La Guerra de las Cien horas: La historia y el mito 40 años después
- Autor(es):
- Carlos Pérez Pineda
- Texto íntegral:
1El presente ensayo propone una reflexión, en el marco del cuarenta aniversario del conflicto honduro-salvadoreño de 1969, sobre las diversas maneras en que el recuerdo de dicho acontecimiento ha sido conservado en la temporalidad. Haciendo particular énfasis en la memoria militar, el ensayo aborda también algunos de los problemas que es necesario considerar al integrar la perspectiva de la historia militar al análisis del conflicto.
2Las representaciones del conflicto entre Honduras y El Salvador forman, en diferentes grados de importancia, parte de la memoria colectiva en ambos países. Cuarenta años después del cese de fuego que finalizó el conflicto armado, es preciso hacer una revisión crítica de las versiones del conflicto producidas en ambos países, con el propósito de someterlas a un análisis que permita elaborar nuevas interpretaciones de tan importante episodio despojadas de sesgos nacionalistas.
3TRES VERTIENTES DEL RECUERDO1
4En los últimos cuarenta años, la guerra de 1969 entre Honduras y El Salvador ha sido recordada de diferentes maneras y desde perspectivas distintas. Es posible identificar tres vertientes que han contribuido a mantener el recuerdo del conflicto hasta nuestros días:
51.- Los estudios académicos que, básicamente, han hecho énfasis solamente en los aspectos estructurales del proceso.
62.- Los medios de comunicación, creadores y difusores de la mayoría de los mitos populares vigentes sobre la guerra, orientados a la exaltación del heroísmo desplegado en la defensa de los intereses de la nación.
73.- La Historia Militar escrita por militares, en servicio activo o en condición de retiro, con una narrativa muy formalizada de los acontecimientos militares orientada a la exaltación de las virtudes patrióticas y profesionales de la institución castrense.
La memoria académica
8La Guerra de las Cien Horas es un acontecimiento que ha recibido escasa atención en los medios académicos de la región centroamericana. La literatura académica sobre el conflicto no es abundante y en ella los contextos socio-económicos del conflicto han recibido mayor atención que los aspectos socio-políticos. La guerra no ha sido considerada como objeto de investigación académica, como si el impacto de la misma en los contextos sociales y políticos que la originaron careciera de importancia. El enfoque de la obra en idioma español sobre el conflicto más conocida en los medios académicos centroamericanos, La Guerra Inútil, es eminentemente socioeconómico y pretende básicamente poner de relieve los condicionantes estructurales de la crisis que originó la guerra, como si el análisis socioeconómico, por sí solo, bastara para explicar la totalidad de un acontecimiento histórico restándole importancia a su elemento definitorio: la guerra2. En términos generales, la literatura académica del conflicto permite únicamente establecer los antecedentes de la confrontación y reconstruir el desarrollo de la crisis política que derivó en violencia interestatal en julio de 1969. Las interpretaciones académicas del conflicto han inspirado a ciertos actores a esbozar lo que podría ser considerada una contra-memoria de la guerra.
9¿EXISTE UNA CONTRA-MEMORIA DE LA GUERRA3?
