Ficha n°69
CASAUS Y TORRES, don Ramon
Cargo: Arzobispo de Guatemala.
Nació: el 13 de febrero de 1765, en la ciudad de Jaca, Aragón, Esp..
Murió: en 10 de noviembre de 1845 en la Ciudad de la Habana, Cuba .
Padres: Don Pedro Ramón Casaus y Las Plazas, y doña Manuela Torres y Gómez.
Resumen: El arzobispo don Ramón Casaus y Torres es bastante conocido en la historiografía centroamericana como la figura más destacada del conservadurismo, durante la época de la Independencia; sin embargo dudamos que su personalidad y su acción pública haya sido trabajada suficientemente, y aunque nuestra pequeña nota no pretende renovar esta lectura, queremos presentar algunos puntos que nos llevan a pensar que sólo una verdadera biografía analítica y completa permitirá conocer a este prelado a cabalidad. Se sabe relativamente poco de sus años de formación y de su familia de origen aunque se sospecha que su familia pertenece a la nobleza. Llegó en la ciudad de México en el año de 1788 siendo religioso de la orden de Santo Domingo; allí concluyó sus estudios de teología en el Colegio de Porta Celi. En 1805 recibió el grado de doctor y obtuvo la Cátedra del Doctor Angélico en la Universidad Mexicana. Fue regente de estudios en su provincia, definidor y procurador. En 1806, el rey lo nombró auxiliar del obispado de Oaxaca. Fue consagrado en México en 1807 y uno de sus padrinos fue el señor Fraile Cayetano Pallas, prior del convento Imperial y obispo electo de Nueva Segovia. Este último había sido su maestro en Zaragoza, y en su compañía había pasado a América. Su gran erudición le abrió las puertas de la Real Sociedad de Jaca como Socio de Mérito.
Es todo lo que podemos decir hasta ahora sobre sus 45 primeros años de vida, lo que contrasta fuertemente con la cantidad de datos que pudimos juntar sobre la acción pastoral y política del hombre en el Reino de Guatemala y durante la Federación, hasta su expulsión en 1829.
Cuando emprendió el viaje hacia la Ciudad de Guatemala, lo acompañaba una impresionante caravana de mulas: su biblioteca era entonces valorada en 7072 pesos incluyendo libros de poesía, novelas y autores clásicos. En comparación, sus alhajas y su plata – 4504 pesos –, sus muebles - 1032 pesos- y su ropa de uso - 2003 pesos - representaban poca cosa. Su gran erudición no se puede negar, y de hecho se convirtió, durante sus años de residencia en Guatemala, en la personalidad intelectual más influyente, apenas superada quizás por el “sabio” don José Cecilio Del Valle, aunque de una manera muy distinta. Lorenzo Montúfar decía de Casaus que era tan erudito como intrigante. Otra prueba de sus capacidades literarias es el hecho que haya sido elegido por el virrey de México para redactar una carta pastoral destinada a rebatir el famoso manifiesto del padre Hidalgo. Durante ocho días trabajó para realizar el manuscrito que tituló Cartilla de párrocos, el cual fue impreso inmediatamente y repartido por toda la Nueva España. El prelado llegó a la ciudad de Guatemala a finales de julio de 1811 luego de un largo y penoso viaje en época lluviosa.
Apenas instalado, tuvo que demostrar su autoridad cuando algunos salvadoreños, en noviembre de 1811, se esforzaron en denunciar el pacto colonial. Se mantuvo siempre firme tomando múltiples medidas conservadoras para impedir el esparcimiento de las ideas revolucionarias. Por ejemplo, el 17 de febrero de 1812 daba orden de recoger un libro a sus curas. Este libro titulado España vindicada en sus clases y autoridades debía ser remitido a la Real Audiencia. Para hacer énfasis en las dificultades que implica cernir la personalidad de Ramón Casaus y Torres, es interesante mencionar la opinión que reservaba al canónigo Martínez, quien asumía posiciones políticas aun más conservadoras: “El señor Martínez Habanero tiene un genio tímido, suspicaz para su propia conveniencia sin la resolución necesaria para desempeñar cosas del Santo Oficio por cobardía y miramientos”. De hecho su actitud mezclaba una gran firmeza hacia los insurgentes y un cierto tipo de apertura hacia las ideas del Siglo de las Luces. Su dureza hacia los insurgentes se notó varias veces: el padre Tomaz Ruiz, entre muchos otros, mereció un tratamiento particularmente violento, de la misma manera hizo todo lo posible para hacer callar al padre don Matías Delgado cuando éste se hizo el portavoz de una iglesia salvadoreña independiente. Sus actos hacia los ilustrados (sostenimiento del Periódico de la Sociedad Económica de Guatemala, participación concreta en el trabajo de la Asamblea Nacional Constituyente), y las relaciones privilegiadas que mantuvo muy rápidamente con José Cecilio Del Valle, demuestran que era un hombre de su tiempo, curioso, deseoso de fomentar un cierto tipo de progreso. Por ejemplo, al ser discutida la moción del Dr. don José María Castilla en el seno de la Diputación provincial acerca de prohibir el enterramiento de cadáveres en los templos, el arzobispo, junto al deán Antonio García Redondo, decidió salvar su voto y más tarde contribuir a los gastos de construcción de un cementerio. Sus relaciones con la aristocracia criolla merecen también un estudio cuidadoso: con la familia Aycinena y con los dominicos no cabe duda que existió una verdadera alianza de poder. De igual manera las relaciones con el Capitán General Bustamente fueron constructivas, y durante la época de insurgencia que marcó el período (1811-1818) ambos supieron aliarse con algunos sectores criollos bien elegidos. La familia Pavón fue también muy influyente y no debe sorprendernos que Ramón Casaus y Torres haya elegido al canónigo Bernardo Pavón como provisor de la diócesis cuando salió de visita a finales de 1813 —sin embargo hay que notar que les relaciones entre ambos se deterioraron hacia 1817—. De la Independencia hasta su expulsión en 1829, a mano de los liberales encabezados por Mariano Gálvez, el arzobispo se mantuvo firme en sus posiciones ideológicas conservadoras, aunque hizo siempre pruebas de un cierto pragmatismo y su actuación política sigue siendo poca conocida. Al fin y al cabo, es cierto que el arzobispo don Ramón Casaus y Torres representó el tipo de estos hombres, autoritario e inclinado a la represión. Sus oraciones, sus sermones y sus actuaciones públicas nos hacen también pensar en la figura de Bossuet y tal cual como éste tiene un lugar especial en el panteón de la memoria francesa, el arzobispo Casaus podría tener la suya.