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AFEHC : bibliografia : El Imperio mexicano y el Reino de Guatemala. Proyecto político y campaña militar, 1821-1823 : El Imperio mexicano y el Reino de Guatemala. Proyecto político y campaña militar, 1821-1823

Ficha n° 3205

Creada: 26 noviembre 2012
Editada: 26 noviembre 2012
Modificada: 26 noviembre 2012

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Autor de la ficha:

José Edgardo CAL MONTOYA

Editor de la ficha:

Emilie MENDONCA

Publicado en:

ISSN 1954-3891

El Imperio mexicano y el Reino de Guatemala. Proyecto político y campaña militar, 1821-1823

Exhaustiva investigación que se ha nutrido de una muy esmerada lectura y selección de documentación proveniente de archivos de Estados Unidos, México, Guatemala, El Salvador y el Reino Unido en la que se propone, desde un riguroso diálogo con la historiografía centroamericanista, una reinterpretación crítica del proceso de incorporación del Reino de Guatemala al Imperio mexicano.
Palabras claves :
Guatemala, Independencia, Anexión a México.
Categoria:
Libro
Autor:

Mario Vázquez Olivera

Editorial:
Fondo de Cultura Económica
Fecha:
2009
Reseña:

1Tres años de conflicto y dos siglos de guerras. El Imperio Mexicano y la Historia centroamericana.

2Distintamente a aquellas investigaciones históricas que sólo otorgan importancia a la ‘larga duración’ y no ponen suficiente atención a la construcción del poder político, el libro del colega Mario Vázquez que hoy tengo el privilegio de comentar, no solamente rescata un trozo fundamental y desconocido de la Historia de México y Centroamérica habitualmente desatendido dentro de la historiografía mexicana; sino también reivindica la gran importancia que tiene la Historia de esta región en la comprensión del pasado mexicano, el que ahora goza de mayor atención pública al albor de las conmemoraciones del bicentenario. Estas conmemoraciones, de las que habitualmente los historiadores no somos grandes entusiastas, no dejan de ser también una ocasión propicia para que los aportes interpretativos de la Historia como actividad profesional contribuyan a una interpretación crítica del pasado de estas sociedades que han compartido un itinerario común en el tiempo y han sufrido, tomando las palabras del profesor Severo Martínez Peláez, un largo y penoso proceso de definición estatal.

3El libro que el Fondo de Cultura Económica ofrece a los lectores de América y Europa que ha sido cuidadosamente editado e incluido dentro de la sección de obras de Historia, forma parte de la tesis de Maestría en Estudios Latinoamericanos que Mario Vázquez leyó en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 1997 y fue merecedora del prestigioso premio Francisco Javier Clavijero del Instituto Nacional de Antropología de Historia de México (INAH) a la mejor tesis de Maestría en Historia. Junto a este premio, el autor también obtuvo el mismo año la medalla Alfonso Caso, con la que la UNAM premia a sus graduados de postgrado más distinguidos. La publicación de este trabajo no solamente ratifica la sólida trayectoria académica que ha distinguido a Mario Vázquez a lo largo de su vida, sino otro aspecto de su itinerario personal e intelectual que no es menos importante: su profundo compromiso con el conocimiento de la Historia de Centroamérica en México, campo de trabajo historiográfico que paso a paso ha ido cobrando mayor importancia no solamente dentro del Centro de Estudios sobre América Latina y el Caribe de la UNAM, sino en otros prestigiosos centros de investigación de la república mexicana. La publicación de este libro es motivo de regocijo no solamente dentro de la historiografía centroamericana, sino sobre todo dentro de la historiografía mexicana, ya que demuestra que Centroamérica es un tema digno de atención en la comprensión de su propio proceso de emancipación. Bien decía José Vasconcelos en La Antorcha de noviembre de 1924 que Guatemala, y lo hago yo extensivo a esta región, es el ‘punto de toque’ de las relaciones de México con el resto del mundo. Mario Vázquez con este trabajo, le otorga a esta región, siempre periférica en el desarrollo de la historiografía americanista, el lugar que le corresponde en su justa dimensión y medida dentro de la Historia de México y el resto de América Latina.

