Ficha n° 2251
Creada: 22 septiembre 2009Editada: 22 septiembre 2009
Modificada: 23 septiembre 2009
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Autor de la ficha:
Felipe ANGULOPublicado en:
ISSN 1954-3891Árbol de historias. Configuraciones del pasado en Severo Martínez y Luis Cardoza y Aragón
- Palabras claves :
- Historia de Guatemala, Historia y Literatura, Severo Martínez, Luis Cardoza y Aragón
- Tipo de noticia:
- Novedad bibliográfica
- Lugar:
- Guatemala
- Fecha:
- 23 de septiembre de 2009
- Resumen:
-
Por Françoise Perus
Árbol de historias. Configuraciones del pasado en Severo Martínez y Luis Cardoza y Aragón, de Ana Lorena Carrillo, es en muchos sentidos un libro sorprendente. Aborda la problemática de las complejas relaciones entre historia y literatura a partir de dos obras constitutivas de la cultura y la identidad guatemaltecas: La Patria del Criollo y Guatemala, las líneas de su mano. Al proponer una relectura de estas obras desde perspectivas disciplinarias cruzadas y ponerlas a dialogar entre sí y con tradiciones heterogéneas y diversas, la autora de Árbol de historias las saca literalmente de “sus casillas”: contribuye a remover no pocos lugares comunes en torno a autores y obras, a cuestionar posicionamientos ideológicos estancados, y a reavivar una serie de debates, hoy más necesarios que nunca. En otras palabras, con base en una investigación acuciosa, rigurosa y compleja, Ana Lorena Carrillo logra, no sólo devolver a estos clásicos de la cultura guatemalteca su condición de obras vivas y abiertas al presente de la historia y la cultura en devenir, sino también, y sobre todo, restablecer el nexo necesario entre los temas imperantes en el ámbito académico y las acuciantes demandas de nuestro tiempo. Entre ellas, la de reabrir el pasado, o mejor dicho, los muchos pasados –próximos o lejanos–, que siguen actuando de muy diversa manera en nuestro presente histórico, y que hoy en día tantos –a diestra y siniestra– se empeñan en clausurar, sin advertir que, si bien no hay pasado sino para un presente, tampoco hay porvenir sin reapertura del pasado ni reconsideración de los efectos – deseados o no– de nuestras acciones y creencias de ayer.
El cuestionamiento de la historia, y de su validez como disciplina científica, es uno de los grandes temas que atraviesan actualmente las disciplinas humanas y sociales, en consonancia con el discurso mediático. En este marco de conjunto, las muchas formas de asimilación entre historia, lenguaje y ficción, asociadas con diversas concepciones acerca de la narración y la representación, suelen contribuir a que se desdibujen las fronteras entre disciplinas. Aunque desde siempre móviles y porosas, pero definidas y constantemente redefinidas en marcos históricos y conceptuales precisos, estas fronteras ubican la cuestión de la interdisciplinariedad –o de la transdisciplinariedad– en torno al ámbito de pertinencia de nociones y conceptos provenientes de disciplinas diversas, de cara a las necesidades analíticas planteadas por la investigación concreta y la precisión de su objeto particular. A este respecto, el lector de Árbol de historias encontrará en el primer capítulo una exposición detallada de los objetivos de la investigación, y una discusión rigurosa acerca de la pertinencia de los instrumentos conceptuales seleccionados y puestos a prueba en dicha investigación. Conviene destacar la atención que pone la autora en la evaluación de este instrumental conceptual –en particular los caminos de análisis que abren o cierran nociones y conceptos–, y su marcada preocupación por no dejarse arrastrar por los efectos perniciosos de la disolución de la historia en meros asuntos de lenguaje, o por la muy discutible equiparación de la historiografía con la ficción. Sin desconocer las “teorías” hoy al uso, busca contrastarlas con otras propuestas menos centrales y provenientes, muchas de ellas, del ámbito latinoamericano. Rescata así una tradición de reflexión nuestra en torno a la historia y la literatura y sus relaciones mutuas; tradición de reflexión que logra convertir en parte activa y significativa de debates conceptuales que rebasan ampliamente el ámbito latinoamericano, y que han de permanecer abiertos.