10Las memorias nacionales de la guerra honduro-salvadoreña están constituidas por imágenes del pasado que no son el resultado de procesos de memoria caracterizados por la confrontación e impugnación. La memoria oficial de la guerra ha sido débilmente contestada e impugnada por versiones de izquierda, intelectual y estudiantil, que fundamentalmente han encontrado sus argumentos en la memoria académica del conflicto. La contra-memoria inspirada en el marxismo considera como única guerra justa e inevitable a la guerra de los explotados contra sus explotadores y, en consecuencia, concibe a la guerra de 1969 como un acto ilegítimo de violencia causado por una conspiración de las clases dominantes de ambos países para desviar la atención de las masas trabajadoras hacia problemas ajenos a sus intereses de clase. Los principales argumentos de una contra-memoria del conflicto de 1969 serían los siguientes: la guerra fue una contienda inútil entre oligarquías nacionales, los pueblos fueron engañados e instrumentalizados por las elites privilegiadas de ambos países, la guerra demostró la ineptitud y corrupción de los militares de ambos bandos; en el caso hondureño, la participación popular en la defensa de la soberanía salvó a la nación evitando una bochornosa derrota de los militares y, finalmente, el verdadero enemigo de ambos pueblos es el sistema capitalista que los mantiene en la miseria4. Los insurgentes armados salvadoreños y sus intelectuales orgánicos se limitaron, en la década de 1970, solamente a destacar la postura inconsecuente del Partido Comunista Salvadoreño (PCS) durante el conflicto de 1969 como una evidencia contundente de la necesidad de una alternativa revolucionaria armada sin mostrar mayor interés en una reinterpretación del conflicto como base de una contra-memoria, probablemente debido a que la institución militar tampoco había mostrado especial interés en perpetuar el recuerdo de la guerra.
11A pesar de cierto grado de difusión, discontinua en el tiempo y básicamente restringida a los medios académicos de los principales centros urbanos de ambos países, la existencia de un discurso alternativo de la guerra no ha alentado una lucha abierta en el espacio público por la posesión e interpretación de dicha memoria.
La memoria mediática
12El surgimiento de una sociedad mediática tiene un importante impacto en la creación y continuidad de las representaciones del pasado. La conmemoración de los acontecimientos de 1969 ha tenido un espacio privilegiado en los principales medios de comunicación, particularmente en los medios de prensa escrita.
13La memoria colectiva mediática, en el sentido de que es mantenida y transmitida por los medios de comunicación de masas, es una memoria coyuntural (conmemoraciones, aniversarios), ritualística, asociada a una narrativa que desprecia el rigor en el manejo de las fuentes, que exalta a la institución militar (defensora de los derechos humanos de sus connacionales víctimas de genocidio en territorio extranjero o defensora de la soberanía e integridad territorial vulneradas por el enemigo invasor) y al pueblo depositario de todas las virtudes morales. El desprecio a la fuente es un rasgo recurrente muy problemático de la construcción mediática de la memoria. Pareciera que el propósito principal de la memoria mediática no es informar ni buscar “la verdad” en los vestigios documentales del pasado (en una memoria colectiva potencial), sino “compartir” un recuerdo corregido y ajustado en el presente haciendo, en la mayoría de las veces, caso omiso de la prueba documental. En la memoria mediática predomina un elemento discursivo muy básico que simplifica la lectura de los orígenes y el desarrollo del conflicto para un consumidor que no se caracteriza por altos niveles de escolaridad.
14Los procesos de recepción de la memoria colectiva pueden desarrollarse de maneras muy complejas e inesperadas. Las representaciones del pasado creadas por los medios de comunicación, en especial por la prensa escrita pueden ser ignoradas, provistas con nuevos contenidos o entendidas en un sentido diferente al deseado. Asumir que los individuos y los grupos sociales integran una comunidad interpretativa que percibirá de manera similar las representaciones del pasado histórico producidas por los medios de comunicación y asumirá pasivamente una determinada identidad histórica es un presupuesto muy dudoso. La posibilidad de que textos, imágenes, monumentos, etc., construidos para generar identidades colectivas arraigadas en el pasado histórico de la nación, puedan ser consumidos por grupos demasiado pequeños y políticamente insignificantes o que tales representaciones puedan ser ignoradas u olvidadas rápidamente sin haber logrado