4Esta exhaustiva investigación que se ha nutrido de una muy esmerada lectura y selección de documentación proveniente de archivos de Estados Unidos, México, Guatemala, El Salvador y el Reino Unido, propone – desde un riguroso diálogo con la historiografía centroamericanista -, una reinterpretación crítica del proceso de incorporación del Reino de Guatemala al Imperio mexicano. Esfuerzo que pone en tela de juicio no solamente las tenues menciones o interpretaciones que se han hecho sobre este episodio en la Historia de ambos países dentro de la historiografía guatemalteca y centroamericana, sino también lo perjudicial que puede resultar para la investigación histórica el influjo no sólo del regionalismo, sino también del imaginario político liberal en su escritura y representaciones colectivas expresadas en la memoria.

5Una de las aportaciones sustanciales de la investigación de Mario es mostrar que el empeño de Agustín de Iturbide y otros altos dirigentes mexicanos por incorporar al naciente Imperio a la Audiencia de Guatemala y la decisión de las propias autoridades de las provincias guatemaltecas por adherirse al Plan de Iguala, fue un proceso diferenciado. Contrariamente a aquellos autores que han sostenido que esta decisión fue de carácter coyuntural, el estudio va exponiendo que la emancipación de las provincias guatemaltecas no fue una consecuencia incidental de la emancipación mexicana, sino que, por el contrario, las diferentes declaraciones de independencia que promovieron por separado las autoridades de distintas provincias y distritos del Reino, desde Chiapas a Costa Rica, entre agosto y septiembre de 1821, el momento y la manera en que se verificó cada una de ellas, así como también el intempestivo conflicto que sobrevino en la Audiencia; estuvieron determinados por la iniciativa anexionista mexicana, la cual era una parte sustantiva de su programa imperial de expansión territorial que estaba referido a un imaginario político hondamente arraigado en las élites mexicanas. Este ‘nodo interpretativo’ no solamente complejo, sino que hay que desmadejar dentro de una historiografía influida por el nacionalismo y los prejuicios, es narrado por Mario Vázquez con un estilo claro y muy intenso, en el que esta historia en la que sobresalen un cura libertario, un malhadado emperador, una ciudad insumisa y un general soberbio y generoso, es un reflejo fiel de uno de los siglos más vibrantes de la Historia de la humanidad, nuestro siglo, el siglo XIX. Este rasgo particular del libro no solamente se debe al profesionalismo de Mario, sino también a su vena literaria que imperceptiblemente consigue imprimir a la Historia que escribe sin restarle rigor.

6Para Iturbide, la anexión de aquellas provincias era un paso obligado en la consolidación del Imperio. Al ser la defensa estratégica y la estabilidad interior del Estado una de sus principales preocupaciones, la existencia de Guatemala bajo el control de la Metrópoli o como república independiente, podría constituirse en una amenaza y fuente de conflictos para la monarquía mexicana, por lo que su incorporación al Imperio permitía alentar las expectativas mexicanas de proyectarse hacia el Caribe para ampliar su comercio interoceánico. El Plan de Iguala posibilitaría un régimen de libertades para esta región, pero que también sería suficientemente sólido para mantener su estabilidad interior y hacer frente a las predecibles ambiciones extranjeras u otras ‘innovaciones republicanas’. La prensa mexicana, como bien lo muestra Mario Vázquez, desarrolló amplios editoriales sobre la conveniencia de la ‘doctrina Iturbide’, dado que Guatemala carecía del vigor necesario para ser un reino próspero y poderoso. El 10 de julio de 1822 sería el día en que estas perspectivas quedarían consagradas como doctrina de Estado, pero sin habérselo propuesto, su emprendimiento por parte de las autoridades mexicanas, terminarían dando lugar a una grave crisis política en el interior del Reino desatando una serie de escisiones y rupturas que pronto desembocaron en una guerra civil, la que alcanzaría sus cuotas más cruentas, con la instauración y posterior defección del proyecto federal.

