Historical Atlas of Central America
- Autor:
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Carolyn Hall, Héctor Pérez Brignoli y John V. Cotter (cartógrafo)
- Lugar de Publicación:
- Norman (Oklahoma)
- Editorial:
- Oklahoma University Press
- Fecha:
- 2003
- Reseña:
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1Los mapas son sistemas gráficos que ofrecen una interpretación sintética, visual y espacial de los procesos históricos. Son más bien escasos los trabajos de cartografía dedicados a la historia de América Latina como conjunto, o a alguna de sus vastas regiones reunidas por elementos geográficos comunes y experiencias sociales compartidas, como lo es Centroamérica. Existe como una rara y notable excepción el trabajo del historiador español Francisco Morales Padrón, Atlas Histórico Cultural de América, las Palmas de Gran Canaria, Comision de Canarias para la Conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América, Consejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 1988, 2 vols., publicado hace casi veinte años y que coprende la historia de América y en especial de la América española. Por eso el Historical Atlas of Central America es una valiosa contribución para los estudios americanistas, pues se trata de un instrumento indispensable de consulta para especialistas, estudiantes que trabajan sobre la historia de Centro América y de América Latina. Los autores destacan en el Prefacio que no existe ningún atlas de historia similar sobre otras regiones del continente (México, Brasil o los países andinos).
2La obra fue apoyada por diversas instituciones, y la investigación necesaria para la creación cartográfica y el texto publicado fue realizada por Carolyn Hall y Héctor Pérez Brignoli con la colaboración de numerosos investigadores y estudiantes: se mencionan la Universidad de Costa Rica (ambos investigadores eran profesores de su Escuela de Historia), el auspicio del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la misma universidad y del Instituto de Estudios Latinoamericano (ILAS) de la Universidad de Austin en Texas, con financiamiento de diversas instituciones sobre todo de Estados Unidos, y ayudas específicas de muchas personas. Durante siete años (aunque el interés y los trabajos sobre América Central eran anteriores), entre 1989 y 1995 la investigación se efectuó a partir de fuentes primarias y secundarias, en Costa Rica y América Central así como en centros de documentación estadunidenses. Hasta 1993 se dedicaron a la construcción de los mapas y se organizó el trabajo en temas. Terminada esta fase establecieron la estructura final del libro y procedieron a la escritura del texto, que implicó una investigación adicional de dos años y medio. Se sabe que el montaje definitivo de un libro con alta calidad gráfica y editorial toma un buen tiempo, sin embargo pasaron ocho años antes de imprimir la primera edición, y no se aclara por qué fue publicada hasta el año 2003, ocho años después de haber terminado esta fase de escritura (puede suponerse que no hubo financiamiento regular). El trabajo de cartografía se efectuó con ayuda de asistentes en Costa Rica y en Austin, y la versión definitiva de todos los mapas publicados estuvo a cargo del cartógrafo John V. Cotter. La obra fue publicada por la University of Oklahoma Press (http://www.oupress.com) – que por lo demás produjo otros atlas históricos regionales sobre algunos estados de Norteamérica: Historical Atlas of Arizona (1979), Historical Atlas of Oklahoma (1986), Historical Atlas of Louisiana (1986) y el Historical Atlas of Texas (1989) – ¡y se imprimió en China! Estamos frente al resultado de un trabajo colectivo de investigación.
