Ficha n° 3382
Creada: 08 mayo 2013Editada: 08 mayo 2013
Modificada: 08 mayo 2013
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Autor de la ficha:
Julio David MENCHU CRUZPublicado en:
ISSN 1954-3891Carta pastoral colectiva del episcopado de la provincia eclesiástica de Guatemala.
- Palabras claves :
- Episcopado, Obispos, Carta pastoral, Comunismo, Anticomunismo
- Autor:
- Mariano Rossell Arrellano, Jorge García y Caballeros, Raymundo M. Martín
- Fecha:
- 1945-10-01
- Texto íntegral:
-
1CARTA PASTORAL COLECTIVA DEL EPISCOPADO DE LA PROVINCIA ECLESIÁSTICA DE GUATEMALA SOBRE LA AMENAZA COMUNISTA EN NUESTRA PATRIA
2Octubre 1 de 1945
3NOS , Arzobispo de Guatemala,
NOS Jorge García y Caballeros, Obispo de los Altos,
NOS Fray Raymundo M. Martín, O.P.,
Administrador apostólico de Verapaz y Petén4Al venerable Clero y Fieles de Nuestra Jurisdicción.
SALUD Y PAZ EN NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
5Venerables hermanos y amados hijos:
6El mes de Octubre trae a Guatemala, junto con el renacer de su naturaleza y el verdor de sus campos después de las fecundantes lluvias, el hálito celestial que derrama en las almas la devoción salvadora del Santísimo Rosario.
7Después de la devoción a la Sagrada Eucaristía y al Divino Crucificado, no hay devoción más grata al pueblo guatemalteco que la de la Virgen del Rosario, coronada Patrona de esta ciudad capital.
8En años anteriores, movidos por los fervorosos ruegos del Soberano Pontífice, os invitábamos, amados hijos, a hacer del presente mes un mes de rogativas, impetrando de la misericordia divina la paz para la humanidad ensangrentada.
9Este año, en la aurora de la Asunción de María, como para mejor marcar la intercesión de la Reina de los Ángeles, oímos alborozados resonar las primeras clarinadas del triunfo, mientras aguardamos confiados que la paz se establezca duradera, si nó definitiva, sobre un mundo nuevo.
10Un consuelo inefable nos espera: el 12 de este mismo bendito mes nos trae este año el quincuagésimo aniversario de la Coronación de la Virgen de Guadalupe, Patrona principal de nuestra América Latina. En tan dichoso día “entrarán en la Basílica del histórico Tepeyac más de cien Prelados del Nuevo Mundo; del Canadá a la Tierra del Fuego, correrá de boca en boca el nombre de Guadalupe”, nombre viajero como pocos, desde los días en que caminaba en compañía de Fray Margil de Jesús, el Santo andariego a través de nuestra Patria grande.
11Todos estos Nos han parecido motivos suficientes para hacer oír Nuestra voz pastoral en momentos que, si son cruciales para el mundo entero, son también de suma trascendencia en nuestra patria.
12Dos campos se van delineando con creciente precisión en la hora actual: hay pueblos creyentes y gobernantes sabios que ponen en Dios, que todo lo puede y maneja según su saber las naciones, los ojos del alma y la plenitud de sus esperanzas; que defienden los valores espirituales de la humanidad, y sobre esas bases firmes anhelan cimentar el edificio de la paz; hay pueblos y hay gobernantes que, llevando más o menos lejos su furor de apostasía, desconocen a Dios o lo niegan y no ven en derredor de ellos más que la materia y sus fatídicas leyes. A estos últimos, se asimilan desgraciadamente pueblos creyentes, pero frívolos, que tienen como por castigo del cielo, gobernantes que los llevan cada vez más adentro en la apostasía y el materialismo.
13Y sin embargo, amados hijos, la luz del cielo brilló hace veinte siglos desde el portal de Belén y trajo a la humanidad la revelación definitiva del Dios personal, Eterno y Omnipotente, Creador y Señor Soberano que rige los destinos del hombre, del Dios que es nuestro Padre y nos ama como a hijos, que cuida de nosotros más que de los pajarillos del cielo y de las flores del campo; trajo la afirmación clara y explícita de la dignidad del hombre que no es sólo materia, sino también espíritu, que nunca ha de pensar en ganar el universo entero a costa de su alma, que tiene la responsabilidad de sus actos y el deber ineludible de tender a su último fin: la posesión de Dios, recompensa infinita, por medio de sus actos de virtud y su obediencia a los divinos Mandamientos.