7Aunque no se puede negar que la ‘doctrina Iturbide’ pudo abrirse camino dentro del sector más conservador de las élites centroamericanas teniendo en los Aycinena a sus principales promotores para favorecer sus intereses mercantiles, el trabajo consigue demostrar que la iniciativa anexionista revistió también un carácter coercitivo: insinuaciones, chantajes y amenazas fueron habituales por parte de las altas autoridades mexicanas a sus pares centroamericanos. A diferencia de México donde la adhesión de las autoridades provinciales al Plan de Iguala se tradujo en lo inmediato en la cohesión del país, la manera de expandir la iniciativa mexicana en Centroamérica más bien terminó dando pábulo a profundas divisiones. Entre los mismos partidarios de la unión a México se configuraron dos grandes campos antagónicos, el de ciertas provincias y distritos que en el acto mismo de agregarse al Imperio desconocieron al gobierno de la Audiencia, y otro que agrupaba a provincias y distritos que siguieron siendo leales a la antigua capital. Iturbide quiso rescindir estas diferencias aplicando coercitivamente el ‘plan de pacificación’. Con el tiempo, sus resultados desfallecerían. Este contexto creciente de tensión entre las élites, entre Guatemala y las demás provincias y entre México y la posibilidad de emancipación centroamericana, es narrado con Mario Vázquez con extraordinario detalle para ofrecernos nuevos elementos de comprensión del proceso de Independencia. Por medio de su investigación podemos constatar cómo la simpatía de las élites de Guatemala por el Plan de Iguala, a pesar de sostener diversos puntos de vista antagónicos, posibilitó que sumaran esfuerzos en aras de apresurar de declaración de Independencia que evitara un derrocamiento violento de las autoridades españolas y empezar a acometer la presión ejercida por la inminencia de la incursión mexicana. Desde mucho tiempo atrás se venían acumulando diversidad de conflictos entre las élites y los sectores subalternos y entre Guatemala y el resto de las provincias centroamericanas que fueron aplacados temporalmente por esta declaración apresurada. Como bien señala Mario, los Aycinena verían su relación con Iturbide desde una valoración de la dimensión geopolítica del proyecto imperial mexicano, el cual les daría la posibilidad de constituirse en intermediarios de la autoridad mexicana en el Reino de Guatemala obteniendo ese respaldo político y militar que les hacía falta para consolidar su proyecto hegemónico. Más allá de la iniciativa mexicana, los conflictos entre las élites de Guatemala y las demás provincias continuaron después de la caída de Iturbide y durante el corto período de existencia de las Provincias Unidas del Centro de América.

