Ficha n°33

ELOSO Y CUEVA, José Maria


Cargo: Párroco de la Candelaria, Ciudad de Guatemala.

Nació: en 1729 en Santiago de Guatemala.

Murió: en 19 de septiembre de 1802 en la ciudad de Guatemala.

Padres: Hijo de ? y de Maria del Socorro ELOSO.

Resumen: José Maria Eloso y Cueva nació en Santiago de Guatemala hacia 1729. Se deduce ésto porque cuando Pedro Cortès y Larraz hizo su visita pastoral lo mencionó y dijo que tenía 40 años, para entonces era cura de la parroquia de Candelaria, desde hacía seis años y el arzobispo lo juzgó muy positivamente, considerándolo hábil, aplicado y muy expedito y virtuoso. En su parroquia, Eloso era asistido por dos coadjutores, don Joseph Antonio Cárdenas y don Nicolás Velasco. Tenia un título de maestro. La documentación preservada sobre la vida de este cura nos revela la vida de un hombre involucrado en un grupo familiar elitista. Sólo podemos reconstituir la vida diaria y los problemas de administración que este padre tuvo a lo largo de su vida. En 1797 dio un poder a Jose Gil Tamayo para cobrar « el sínodo de doctrina que como tal cura debe haber y gozar y la encomienda que le esta asignado en el Pueblo de Chinautla ». Los indigenas de aquel pueblo cercano a la nueva ciudad debían, desde hacía muchos años, pagar anualmente al cura una forma de pensión, la cual ascendía a 427 pesos, cantidad que aparece en la cuenta de dinero en depósito con el comerciante don Juan Pedro de Oyarzabal. Éste era el contador del cura quien confió completamente en él para pagar los gastos de su vida diaria. En 1799 el maestro de carpinteria, José Castilla, entabló un juicio por deudas contra el padre Eloso. De hecho la cuenta del cura era deficitaria : 1923 pesos de haber y 2623 pesos de deudas. Además, sabemos que tenía un criado de confianza llamado Florencio Bocanegra.
Algún tiempo después, fue instruido un expediente por varios vecinos del Barrio de la Ermita, por la intención de éstos de querer remover a Antonia Perfecta Gordon, quien era maestra de niñas. El cura Eloso se opuso a esta intención porque pensaba que ella podia ayudar a compensar el problema de la falta de vocaciones que existía en el Reino. Así, en su declaración se lamentaba de la situación de los conventos de la ciudad : « Jamas hubo en Guatemala mas niñas que en esos tiempos prosperos pero les falta la mas notable cualidad que es haverlos avituado al retiro del mundo, a poner en Dios el corazon en artes ». Sin embargo el asunto fue más lejos, lo llevó a emprender la inspección de los intereses de la Hermandad de la Cruz del Milagro, de la iglesia del mismo nombre porque ésta era filial suya, y consideró que los fondos de dicha hermandad debían ser utilizados para financiar el colegio de niñas. Se dió cuenta que sólo ocho padres pagaban a la maestra de 2 a 8 pesos mensuales cada uno, es decir, 52 pesos mensuales en total. El padre Fray Pedro Sánchez, que vivía en la casita del Colegio y asistía puntualmente a las niñas, en siete meses no había recibido un estipendio de los mayordomos de la Hermandad. Se ignoraba el paradero de las limosnas. La hermandad gozaba de una capellanía de 2000 pesos (fundada por Juan Jose Drost), otra de 2150 pesos (De Feliciana Melendez) y otros pequeños ramos. No se cumplía con el rezo de las misas de los fundadores. Con estos principales, el colegio podía hasta tener un capellán, pero no era así, con lo cual la perplejidad de Eloso era enorme.