14La táctica del demonio – padre de la mentira y seductor del hombre-, ha comenzado siempre por la negación de estos sublimes principios. Con el falaz pretexto de hacernos dioses – Eritis sicut Dii- baja de su trono al Altísimo.
15No otra cosa fue la idolatría en que el hombre fabricó dioses a su medida para codearse con ellos y justificar todas sus propias torpezas haciéndolas divinas. No otra cosa es el actual engreimiento de individuos y naciones que en nombre de un progreso que no hace sino señalar cada vez más lo infinito del poder creador que tan rica hizo la naturaleza y tan perspicaz la inteligencia humana, se creen ya dignos de honores divinos.
16Siempre también a este destronamiento de Dios hubo de seguir la corrupción del hombre que ya no se vio responsable delante de ningún sér superior. Ciego, por otra parte, y no queriendo reconocer la mano creadora, se catalogó a sí mismo como simple materia, en un grado superior de evolución, sin responsabilidades de ultratumba, ni deberes de ninguna clase.
17Sobre tales bases va la humanidad separada de Dios construyendo su mundo ideal. ¿El resultado? En los cuarenta y cinco años que van corridos de este siglo XX, hemos presenciado dos guerras sin semejante: “este desbarajuste del mundo, este odio de corazón a corazón, de pueblo a pueblo, están clamando muy alto que la llamada civilización moderna adolece de vicios sustanciales, que el árbol gigantesco está podrido en su raíz y que por consiguiente sólo remedios radicales podrán salvar al mundo de la catástrofe total, del estado de barbarie a que vuelve rápidamente, a pesar de sus lujosos automóviles, de sus veloces aviones, de sus comunicaciones radiotelefónicas, de su televisión y de sus mil otros inventos maravillosos”.
18Nuestra Patria, amados hijos, siente la marejada del mal azotar sus flancos.
19Desde su independencia de la Madre Patria ha vivido casi exclusivamente de doctrinas extranjeras. El lema libertario de la Revolución francesa introdujo en ella el sistema falaz de vida política y social, en el que el elemento civil no depende más que del orden humano y puede – o según quieren otros DEBE-, proceder sin relación obligatoria de dependencia de ningún género con respecto al orden sobrenatural; en otras palabras, se ha querido emancipar de Dios, lo ha querido relegar al fondo de las conciencias que buenamente quieran admitirlo. La propaganda hábil de la escuela laica ha ido profundizando el mal. Es indecible lo que han medrado siempre los pocos aprovechados de tan falso sistema, a costa de un pueblo dócil y creyente.
20De esta libertad laica y sin conciencia nació en el mundo – siempre muy lejos de nosotros-, la moderna ciencia económica sin Dios y sin corazón, el capitalismo opresor y el proletariado descontento y listo para la sedición y la matanza: el comunismo ateo y salvaje.
21A la sombre de una Revolución que debiera permitir finalmente a los guatemaltecos gozar de sus derechos de ciudadanos y trabajar en unión y concordia, siguiendo su tradicional trayectoria, por el bienestar de la patria; ya no es dudoso amados hijos, que se pretenda dar carta de ciudadanía entre nosotros a este nuevo y fatal error. Si nuestra voz de alerta se había hecho esperar, era para no hablar sin pruebas en la mano. Estas son patentes el día de hoy.
EL MAL DEL COMUNISMO ATEO
22¿A dónde iríamos a parar si, apagando la fe en las almas, se nos introdujera el Comunismo impío?