configurar en grupos significativamente grandes de individuos los elementos de una memoria colectiva, es una posibilidad real que puede ser constatada haciendo referencia a casos importantes de memoria colectiva fallida como por ejemplo la memoria de la guerra de Corea en los Estados Unidos de América5. La memoria colectiva de la guerra de 1969, “la Guerra de Legítima Defensa” tal y como es denominada en el seno de la Fuerza Armada salvadoreña (FAES), también puede ser considerada actualmente como una construcción fallida, confinada institucionalmente dentro de las murallas de los cuarteles de la Fuerza Armada salvadoreña, debido fundamentalmente a que carece de valor de uso político en el presente6. La intensidad del recuerdo del conflicto con Honduras experimentó una tendencia decreciente a medida que las consecuencias de la ruptura definitiva de la unidad nacional se fueron manifestando en el tiempo hasta prácticamente desaparecer en el torbellino de la crisis política gestada en la década de 1970 con el fracaso del reformismo militar, la pérdida de legitimidad del autoritarismo castrense y el desarrollo de las insurgencias izquierdistas. La memoria del sangriento conflicto interno de las décadas de 1970 y 1980, todavía divida y antagónica, posee, por el contrario, un valor de tipo político recientemente constatado en la campaña electoral para elegir presidente de la república, diputados a la asamblea legislativa y alcaldes municipales, en la que poderosas fuerzas situadas a los extremos del espectro político nacional, activas en el presente y aparentemente interesadas en que la sociedad salvadoreña continúe en conflicto consigo mismo, han hecho uso de las representaciones de ese pasado para avanzar sus posiciones en la escena política7.
15A diferencia del olvido persistente que es la memoria salvadoreña de la guerra de 1969, la memoria hondureña, sobre todo en su vertiente mediática, es un recuerdo conmemorativo insistente que, inclusive, tiende a la sobresaturación con una colección de lugares comunes. Parece ser que la memoria de la guerra de 1969 ha fortalecido el sentimiento de identidad colectiva en Honduras en relación al vecino salvadoreño.
La memoria militar
16Tanto en El Salvador como en Honduras la historia de la guerra de 1969 ha sido objeto de atención por parte de militares, en servicio activo o en situación de retiro, y también por algunos pocos civiles con vínculos estrechos con los militares8. El libro más importante sobre las operaciones militares de la guerra de 1969 publicado en El Salvador es el de José Luis González Sibrián que se ha convertido en la única matriz historiográfica salvadoreña de dicha guerra. La obra de González Sibrián es un tanto difícil de clasificar ya que combina el discurso patriótico propagandístico del momento con una narrativa de los acontecimientos militares, de clara pretensión veritativa, que logra articular una versión histórica del acontecimiento. El relato de la guerra de González Sibrián, está basado en entrevistas a militares salvadoreños realizadas por el autor inmediatamente después de finalizada la guerra. Lamentablemente González Sibrián no consideró necesario publicar las correspondientes referencias de sus fuentes lo cual resta valor a su obra desde el punto de vista del rigor historiográfico. Hasta el momento, solamente ha sido posible localizar tres memorias publicadas de militares veteranos de la guerra, una de ellas en forma de relatos de corte más literario que histórico9 y la otras dos, demasiado breves, autocensuradas y carentes de información más relevante10.
17En El Salvador no existe, hasta donde se conoce, una historia oficial de la guerra contra Honduras de 1969 y la producción de narraciones sobre el tema no ha sido demasiado extensa en el seno de la institución militar. El Estado Mayor Conjunto de la Fuerza Armada (EMCFA) ordenó, 32 años después de la guerra, una monografía sobre el conflicto “con el afán de hacer un reconocimiento histórico” y seleccionó a tres oficiales militares para su elaboración11. Algunos artículos sobre el tema han sido publicados en la Revista Docente del Comando de Doctrina y Educación Militar (CODEM12). El historiador militar Douglas Alcides Cornejo dedica una parte de su obra sobre la historia de la aviación militar salvadoreña a las operaciones aéreas de la guerra13. La mayoría de las obras de historia militar del conflicto publicadas contienen información importante sobre las operaciones militares desde la perspectiva salvadoreña aunque no está ausente la tendencia a ajustar la información a favor propio, como por ejemplo la insistencia en reclamar victorias aéreas sobre la Fuerza Aérea de Honduras (FAH) que en realidad nunca ocurrieron.