3Un atlas histórico recoge diversos mapas que representan experiencias humanas del pasado en un espacio geográfico. La unidad básica de este tipo de obra es el mapa histórico, que puede definirse como un documento cartográfico que busca representar fenómenos históricos de todo tipo, en un tiempo y en un territorio dados, mientras que un mapa antiguo se puede definir como un documento cartográfico de todo tipo producido en algún momento del pasado, uno o dos siglos por ejemplo. Así la cartografía histórica se diferencia de los mapas antiguos, y como disciplina se encuentra más cerca de la geografía histórica. Veamos el problema más de cerca. Los mapas que hacen los geógrafos y cartógrafos del presente (de un presente dado) al servicio del Estado, de empresas de guerra, descubrimiento y navegación, de las editoriales o de la educación nacional, se convierten en documento. Pero, ¿cuál es la frontera cronológica en la que un mapa deja de ser contempráneo para volverse antiguo, puesto que servir a la “historia” o a los historiadores del futuro no era su objetivo de partida en el momento de su creación, como cualquier otro documento? Del mismo modo que con los documentos de archivo, el mapa se convierte en “documento histórico” cuando ya no es útil para la administración – o para las funciones para las cuales fue concebido y realizado – y pasa a cumplir una función de conservación de la memoria. En ese sentido, todo documento del pasado (y del presente), como huella de las actividades humanas, puede ser definido como histórico. A esta lógica no escapan por supuesto los mapas llamados aquí históricos, que como representación gráfica del pasado son también testimonio de su tiempo, expresión de formas de observar y de crear conocimiento, que a su vez se inscriben en la historia y se convertirán en antiguos…
4Así, la importante obra que intentamos comentar es un atlas histórico en el sentido más preciso de esta noción editorial, sin duda una obra fundamental para comprender y estudiar el pasado del istmo centroamericano. El solo hecho de existir ya le otorga un gran valor, pero siempre se pueden formular algunos comentarios críticos con intenciones constructivas, antes de describir el contenido.
5En primer lugar, la publicación en lengua inglesa y su elevado costo pueden verse como obstáculos para su difusión, pues limitan su impacto allí donde sería de mayor interés, es decir entre la comunidad hispanohablante de historiadores, universidades y estudiantes de Latinoamérica y España, si bien a través del inglés y gracias a la adquisición de bibliotecas la obra tiene más fácil acceso a un público diverso y más amplio, en Europa, Norteamérica, Asia y Africa… (Esperemos que sea traducido o que se publique una edición popular) Por otra parte, tratándose de un atlas histórico, además del texto, que no debe ser leído sólo como complemento de los mapas sino como una interpretación de la historia de Centroamérica, habría sido útil incluir una o varias cronologías en las que se detallaran series de procesos y acontecimientos. Esto le daría mayor unidad a los capítulos individuales y al conjunto de la obra, y ubicaría mejor al lector en algunos de los temas, gracias a una enfoque transversal. En efecto, en otros atlas históricos de historia universal o europea publicados en Francia por ejemplo, los mapas suelen venir acompañados de cronologías y en algunos casos de ilustraciones, al menos en lo que se refiere a los hechos y procesos fundamentales de la vida política y cultural, siendo privilegiados con frecuencia los acontecimientos políticos. Esto último es así sobre todo cuando se evoca de manera demasiado general la historia de América Latina en el marco de un atlas de historia “universal”. También es cierto que los hechos relacionados con la economía y la sociedad se prestan menos para las cronologías, en los enfoques tradicionales o muy globales de la historia, debido al relativo anonimato, en el límite de la banalidad, de los actos de la vida cotidiana, (¿Cómo escoger lo relevante entre la gran masa de información relacionada con el devenir de los actores sociales?). Además, a partir de la estructura general de la obra parece como si la historia de la región comenzara con el descubrimiento y la conquista, pues aunque aparecen mapas y unidades temáticas sobre América Central en el periodo prehispánico, esta etapa es mucho más extendida en el tiempo que los últimos cinco siglos. Habría sido interesante encontrar una parte dedicada con la misma profundidad al primer poblamiento y a la larga historia de los pueblos originarios de América provenientes de Asia hace miles de años antes de la llegada de los Europeos. En unas pocas páginas se desarrollan las migraciones y poblamiento (p. 56-57), la civilización maya (p. 58-59), y la situación étnica, socio-económica y política hacia 1500 y en el momento de la conquista (p. 60-65), es decir adoptando una perspectiva enfocada hacia el momento del primer contacto y choque de civilizaciones. Un vacío importante a nuestro parecer, pues se trata de una obra ambiciosa que pretende abarcar el conjunto de la historia del istmo. En todo caso puede argumentarse que se trata de un periodo mucho menos conocido por la escasez y fragmentación de las fuentes en su gran mayoría no escritas, y que además América Central es una noción a la vez geográfica y forjada por la historia, si se tiene en cuenta por ejemplo que las fronteras físicas de la región remontan hasta el sur de México (istmo de Tehuantepec), y se extienden hasta el extremo noroeste de Colombia en donde el istmo limita o se une con América del Sur, como lo vemos en el mapa llamado “La región estructural” (p. 4).