23A los confiados e imprudentes que con todo y decirse católicos y perteneciendo tal vez a piadosas Asociaciones creen todavía en la inocencia de las doctrinas comunistas, amonestamos con la autorizada voz de Pío XI: “El Comunismo enseña y pretende, no oculta y disimuladamente, sino clara, abiertamente y por todos los medios, aún los más violentos, dos cosas: la lucha de clases encarnizada, y la desaparición completa de la propiedad privada. Para conseguirlo, nada hay a lo que no se atreva, ni nada que respete y, una vez conseguido su intento, tan atroz e inhumano se manifiesta, que parece cosa increíble y monstruosa. Nos lo dice el estrago y la ruina fatal en que ha sumido vastísimas regiones de la Europa Oriental y Asia; y que es enemigo abierto de la Santa Iglesia y del mismo Dios, demasiado, por desgracia, demasiado nos lo han probado los hechos y es de todos bien conocido. Por eso juzgamos superfluo prevenir a los buenos y fieles hijos de la Iglesia contra el carácter impío e injusto del comunismo; pero no podemos menos de contemplar con profundo dolor la incuria de los que parecen despreciar estos inminentes peligros, y con cierta pasiva desidia permiten que se propaguen por todas partes doctrinas que destrozarán por la violencia y por la muerte toda la sociedad. Mayor condenación merece aún la negligencia de quienes descuidan la supresión o reforma del estado de cosas, que lleva a los pueblos a la exasperación y prepara el camino a la revolución y ruina de la sociedad”.
24Y que como eco de estas sabias palabras atiendan a la conclusión del “Manifiesto Comunista”, en que Engels y Marx muestran, sin máscara, su rostro amenazante: “Los comunistas no se rebajan a disimular sus opiniones y sus proyectos. Proclaman abiertamente que sus propósitos no pueden ser alcanzados sino por el derrumbamiento violento de todo el orden social tradicional.
25¡Que las clases dirigentes tiemblen ante la idea de la revolución comunista!
26Nos tacharán de pesimistas aquéllos que sostienen aún que en Guatemala no hay comunismo.
27Concedemos, amados hijos, que el alma de nuestro trabajador y de nuestro campesino guarda tan profundamente arraigada la fe de nuestros mayores que es difícil predicarle abiertamente el odio de clases y desprenderlo de su Religión; pero es un hecho doloroso que con mentirosas promesas se va ya logrando armarlo en son de guerra. Es creyente, pero débil, y cuando se da toda libertad al líder comunista para que lo sindicalice, por el temor o la astucia, de muy poco le sirve su fe cristiana. No hay comunismo tal vez en los corazones, pero lo hay en el ambiente, propicio y en la prédica falaz e irresponsable de cabecillas dependientes de organizaciones extranjeras.
VOZ DE ALERTA
28Porque es un hecho innegable que, aprovechando la libertad que – excepción hecha de los Sacerdotes Católicos-, a todas abre las puertas de la República, no tardaron en venir a nuestra Patria los que se llaman “salvadores del obrero”. Organizaron sindicatos a los que por la fuerza, sin respeto a la libertad individual (característica roja), han de afiliarse hombres y mujeres, para sujetarlos después en masa a la Confederación de Trabajadores de América Latina (C.T.A.L.)
Antes de pasar adelante, profundamente alarmados, como Pastores de esta Grey que el Señor Nos ha confiado, debemos, amados hijos, condenar, y condenamos explícitamente ese movimiento que, a todas luces va contra las enseñanzas de la iglesia y contra el bienestar de este católico pueblo tan amado de Nuestro corazón paternal.29Bien comprendemos, amados hijos, que las ideas sindicales llegan con suavidad de bálsamo a corazones heridos.
30La “inmerecida miseria” que conmovía a León XIII y le hacía redactar su magnífica “Rerum Novarum” se acrecentó a medida que el liberalismo económico permitió el establecimiento de la dictadura “económica”. Nuestros mismo “ricos” no son muchas veces sino depositarios y administradores de más altos potentados. Estos son extraordinariamente poderosos y, en decir de Pío XI: “administran la sangre de la cual vive toda la economía y de tal modo tienen en su mano, por decirlo así, el alma de la vida económica, que contra su voluntad, nadie podría respirar”. Mandan, y todos obedecen, y por más que el pobre sea valiente y trabajador, vanamente se afana por llegar al mínimo de bienestar que le corresponde, máxime si es buen padre de familia.
Remediar este estado de cosas: es la halagadora promesa con que se presenta el Comunismo.31Este fin seria laudable; pero todos los medios que emplea, comenzando por las convicciones que asienta en las mentes y terminando por el salvajismo de sus prisiones, deportaciones y matanzas, lo hacen remedio ineficaz y contraproducente. su pecado es apostatar de Dios y reducir al hombre a simple máquina productora.