18La obra más importante de historia militar sobre el conflicto de 1969 ha sido publicada en Honduras hace tres años. El libro del coronel César Elvir Sierra14, militar que se integró al trabajo del estado mayor de las fuerzas armadas de Honduras después del ataque salvadoreño el 14 de julio, es una interesante obra general sobre el conflicto sustentada en información, primaria y secundaria, recolectada en Honduras, El Salvador y los Estados Unidos. Anteriormente había sido publicada una obra que trata sobre las operaciones aéreas de la Fuerza Aérea de Honduras (FAH) durante la guerra, y algunas memorias de veteranos continúan apareciendo publicadas de vez en cuando15.
19Las controversias relacionadas directamente con la guerra son numerosas y representan un serio desafío a los historiadores interesados en el tema. La más grande controversia acerca de la guerra de 1969 es la de los objetivos del ataque salvadoreño. El coronel César Elvir Sierra sostiene que El Salvador tenía viejas pretensiones territoriales sobre Honduras y que sus fuerzas armadas elaboraron un plan militar para convertir en realidad tales pretensiones a través de una campaña bélica relámpago que tenía como objetivo provocar el colapso total del Estado hondureño mediante la ocupación de su ciudad capital, de su principal centro económico y de su principal puerto en el mar Caribe16. El coronel salvadoreño Luis Lovo Castelar afirma, por el contrario, que la acción salvadoreña fue únicamente una operación militar de castigo con objetivos limitados debido a los atropellos cometidos contra los residentes salvadoreños en Honduras y considera erradas las versiones que interpretan a la guerra de 1969 como una campaña de conquista territorial17. El historiador guatemalteco especialista en temas de aviación en Centroamérica, Mario E. Overall, subraya que El Salvador simplemente carecía de las capacidades necesarias para emprender una campaña militar de conquista de Honduras en 196918.
20Otro aspecto controvertido es el de la dirección del esfuerzo principal del atacante. El coronel Elvir Sierra ubica el esfuerzo principal de la campaña salvadoreña en el oriente, en el llamado Teatro de Operaciones Oriental por los salvadoreños y Sur- Oriental por los hondureños, a pesar de que no queda claro como ha arribado a semejante conclusión ya que los militares salvadoreños reconocen que el esfuerzo principal fue en el Teatro de Operaciones Norte (TON) mientras que las operaciones en el oriente eran solamente una maniobra para distraer a la fuerza principal del enemigo. El general Fidel Torres, ministro de defensa salvadoreño durante el conflicto afirmó en una entrevista, concedida a la prensa antes de su fallecimiento, que el ataque en el oriente, en el TOO, era una maniobra diversionaria, “ellos nos esperaban por el oriente de nuestro país”, pero el ataque principal era en el TON19. El presidente salvadoreño Sánchez Hernández ha sido criticado precisamente por haber concentrado el esfuerzo principal sobre el TON20. Los autores de la monografía del EMCFA sobre el conflicto destacan también que el ataque en el TOO fue realizado
“(…) con el objeto de distraer a las fuerzas hondureñas y hacerles creer que el ataque principal sería por esa zona, y aliviar la presión que podría tener el Teatro de Operaciones Norte, que pretendía conquistar Nueva Ocotepeque”[21].21La contraofensiva hondureña del día 16 de julio también es objeto de controversias. El coronel Elvir Sierra destaca a la contraofensiva hondureña del 16 de julio de 1969 como “la acción táctica más importante de la guerra librada hasta entonces22” afirmando además que la contraofensiva no era esperada por los “sorprendidos” salvadoreños “ni siquiera remotamente23”. De acuerdo con Elvir Sierra, ante la violencia del contraataque, los salvadoreños “se replegaban desordenadamente hacia su punto de partida en territorio salvadoreño” mientras las tropas hondureñas, por el contrario, avanzaban “plenos de coraje” al asalto de las posiciones ocupadas por el enemigo obligándolo a replegarse24. Los explosivos y los proyectiles de los cañones lanzados por los Corsarios del Comando Militar de Toncontín de la Fuerza Aérea Hondureña (FAH) hacían salir de las colinas El Ujuste y Las Chiches a los “asustados y atemorizados soldados salvadoreños25”.