6Según los autores, la cartografía histórica sobre América Central es limitada en su extensión y en general de pobre calidad. Por eso el objetivo principal fue producir una colección comprensiva de mapas que sirvieran de trabajo básico de referencia. En cuanto a la preparación de los mapas, todos fueron creados a partir de su propia investigación a partir de fuentes primarias y secundarias, esfuerzo necesario para exactitud y precisión. El contorno de la región se basó en mapas topográficos oficiales, base a partir de la cual se utilizaron distintas escalas. Así se representan áreas con diversas dimensiones territoriales. El contorno de referencia comprende el área de los siete estados centroamericanos actuales, a veces los mapas abarcan zonas más amplias, y con mayor frecuencia se detienen en países individuales, en áreas más pequeñas o lugares específicos. Esto permitió combinar una perspectiva general de la región con estudios de casos locales, utilizando tanto fuentes que cubrían toda América Central como informaciones detalladas que trataban únicamente sobre zonas y países particulares. Los mapas de todos los periodos incluyen las fronteras actuales ¿tal vez para guiar al lector de hoy y las perspectivas nacionales?. Son más difíciles de establecer los límites político-administrativos de la época colonial, sobre todo en territorios con población dispersa y con un débil dominio español, y por la complejidad característica de la administración colonial (p. 33).
7La obra está dividida en cinco partes: “Medio y territorio” (p. 3-53), “Poblaciones y lugares: los patrones de cambio cultural” (p. 55-105), “Sociedades coloniales” (p. 107-163), “La formación de las sociedades nacionales” (p. 165-215) y “El desafío del desarrollo” (p. 217-275). Aparecen luego las notas de cada capítulo, un Glosario de términos utilizados en español, los créditos de las ilustraciones, una sección con notas que ofrecen la información acerca de las fuentes de mapas, cuadros y gráficos elaborados en esta obra (p. 285-287), el listado de las fuentes y bibliografía, divididas de manera simple y clara en tres secciones: documentos no publicados (archivos), mapas, y libros, artículos y tesis (p. 288-310), y por último un Indice de lugares y nombres (p. 312-321). El atlas fue elaborado con un criterio a la vez temático y cronológico. Los dos primeros capítulos cubren temas que cambian lentamente, por lo que se adoptó una perspectiva de larga duración: el primero analiza la organización geográfica y territorial de la región, el segundo las dinámicas de la demografía y la cultura. Los capítulos 3, 4 y 5 cubren la colonia y los siglos XIX y XX respectivamente, enfocando los temas económicos, políticos y sociales específicos de cada periodo.