8Lo que en el papel podría considerarse como un proceso de unificación territorial en Centroamérica a tenor de la iniciativa mexicana, dio como resultado una división en tres campos antagónicos. Por un lado, las provincias y distritos disidentes que se habían sumado al Imperio mexicano y repudiaban a Guatemala. Por otro, el bloque anexionista capitalino, encabezado por la diputación provincial guatemalteca, los funcionarios de la audiencia, el arzobispo, los jefes militares y las poderosas redes familiares guatemaltecas y sus clientelas provincianas. Y finalmente, había surgido un nuevo foco disidente, el gobierno de El Salvador, de convicciones republicanas – y hastiado del dominio guatemalteco-, el cual se negó a aceptar la unión a México y desde enero de 1822 rompió con Guatemala, aunque sólo retenía bajo su control los distritos centrales de la provincia. Para el Imperio mexicano era necesario ‘disuadir a los espíritus inquietos’ de los salvadoreños, tarea difícil cuando la capitanía estaba en serios aprietos financieros, por lo que hubo necesidad de requerir caudales adicionales al resto de las provincias. El Salvador, como lo relata Mario desde una minuciosa reconstrucción de los hechos, pudo resistir el embate de los imperiales guatemaltecos y mexicanos por más de un año, hasta que Vicente Filísola doblegó a las tropas salvadoreñas el 8 de febrero de 1823 tomando posesión de la ciudad de San Salvador al día siguiente, presidiendo la ceremonia de agregación a México de aquel territorio. Aquella gloria, como todas las de la Historia, sería efímera. El triunfo de Filísola se produciría unas cuantas semanas antes de la caída de Iturbide. Contrariado por las órdenes del Secretario de Relaciones Exteriores, Lucas Alamán, de permanecer en ciudad de Guatemala en tanto las provincias centroamericanas decidían su destino de un modo legítimo o hasta que fuera llamado por el congreso mexicano, las nuevas circunstancias se pondrían en su contra: el ambiente en Guatemala hacia su persona se hacía cada vez más adverso ya que las elecciones para diputados irían tomando un tono marcadamente antimexicano, llegando a su punto más alto cuando asume la presidencia de sesiones su máximo enemigo: el patriarca salvadoreño José Matías Delgado. Días después los diputados centroamericanos condenarían la anexión a México y proclamaron el 1º de julio de 1823 la independencia absoluta de las Provincias Unidas de Centro América y transformaron el Congreso en asamblea constituyente. Quince días después la asamblea ordenó que las tropas mexicanas abandonaran Centroamérica y el congreso mexicano había resuelto también su retorno. A Filísola sólo le quedaba el último encargo de disolver por la fuerza la junta autónoma que gobernaba Chiapas para restaurar su obediencia al gobierno mexicano.

9México cambió y Centroamérica también cambió, no por simple derivación, sino por los conflictos que atravesaban ambas naciones, los que terminaron por romper un proyecto de expansión imperial que se sostenía en elementos muy endebles. La Historia no solamente nos ha legado estos hechos sino también interpretaciones digamos, predominantes, sobre nuestro pasado. Las diversas confrontaciones sostenidas entre la Federación Centroamericana con México por los casos de Chiapas y el Soconusco dieron lugar a que los dirigentes centroamericanos asumieran la anexión al Imperio y la intervención militar mexicana como episodios humillantes. Las autoridades salvadoreñas y guatemaltecas fueron más radicales, ya que dispusieron destruir la documentación referente a estos hechos o seguir judicialmente a quienes hicieran apología del episodio anexionista. La noción de Molina, Barrundia y del Valle de Centroamérica como una pequeña república irreductible surgida de la lucha contra ‘el tirano’ Iturbide y el prepotente ‘coloso mexicano’ son prejuicios políticos que se han constituido en un discurso normativo en la escritura de la Historia de esta región. Mario Vázquez con su trabajo nos advierte de manera inmejorable acerca del enorme daño que el nacionalismo hace a nuestro oficio, haciéndonos ver que a los estadistas mexicanos el proyecto de expansión imperial les permitió valorar en la práctica los pros y los contras del experimento anexionista. Demostró que contrariamente a las expectativas y al propio interés del Estado mexicano, el proyecto de Iturbide se constituyó en una construcción puramente imaginativa y sin ningún anclaje en procesos sociales lo suficientemente vigorosos para conseguir una integración territorial efectiva. Hacerse cargo de ‘aquella Babilonia’ denominada por Filísola al referirse a Centroamérica, no podría traducirse en beneficios concretos para el Estado mexicano sino a muy largo plazo y pagando un alto costo económico y político, el cual también pagó esta región al iniciar su inestable, pero al final, propio camino de reafirmación nacional. El libro que comentamos hoy demuestra que las lecciones de la iniciativa anexionista en ambos lados del Imperio del Septentrión, no dejan de ser perdurables.

10José Edgardo Cal Montoya

Fuentes :

http://www.fce.com.ar/ar/libros/detalles.aspx?IDL=6979

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