonces “el cultivo de la caña de azúcar y su transformación en los ingenios era una actividad poco rentable y escasamente competitiva con la producida en otros lugares, dadas las dificultades de transporte, por esta razón se realizó en pequeña escala27”.

20Esto nos resulta significativo ya que en la concepción totonaca registrada en el siglo XX por Ichon se tiene especial respeto a realizar la costumbre del trapiche que busca purificar “el carácter particularmente peligroso del molino, la caña y el refino, propiedad del Diablo28”. Si bien es difícil afirmar que esta ocasión festiva de la costumbre del trapiche tenga arraigo desde el siglo XVI, podemos inferir que pudieron existir representaciones asociadas al simbolismo del trapiche y la caña. En particular, la caña o refino conocida como kuchu en totonaco es un elemento imprescindible en las ocasiones festivas, incluidos los rituales de costumbre. Se suele regar en la tierra el destilado de caña a manera de ofrenda ritual. Por ejemplo, cuando se ejecuta la danza del volador o qosnultin, desde el derribo del árbol que posteriormente se trasladaba al atrio donde sería ejecutada por hombres adultos de la comunidad, un rezandero describe Ichon que “está acuclillado al pie del árbol, con la cara hacia el este, y reza a la vez que riega aguardiente en el suelo29”. Esta ofrenda muy posiblemente es una de tantas que se realizaban en el contexto sagrado de la danza. Aún en la actualidad, “en el poste30 que (es en el que) van a volar, el primer y el último día vas a poner ahí su tamal, vas a poner su refino […] antes lo enterraban ahí donde está el palo y hasta muy antes, antes, dicen que echaban dentro de la tierra tamales, y hasta sangre31”. Y la acción de regar refino como ofrenda ritual sigue vigente en muchas otras ocasiones festivas, al igual se mantiene la costumbre de que antes de dar el primer trago a la bebida derramar un poco en el suelo, ya sea refino, algún otro destilado o cerveza.

21Siguiendo con las actividades productivas, si bien en las regiones costeras la introducción de ganado fue una actividad importante, “en la Sierra la escasez de pastos y la falta de rutas dificultó el establecimiento de estancias, por lo cual la población india se reconstituyó lentamente pero sin mayor presión de los españoles mestizos ni negros32”. Se infiere que la población de las regiones serranas pudo tener participación de los procesos de dinámica capitalista como la ganadería y la explotación del tabaco principalmente como mano de obra; los totonacos en general fueron “sometidos a los desigcimiento de estancias, por lo cual la población india se reconstituyó lentamente pero sin mayor presión de los españoles mestizos ni negros32â€