Ficha n°97
BATRES, Juan José
Cargo: Cura de la rectoral de San Sebastián.
Nació: 20 de septiembre de 1763, en Santiago Guatemala.
Murió: 10 de marzo de 1829, en Nueva Guatemala.
Padres: Don Manuel González Batres y Arrivillaga (1731-1784) y doña Maria Josefa Muñoz (¿?-1794), casados el 5 de octubre de 1760 en Santiago Guatemala.
Resumen: El segundo niño de Manuel González Batres fue bautizado ocho dias después de su llegada al mundo, en Santiago Guatemala. Su padrino fue un tío suyo, el destacado doctor Juan José González Batres, quien era entonces catedrático de la Universidad San Carlos de Guatemala y rector del seminario Tridentino de la Ciudad. Este padrinazgo clerical solía tener una función social; esta elección formaba parte de una estrategia familiar, pues se podía apostar razonablemente que el tío iba tener una gran carrera dentro de la Iglesia, que iba ser la persona mas indicada para empujar al niño y porque era el hombre, un verdadero patriarca del linaje de los González Batres en Guatemala. Estos destinos humanos se decidían por mera costumbre. El padre de Juan José reproducía, por iniciativa consciente o inconsciente, lo que su propio padre, Juan José González Batres y Álvarez, había hecho durante su infancia. Se trataba de buscar los medios mas apropiados para salvaguardar el linaje.
De hecho los estudios que siguió Juan José fueron en todo punto conforme a los objetivos de su familia y lo llevaron casi naturalmente hacia la ordenación; en 1785 recibió el título de bachiller en Teología, y en 1791 el grado de licenciado en la misma disciplina. Poco tiempo después empezó a servir interinamente la parroquia de San Sebastián. Su nombramiento como cura propio se hizo en junio de 1795, en lugar de Antonio García Redondo nombrado magistral del cabildo. Tenía el primer lugar en la terna, antes de Bernardo Martínez y Wallop y José Valdés. Su relación de méritos y servicios subraya también que fue capellán sin renta del beaterio de Belén durante dos años. Al año siguiente fue electo rector de la Universidad. Esto bastó para abrirle las puertas de una de las parroquias más envidiada del Reino y sugiere que el análisis de estos nombramientos tras “concurso” no se pueden explicar sin tomar en cuenta las redes sociales y los vínculos de parentesco. Aunque no se puede decir que se trataba de un sacerdote sin verdadera vocación, es evidente que su carrera nunca le permitió abrirse hacia los problemas de la cura de almas en las parroquias rurales donde vivía la mayor parte de la población.
Los pequeños detalles sobre la vida dentro de las casas de estos sacerdotes nos son familiares y fueron frecuentes. Debemos a la paciencia del señor Franz Binder la recopilación de esta información sobre un pleito promovido por una sirvienta de nuestro personaje, Juana Romana Rivera, soltera de 30 años, criada en la casa del mismo, quien enfrentó un juicio penal por haber herido a su hermana Josefa Rivera, también criada allí, el domingo 8 de diciembre de 1798 durante la noche, por querer sacar fuera de la casa al hijito que estaba llorando! ¿ahora bien, cómo interpretar aquel acontecimiento? Prácticas sociales bastante comunes en el antiguo régimen, presión social muy fuerte de parte de un sacerdote que oprimían a sus servidores...? Es difícil de contestar, sin embargo lo que no cabe duda es el carácter muy fuerte de aquel sacerdote quien cultivó a lo largo de su vida un cierto espíritu de contestación. Así, si hubiéramos de hacer una enumeración de los pleitos que nuestro Juan José tuvo que entablar durante su vida para conservar el goce de sus numerosas capellanías patrimoniales, sería una tarea muy grande. Basta dos ejemplos: en 1808, Manuel Estrada, vecino de Jalapa, Chiquimula, dio y confirió su poder cumplido al procurador Joaquín Mariscal para seguir el litis que tenía pendiente con el padre cura de San Sebastián, relativos a 600 pesos de una capellanía. El otro en 1812, fue un pleito para recuperar el goce de varios ramos de capellanías contra el curador del subdiácono de Don Francisco Batres.
En noviembre de 1810, en plena crisis política, nuestro personaje fue nuevamente electo rector de la Universidad con ocho votos y un voto para el Dr. Buenaventura Rojas. Se mantuvo después ejerciendo algunas obras que dejan entrever un sentido del bien común: fue nombrado por el Ayuntamiento de Guatemala miembro de la Junta de Salud Pública. De la misma manera, es interesante notar que el Ayuntamiento acordó, en 1817, proporcionar reos para la compostura del camino que del Incienso conducía a Mixco y para la construcción de un puente en el fondo del barranco. El padre Batres debía entregar los fondos para realizar aquella obra.
Y era indudable que en aquella época él no perdía mucho tiempo en discusiones teológicas sino que buscaba administrar sus bienes de la mejor manera posible. Por ejemplo, en 1820 compró la hacienda Santa Isabel, en la región de Escuintla, a Juan Payes y Font quien estaba en quiebra financiera. Se remató la hacienda de la manera siguiente: las tres cuartas partes del avalúo era de 16.628 pesos: dado de esta forma un reconocimiento de 15.385 pesos de censo de capitales que estaba cargado sobre dicha hacienda y 1.243 pesos en moneda corriente. Para el seguro de la transacción nuestro sacerdote ofrecía “el trapiche y tierra nombrada San Ygnacio que estan vecinas a Santa Ysabel que quando menos valen 20000 pesos por las raices y ganado vacuno y demas cavallar que conservi en ellas”. Este interés hacia la tierra y sus frutos no lo perdió nunca y en 1823 lo encontramos colaborando con la comisión de la Asamblea Constituyente para estudiar los medios para el fomento de la agricultura y la industria. En 1827 fue electo rector de la Universidad con 4 votos y un voto a favor de José Valdés y dos a Antonio González pero se rehusó a servir y hubo otra elección posteriormente y fue electo Pedro Ruiz de Bustamente.