Ficha n°77
CASTILLA, don José Maria
Cargo: Canónigo, Rector del Colegio Tridentino de la ciudad de Guatemala..
Nació: en 1785 en la ciudad de México.
Murió: el 27 de abril de 1838 en Madrid (España).
Padres: don José Castilla y la Eza (¿-1805), caballero profeso del Orden de Santiago, Capitán de Caballería natural de la Villa de Almanza en el Reyno de Murcia, y doña Manuela Diez de Tejada y Paz, natural de la Ciudad de Antequera, diócesis de la Ciudad de Málaga, legítimamente casados. .
Resumen: Llegó a Guatemala en el año de 1811, donde después de su investidura eclesiástica se involucró rápidamente en la vida publica del Reino. Aunque se tienen pocos datos de su formación intelectual no cabe duda que se trataba de una persona muy bien preparada, con capacidad de tener iniciativas políticas. El testimonio de Bonifacio Fernandez, tesorero de la Real Hacienda de Chiapas, permite ubicar el nivel social de la familia de origen: decía que “había conocido al padre del canónigo Castilla en Madrid en los años 1802 y 1803 y que había muerto, en 1805, con las condecoraciones que ostentaba (...) la calidad de sus abuelos que se menciona en la partida de bautismo de doña Antonia María, puesto que había “tratado”, en Sevilla, al Marqués de la Granja, primo de los hermanos Castilla, y sus parientes quienes eran “de la primera nobleza de aquella ciudad.”. Cuando el arzobispo don Ramón Casaus y Torres fundó el Periódico de la Sociedad de los Amigos del Pais nombró a Castilla vice rector de la publicación. Siendo entonces rector del Colegio Tridentino nuestro canónigo propuso aumentar las becas para jóvenes pobres en el seminario para impulsar las vocaciones clericales; para esto el promotor fiscal defendía la idea que se podría cobrar 3 % sobre todos los fondos de capellanías. Otra solución era atribuir esos fondos al seminario; se trataba de 26705 pesos de las capellanías cuyos capitales no llegaban a la tercera parte de la congrua de este arzobispado, que era de 5000 pesos o excedían poco de esa cantidad, cuyo patronato tocaba a la mitra. A finales de 1817 se libró título de juez de testamentos, obras pías y capellanías, de manera suplente por ausencia del propietario, al canónigo Castilla y sabemos por otra parte que de vez en cuando sirvió de juez de matrimonios en distintos casos. Cuando cayó el absolutismo, Castilla supo aprovecharse immediatamente los espacios de poder ofrecidos. Como miembro de la diputación provincial, se mostró favorable a la constitución de una comisión, para que los medios para el fomento de la educación popular fueran conocidos. Sus posturas se adecuaban a las posiciones políticas que asumía en las columnas del periódico “El Editor Constitucional” junto a Pedro Molina, y tras la Independencia, desde el púlpito de la catedral pronunciaba un sermón explícito de la nueva era política : “No hay distincion entre ladino e indio, entre negro y blanco, entre europeo y americano: que la fraternidad y la paz, hijas predilectas de la libertad, estrechen más y más nuestros vínculos”. Durante la época de la Asamblea Nacional Constituyente su influencia fue aún más fuerte. Louis Boumgartner subraya su clarividencia cuando se trató de discutir el mejor lugar para empujar el nacionalismo centroamericano y evitar la desunión : "...el que se justifique o no, el espíritu de la rivalidad en las provincias con respecto a su tradicional capital me hacen creer que esta rivalidad no sera olvidada al momento de decidir sobre la residencia de las autoridades supremas, y nuestro primer objetivo debe ser el de remover las causas que inspiran ese espíritu. Así Guatemala no debe ser más la capital”.
Lo encontramos después ejerciendo como diputado en la Asamblea Nacional de Guatemala durante la Federación. En la Junta de Gobierno del año de 1827 lo encontramos asumiendo el papel de rector del Hospital de San Juan de Dios de Guatemala. Dirigió el Colegio Tridentino desde el año de 1827 hasta por lo menos marzo de 1842 según un Bosquejo estadístico redactado por Antonio Larrázabal. Trabajó entonces en estrecha cooperación con el padre José Teodoro Franco quien era el contador del colegio. Después de esta fecha ignoramos de su paradero. Arturo Valdés Oliva nos informa que murió en Madrid. Sin citar ninguna fuente nos informa que “la enfermedad que había contraído en el viaje que hizo a La Habana en el año de 1840 y que siempre lo tuvo resentido lo puso en 1848 a viajar para España con el fin de curarse”.