Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica

1Las buenas biografías, bien documentadas y con una buena problemática, son escasas en la historiografía centroamericana. Salvo la notable de Louis E. Boumgartner dedicada a José Cecilio del Valle y la de Ralph Lee Woodward sobre Rafael Carrera, el historiador que se interesa en el itinerario de los individuos tiene a menudo débiles reseñas biográficas que tiene que buscar en las revistas especializadas de genealogías, cuando no tiene que compilar los datos en base a los preciosos índices onomásticos de las obras de referencia sobre la historia centroamericana. El trabajo de César Brañas (1899-1976) sobre Antonio Larrazábal no es una excepción a la “regla” enunciada más arriba, aunque el historiador dispone con este trabajo de una buena base para seguir las grandes etapas de la vida del canónigo Larrazábal. No se trata exactamente de una buena biografía basada en numerosas fuentes notariales o judiciales, ni sobre un análisis crítico de los documentos de archivo, pero puede decirse que César Brañas estaba sin duda animado por buenas intenciones. Quería volver sobre algunos errores de interpretación, compilar el conjunto de los escritos de Larrazábal y ofrecer un retrato sociológico bastante completo, lo que lo llevó por ejemplo a transcribir el testamento del canónigo redactado en 1847 (p. 415-419). Pero este trabajo se inscribe también en una época particular, puesto que fue publicado en 1969 al celebrarse el bicentenario del nacimiento de un hombre que había vivido las grandes fases de la historia centroamericana. Se trata también de la obra de un buen escritor, poeta brillante y prolijo, deseoso de honorar la memoria de un “prócer” sin caer en la hagiografía.
Curiosamente publicado en dos volúmenes, la obra está dividida en 41 capítulos –algunos poco relevantes– que se leen fácilmente gracias al plan cronológico escogido. Uno puede lamentar las numerosas digresiones del autor, que muy a menudo avanza comentarios personales que rompen el filo de la historia sin aportar mayor cosa. Las citas son a veces muy largas y mal separadas de las análisis. Si bien los documentos utilizados para construir el relato son citados (muchas veces entre paréntesis), el autor no recurre a las notas de pie de páginas y las fuentes son escasamente localizadas.
El primer volumen nos permite seguir las etapas de la carrera eclesiástica hasta la fecha fatídica de 1814, cuando Larrazábal fue hecho prisionero luego del final brutal del régimen constitucional instaurado por las Cortes de Cádiz, y el segundo volumen revela que el hombre fue un actor de la vida política Centroamericana, que más adelante jugaría un papel clave sosteniendo el régimen conservador de Rafael Carrera desde 1840 hasta su fallecimiento.