“El comunismo despoja al hombre de su libertad, principio espiritual de su conducta moral, quita toda dignidad a la persona humana y todo freno moral contra el asalto de los estímulos ciegos.32En las relaciones de los hombres entre sí sostiene el principio de la absoluta igualdad, rechazando toda jerarquía y autoridad establecida por Dios, incluso la de los pobres. Ni concede a los individuos derecho alguno de propiedad sobre los bienes naturales y sobre los medios de producción, porque, siendo ellos fuente de otros bienes, su posesión conduciría al predominio de un hombre sobre los demás.
33Naturalmente esta doctrina, al negar a la vida humana todo carácter sagrado y espiritual, hace del matrimonio y de la familia una institución puramente artificial y civil, o sea fruto de un determinado sistema económico; niega la existencia de un vínculo matrimonial de naturaleza jurídico-moral que esté por encima del arbitrio de los individuos y de la colectividad y consiguientemente niega también su indisolubilidad.
34En particular, no existe para el Comunismo nada que ligue a la mujer con la familia y la casa. Al proclamar el principio de la emancipación de la mujer, la separa de la vida doméstica y del cuidado de los hijos para arrastrarla a la vida pública y a la producción colectiva en la misma medida que al hombre, dejando a la colectividad el cuidado del hogar y de la prole. Niega, finalmente a los padres el derecho a la educación, porque éste es considerado como un derecho exclusivo de la comunidad, y sólo en su nombre y por mandato suyo lo pueden ejercer los padres.
35¿Que sería, pues, la sociedad humana, basada sobre tales fundamentos materialistas? Sería una colectividad sin más jerarquía que la del sistema económico. Tendría como única misión la de producir bienes por medio del trabajo colectivo, y como fin el goce de los bienes de la tierra en un paraíso en el que cada cual “daría según sus fuerzas y recibiría según sus necesidades”.
36El comunismo reconoce a la colectividad el derecho, o más bien, el arbitrio ilimitado de obligar a los individuos al trabajo colectivo sin atender a su bienestar particular aún contra su voluntad, y hasta con la violencia. En esa sociedad tanto la moral como el orden jurídico no sería más que una emanación del sistema económico contemporáneo, es decir de origen terreno, mudable y caduco. En una palabra, se pretende introducir una nueva época y una nueva civilización, fruto exclusivo de una evolución ciega: “una humanidad sin Dios”.
37Puede ser que en Guatemala no creamos aún en tan horrendas conclusiones, pero no puede menos de angustiarse el ánimo al considerar los indicios de algo muy doloroso para el porvenir. Mientras en las clases humildes vemos que los aumentos de salarios y la disminución de horas de trabajo no ha tenido casi más resultado que la multiplicación de los vicios – la embriagues, el juego, la disolución de costumbre-; los frutos de la escuela sin Dios se van mostrando en el pensar tan desviado de la verdad y de los principios eternos, en nuestros intelectuales. Contra toda razón y contra el sentir del Pueblo, Guatemala se jacta de ponerse al lado de más de una manifiesta injusticia, con el prurito de avanzar, a pasos agigantados, hacia la vanguardia de los enemigos de Cristo.
38Dios nos libre de los forzosos corolarios de semejantes actitudes y de ver a nuestra Patria en los trances por donde han pasado naciones, por cierto mejor preparadas que la nuestra.
LA IGLESIA CATÓLICA
39Olvidando este principio orientador: que ningún país es un ser abstracto cuyos deberes y derechos puedan deducirse por una simple operación del espíritu; que toda Nación tiene como todo individuo su temperamento propio y que, por consiguiente, hay que respetar su modo de ser y de él deducir sus leyes constitutivas, nuestros legisladores han querido desconocer el hecho Católico en Guatemala.