8Existe una dinámica entre series de mapas históricos reunidos en torno a temas específicos, en unidades temáticas de dos páginas, con algunas ilustraciones y un texto que complementa, explica y va más allá de los mapas. En los comentarios que siguen nuestro interés se centra en el trabajo cartográfico. El resultado es una interpretación novedosa de la historia centroamericana, perspectiva globalizante que privilegia el carácter espacial de los procesos y hechos históricos. La perspectiva regional de la obra de Hall y Pérez Brignoli, detrás de la cual encontramos una concepción total de la historia (espacial, económica, social, política y cultural), permite la profundización y el detalle. De manera constante, sobre los mismos fenómenos, se pasa de la dimensión macro-regional (el territorio que ocupan hoy los países centroamericanos) al nivel nacional (incluso si se trata de aspectos de la historia colonial), así como a regiones de extensión más reducida, sin olvidar la escala local de la historia urbana y agraria. El punto de partida es la región centroamericana a partir del cual se profundiza en zonas específicas y fronterizas de los países de hoy, o bien se ofrece una visión todavía más amplia a nivel del continente. Así vemos a América Central inscrita, en diversos momentos de su historia, en el contexto latinoamericano o mundial: por ejemplo el volumen del comercio legal y las rutas comerciales en Hispanoamérica en 1782-1796 (p. 167), y la inclusión de la región dentro de la expansión imperialista británica y de los Estados Unidos. De ese modo los fenómenos históricos son tratados en sus distintas dimensiones, sobre todo a escala de la región centroamericana, pero también más amplias y particulares.
9En lo que se refiere al nivel local de la historia urbana y agraria a de la colonia y de los siglos XIX y XX, puede proponerse una lectura transversal de la obra, y mencionarse mapas y planos de un típico pueblo indio y del corregimiento de Santiago de Atitlán (p. 113), el espacio agrario de los valles de Totonicapán en 1670 y de Guatemala en 1680 (p. 148-149), la ciudad de Santiago de Guatemala entre 1541 y 1773 (p. 150), las haciendas y cultivos en la península de Nicoya en 1757 (p ; 157), variantes regionales de las economías cafeteras entre finales del siglo XIX y mediados del XX (p. 192-193) detallando en un plano el caso de la hacienda cafetera de Costa Rica en 1938 (p. 194). Percibimos en los casos mencionados la originalidad de esta obra, uno de los principales aportes: el trabajo enorme de investigación que se sintetiza y condensa en el lenguaje visual de la cartografía, con un importante grado de profundización, lo que da le claridad a la explicación de los procesos históricos en el nivel micro-regional y local.
10No se olvidan las situaciones y evoluciones de las poblaciones indígenas, los sectores sociales y étnicos de españoles, mestizos y de origen africano, del mismo modo que se sigue el curso de la población total y sus razgos culturales específicos al interior de la región, como son las relaciones étnicas, sociales y posteriormente de clase (p. 105), o los movimientos sociales de trabajadores y campesinos en el siglo XX, incluyendo los años de la fundación de partidos comunistas y de promulgación de códigos del trabajo (p. 238). Mencionamos algunos otros ejemplos para ilustrar el contenido, dejando a los lectores el placer de escoger su lectura entre muchos otros temas.
11Sobresale también el papel de los individuos en la historia, ya sean viajeros europeos o personas nacidas en Centroamérica, en especial algunos miembros destacados de las élites políticas, sociales y económicas, locales y nacionales. Entre los primeros encontramos los viajes y exploraciones de Thomas Gage 1625-1637 y de Lionel Wafer en la zona del Darién 1680-1681 (p. 7), las rutas de la expedición científica del Reino de Guatemala, 1795-1802 (p. 9), los viajes de Stephens y Catherwood 1839-1840 (p. 10), las primeras exploraciones de la región y las expediciones de conquista entre 1501 y 1544 (p. 66-67), la conquista de terriorios particulares como Veragua y Costa Rica (p. 68-69), las encomiendas atribuidas en el sur de Guatemala en la primera mitad del siglo XVI (p. 71), el recorrido detallado de fray Alonso Ponces a través de Centroamérica, 1586 (p. 122-123), las acciones del “mercenario” (filibuster en inglés) norteamericano William Walker en el escenario de la “guerra nacional”, 1854-1856 (p. 184). Entre los americanos se representa la crisis política de Guatemala a mediados del siglo XIX y el papel desempeñado por el general conservador Rafael Carreras (p. 183), los viajes de Lorenzo Montúfar y de Enrique Guzmán Selva en la segunda mitad del siglo XIX en el contexto de las influencias del liberalismo y el positivismo (p. 189). En lo que se refiere al régimen político y a las guerras civiles y golpes de Estado se presentan de manera comparativa columnas que representan el proceso de cada país, en las que se menciona el nombre de los gobernantes en las diferentes etapas: regímenes liberales y conservadores 1840-1900 (p. 186), gobiernos y guerras civiles 1900-1945 (p. 224) y gobiernos, guerras civiles y golpes de Estado 1945-1990 (p. 233).