22Los autores de la monografía del Estado Mayor Conjunto de la FAES sobre el conflicto, aseguran por el contrario que los salvadoreños habían detenido su avance y tomado posiciones defensivas ante la posibilidad de un contraataque enemigo,
23“a las 16:00 horas del mismo día (15 de julio) los batallones recibieron la orden de establecer, aproximadamente unos seis kilómetros del límite fronterizo, una defensa en las alturas que dominaban ambos lados de la carretera cerca de La Arada, a inmediaciones de Langue, en territorio hondureño. Se estimaba que era muy probable un contraataque hondureño a fin de intentar recuperar el espacio conquistado26”.
24González Sibrián afirma que:
25“A las 18:00 horas del día 15 de julio, se reunieron los Comandantes de Batallón con el Estado Mayor del TOO a fin de hacer un análisis de la situación. Y la conclusión a la que se llegó en dicha reunión fue que al día siguiente 16, con toda seguridad habría un fuerte contraataque de la contraofensiva hondureña27” (sic).
26Cuando el ataque hondureño se inició en la madrugada del día 16, las tropas salvadoreñas estaban preparadas en sus posiciones defensivas según González Sibrián, quién afirma además que
27“Según los informes del Comandante del Teatro, podemos asegurar que el adversario estuvo muy lejos de hacer retroceder a nuestra tropa de sus posiciones defensivas, en virtud de que ni pudieron acercarse a las trincheras salvadoreñas28”.
28De acuerdo con González Sibrián:
29“A las 17.00 horas, los hondureños se convencieron de que todos los esfuerzos serían en vano, por lo que a la hora mencionada, silenciaron por completo sus baterías y los fuegos de fusilería. (…) según me cuenta el mismo Comandante del Teatro, las bajas salvadoreñas fueron insignificantes, si tomamos en cuenta la intensidad del fuego y la duración del mismo. Indiscutiblemente, esto se debió a las excelentes posiciones estratégicas escogidas.
En cambio el adversario tuvo tal cantidad de bajas, que se hizo necesario enterrar a los muertos en fosas comunes, y cuando éstas tampoco daban abasto, se hizo indispensable incinerarlos, para evitar alguna epidemia, ya que los cadáveres con el sol calcinante del trópico y expuestos a la voracidad de toda clase de insectos, se descomponen con mayor rapidez29 ”.30Es sumamente difícil determinar que fue lo que sucedió ese día en el sur-oriente de Honduras sin contar con testimonios de protagonistas y con una documentación apropiada como, por ejemplo, los diarios de guerra de las unidades de ambos bandos involucradas en las operaciones. Lamentablemente ese tipo de documentación está, hasta el día de hoy, fuera del alcance del historiador civil y, por lo consiguiente, hay que tratar de interpretar las operaciones militares en base a lo que ha sido hecho público en entrevistas, memorias, monografías, etc. Aparentemente, la pasividad del alto mando salvadoreño concedió a los militares hondureños la posibilidad de organizar y ejecutar una contraofensiva el día 16 de julio en el oriente para cubrir la arriesgada operación de trasladar, a través de un puente aéreo, parte de la Guardia de Honor Presidencial a su amenazado frente occidental. El contraataque hondureño en el frente oriental obligó, probablemente a un costo muy considerable en bajas propias, a las tropas salvadoreñas a renunciar a uno de sus principales objetivos en ese teatro de operaciones, la ciudad de Nacaome30. Las versiones hondureñas hacen referencia al contraataque del 16 de julio en términos exageradamente triunfalistas a pesar de que sus resultados parecen haber sido bastante magros considerando que no alteró sustancialmente la línea de conquista