Implícita en el título “literario” que confiere al resultado de su investigación, la pluralidad de “historias” que Ana Lorena Carrillo pareciera estar oponiendo a la Historia y a la noción de totalidad que ésta conlleva, no debe llevar a equivocación. No se trata aquí de una impugnación de las posibilidades del conocimiento histórico, ni de la interconexión entre los diferentes aspectos y dimensiones de los procesos históricos. El asunto es otro. Al poner a dialogar entre sí dos modalidades distintas de abordar y configurar el pasado guatemalteco desde un presente harto problemático –aunque relativamente distinto en uno y otro caso–, la autora se propone hurgar en este pasado y escarbar en otros modos de irlo configurando, con el objeto de destacar, en las dos obras que analiza, las huellas de textos anteriores, de configuraciones e imágenes recurrentes, cuya presencia sigue activa en el imaginario y la cultura guatemaltecos. Mediante análisis detenidos y precisos, muestra de qué manera esta presencia activa va pugnando con las interpretaciones que tanto Severo Martínez como Luis Cardoza proporcionan del pasado nacional, y repercutiendo hasta en la forma de sus exposiciones, sea que dicha forma busque adecuarse a las reglas del discurso historiográfico, o inscribirse dentro, o en contra de tradiciones literarias concretas, tales como la vanguardia o el realismo social. Dichos análisis parten de la heterogeneidad conflictiva de materiales que provienen de horizontes y de espacios-tiempos muy disímiles, y atañen tanto a la cultura guatemalteca como a los ámbitos “disciplinarios” en que sendos autores inscriben sus prácticas, a las que la autora refiere a su vez a las condiciones histórico-sociales de su enunciación. Ponen de relieve la “materialidad” de los textos, la sedimentación de “lugares” y modalidades específicas de configuración del pasado, y con ellos, la permanencia o reiteración de “gestos” y figuraciones del sujeto de la enunciación que, más que responder a una ideología particular, parecen inscribirse en el largo plazo de unas “mentalidades”, cuyas premisas, varias veces transfiguradas pero legibles en el entrevero de las líneas de la mano, han de buscarse, precisamente, en la colonia y en la concepción que de la “patria” había venido forjándose el “criollo”.
Las diversas calas que la autora opera en el espesor de los textos acuden a instrumentos de análisis provenientes de la lingüística, la narratología y la crítica literaria. La formalización de sus análisis, sin embargo, dista mucho de desembocar en un formalismo estéril, o en la subordinación de los textos a una “textualidad” o una “narratividad” generalizadas, y huérfanas de toda perspectiva histórica. Lejos de remitir a universales abstractos, y con ello a la ambición de ir fijando su sentido, las imágenes, los tópicos, los procedimientos y las formas narrativas que describe Ana Lorena Carrillo cobran todo su valor en relación con las prácticas y los materiales concretos que organizan y reconfiguran. Considerados en función del espesor de una cultura cuyas sedimentaciones –pasajeras o duraderas– no están exentas de profundas escisiones y sacudidas violentas –telúricas o no–, y en función de las prácticas en cuyo marco cobran su valor concreto, imágenes, tópicos, procedimientos y formas narrativas, vuelven a cobrar sentido y significación en sus debidos ámbitos de pertinencia. Pero muestran también su ineludible valor de convenciones socio-culturales, el cual llama poderosamente la atención sobre los efectos paradójicos de estas mismas convenciones.
Libro sorprendente a la vez que necesario, Árbol de historias habrá sin duda de inquietar a muchos. Pionero en más de un aspecto, merece ser leído con atención, ser estudiado y analizado sin prejuicios, y evaluado por la seriedad, el rigor y la novedad de las perspectivas de investigación y reflexión que contribuye a perfilar.