12Por último, la ubicación estratégica de América Central como pieza clave para el comercio mundial y los intereses de las sucesivas potencias en América – encontrándose en el centro del hemisferio occidental y a mitad de camino en la ruta entre Europa y Asia Oriental – hace que estén presentes mapas sobre las incursiones de piratas europeos, principalmente británicos, en los tiempos del dominio español (p. 134-135), la presencia de colonias y establecimientos ingleses y de otras naciones europeas en los siglos XVII y XVIII (p. 142-143), el tráfico de contrabando hacia 1760 (p. 132). En esta línea se encuentra la posterior implantación de compañías norteamericanas, y la creciente y poderosa influencia de los gobiernos de Estados Unidos sobre la región, como también, en su tiempo, de la Unión Soviética. En palabras de los autores, América Central ocupa un lugar especial en la historia de América Latina desde 1513, por el papel importante en el transporte de las riquezas extraídas del Nuevo Mundo en los siglos XVI a XVIII, y por el ferrocarril y el canal de Panamá en los siglos XIX y XX. Por su situación geográfica única, América Central asumió una importancia desproporcionada con relación a su tamaño.
13En cuanto a la forma de los mapas, sus convenciones son en su mayoría claras y siempre se menciona la escala utilizada, tanto en millas como en kilómetros. Se percibe un esfuerzo por adoptar las convenciones apropiadas para los fenómenos tratados en sus diversas dimensiones, sin embargo la escogencia de algunos colores y de otros símbolos de representación cartográfica podrían discutirse en algunos casos, teniendo en cuenta los trabajos conocidos por el autor de esta reseña: otras metodologías quizás predominantes en otras latitudes que proponen otras herramientas y procedimientos en la elaboración de mapas temáticos, corrientes como la semiología gráfica del taller de Cartografía del Instituto de Estudios Políticos de París (http://www.sciences-po.fr/cartographie/), y otras tendencias que consideran posibilidades diferentes de construir mapas históricos, con vínculos más cercanos a la historiografía y la geografía francesas, como los atlas históricos dirigidos por George Duby y Pierre Vidal-Naquet, sin que esto excluya que existan elementos en común con trabajos realizados del otro lado del Atlántico.
14El Historical Atlas of Central America es mucho más detallado que los enfoques centrados en el espacio mundial o en la historia universal. No sólo se visualizan los procesos sino que también se está creando conocimiento en profundidad, y por eso algunos de los mapas, por la complejidad de los fenómenos históricos que representan, no son de rápida lectura, hay que mirarlos con atención y detenimiento, y leer el texto que enriquece, aclara e incluso va más allá de los mapas. Así, los modos de consulta pueden ser múltiples, de acuerdo a los intereses de cada lector, pero todos los especialistas de América Central encontrarán temas relacionados con sus intereses de investigación y estudio. Esta obra confirma la capacidad de síntesis que posee la cartografía histórica al servicio de la investigación, muy útil para la difusión del conocimiento histórico a través de los libros. En una perspectiva más amplia, el trabajo refleja las particularidades del oficio de historiador y de cartógrafo tanto en Centroamérica como en América Latina y Estados Unidos, y valdría la pena preguntarse por el aporte que puede representar en los estudios americanistas a nivel mundial, pero también como aporte más amplio para los trabajos de historia regional.