Sabemos que, en 1802, el presbítero Buenaventura Rojas fue nombrado cura párroco del beneficio de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Candelaria de la Nueva Guatemala, vacante por fallecimiento del padre Eloso el 19 de septiembre de 1802. Mientras tanto el asunto de las deudas con el carpintero no se había arreglado y el juicio seguía abierto por un descubierto de más de 400 pesos ! A la luz de lo que sabemos sobre la pésima situación de la contabilidad de Eloso, la carta del presbitero José Maria Espinosa, albacea dativo, del padre fallecido merece ser citada. Ella muestra muy bien el peso de los prejuicios sociales de la época y la débil posición de las clases sociales inferiores ante el prestigio del clero : « (…) estoy persuadido que es imaginaria la cuenta de dicho Castillo y segun me ha informado : a mas de que no ha de ser creible que un pobre carpintero pudiera sin tener facultades algunas la espera tan dilatada de cuasi 12 años (…) menos es creible que un sugeto del caracter, virtud y realzada conducta del citado padre Cueva como es notorio hubiera retenido el trabajo de un pobre oficial que cada dia tenia a la vista ». De hecho no debe sorprender la sentencia dictada en 1804 por el señor asesor Zelaya, confirmado por Mariano Roma alcalde de segundo voto, quien determinó que la demanda carecía de toda justificación ... y esto a pesar de la insolvencia del padre Eloso !
Hubo despues una almoneda de los bienes de Eloso que permitio juntar 1782 pesos y algunos libros que se pudieron vender. Del expediente instruido resultó que la memoria testamental, echa ante el notario Sebastian Gonzalez en 11 de mayo de 1775, fue dada a la luz pública. Sus albaceas nombrados en esta fecha fueron el presbítero Juan José Batres, el arcediano Antonio Alonso Cortes y el presbitero Matias de Letona. Los dos albaceas que vivían al momento de su fallecimiento renunciaron. El juez eclesiástico nombró como albacea a Julian Cos y Gereda. Además de algunas deudas lo interesante resulta ser su biblioteca, que denota una pasión para la compra de libros (más de 117 títulos) y la impresionante cantidad de capellanías que gozaba nuestro padre, cuyos principales sumaban más de 10.000 pesos:
—una capellanía otorgada por Juan Ignacio Falla, como albacea de su madre, fundada en 1758 con un principal de 3.000 pesos, que correspondía al valor de una casa heredada. Rafael Escobar compró la casa, dio un primer pago de 1.000 pesos y reconoció 2.000 pesos a censo. La casa se arruinó en 1773 y el padre Eloso compuso con la viuda de Escobar, Jacoba Sanabria, y después con su hija María Escobar, el reconocimiento de 500 pesos, en lugar de los 2.000 pesos. Los otros 1.000 pesos los tenía a censo Miguel Espinosa. Esa capellania pasó al convento de Santo Domingo.
—una capellania otorgada por Miguel de Espinosa, fundada en 1781 con un principal de 2.500 pesos. Esta capellanía pasó al capellán del beaterio de Belén, cuyo principal tenía a renta Juan Pedro Oyarzabal, junto con otros 500 pesos de bienes de San Francisco de Paula, en el convento de Belén, y de 2.000 pesos del peculio del finado.
—una capellania otorgada por Gabriel Gutierrez de la Peña, fundada en 1774, con un principal de 2.000 pesos, cuya patrona era Maria Antonia de Estrada. Del principal, 1.300 pesos fueron impuestos en la Hacienda de Chuacorral, que fue de Don Francisco Barrutia, y que poseían sus herederos, y los 700 pesos restantes se aplicaron a las tierras que poseían los indios del pueblo de San Yldefonso Ystaguaguacan.
—Dos escrituras de Ricardo Yzaguirre, una de 2.000 pesos, otorgada por éste y sus fiadores en 1783, y la otra otorgada por el mismo y su mujer, Francisca Pineda, con hipoteca de su casa por un 1.000 pesos, en 1792.
—Una escritura de 1.000 pesos del peculio del finado otorgada por Gertrudis Flores con hipoteca de su casa a la cual es aplicabale la primera capellanía inventariada.



Autor de la ficha: Christophe BELAUBRE

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