Pero el hecho Católico subsiste. En los campos y en las ciudades Cristo ha sido predicado y su doctrina salvadora no ha cesado de producir frutos de moralidad, de justicia y de caridad. Ella ha sostenido en el alma del pobre la fe en Dios, la confianza en su Providencia, la resignación en las pruebas. Ella ha sido siempre el freno saludable que impide a las pasiones desbordarse y anegarlo todo. Más aún, cuando florecía en todo su esplendor siempre sirvieron a la Iglesia sus riquezas para el mejoramiento social. Ella tuvo, en realidad el primer Crédito Agrícola, de ella fue el primer Monte de Piedad.40Aun aherrojada y cohibida, por temor de que del púlpito renaciera la libertad, supo sacrificarse durante las tiranías. No hace tanto os recodábamos cómo un sacerdote católico fue el primer vejado indignamente por reclamar los derechos de los trabajadores.
41La Iglesia de hoy es pobre; sus sacerdotes escasos; los medios de reemplazarlos, y aún de formarlos, casi nulos, y no obstante, sólo en ella encontramos, hoy como ayer, la abnegación y la caridad necesarias para dar efectivo cumplimiento a las obras que de veras beneficien al pobre y al obrero: como a su supremo reducto se acoge junto a la cama del enfermo, mece la cuna del expósito y prodiga maternales consuelos al inválido y al demente.
42Ella regeneraría el alma del prisionero, ella fomentaría el bienestar social si se le concediese, ya que no apoyo, al menos plena libertad.
43Hemos visto con placer que, al lado del Sindicalismo comunista que nos vende al extranjero, católicos conscientes de los valores nacionales, involucrados en nuestra carne y sangre, han sido lo bastante sinceros para adoptar como inspiración para su programa social la doctrina de la Iglesia Católica. Nos referimos a Liga Obrera de Guatemala.
44No podemos ocultarles que la tarea que se han impuesto es ardua sobremanera.
Si quieren llevar a cabo el programa integral que con mano maestra les traza Pío XI en la segunda parte de su Encíclica “Divini Redemptoris”, habrán de contar con muchos y poderosos enemigos. Con índice acusador los señala el mismo Pontífice: “Es verdad lamentable, que haya habido y aún ahora haya quienes, llamándose católicos, apenas se acuerdan de la sublime ley de la justicia y de la caridad, y en virtud de la cual nos está mandado no sólo dar a cada uno lo que le pertenece, sino también socorrer a nuestros hermanos necesitados, como a Cristo mismo”.45“Con cuánto dolor vemos no pocos hijos Nuestros que dejan el campo de la iglesia y vuelan a engrosar las filas del Socialismo, falsamente persuadidos de que la Iglesia favorece a los ricos y desprecia a los obreros”.
46“Hay quienes abusan de la misma Religión y se cubren con su nombre en sus exacciones injustas, para defenderse de las reclamaciones completamente justas de los obreros”.
47Tendréis enemigos; los tendréis en vuestras mismas filas pero Cristo os llama.
48Restaurad la Sociedad según el espíritu de la Iglesia, afianzado la justicia social y la caridad social: apóstoles íntegros de oración, y de acción, Dios os bendecirá.
49Todos a una, amados hijos, consagremos lo mejor de nuestras fuerzas a la magna obra de ganar las masas trabajadoras a Cristo y a su Iglesia.
50Patronos católicos: vuestro deber es claro, cristianizar la vida económica, hacer entrar en los límites de la equidad y de la justa distribución, no sólo la producción y la adquisición de las cosas, sino también el consumo de las riquezas, que hoy con frecuencia tan desordenado se nos ofrece; al egoísmo que es la mancha y el gran pecado de nuestros días, sustituid en la práctica y en los hechos la ley suavísima pero a la vez eficacísima de la moderación y de la caridad cristiana.
51A nuestros obreros y campesinos Nos place exhortarlos con las palabras mismas del Gran Pontífice tantas veces citado Pío XI: “Una palabra especialmente paternal quisiéramos dirigir aquí a nuestros queridos obreros católicos, jóvenes y adultos, los cuales tal vez en premio a su fidelidad a veces heroica en estos tiempos tan difíciles, han recibido una misión muy noble y ardua. Bajo la dirección de sus Obispos y de sus sacerdotes, ellos deben traer de nuevo a la Iglesia y a Dios aquellas inmensas multitudes de hermanos suyos en el trabajo que, exacerbados por no haber sido comprendidos o tratados con la dignidad a que tenían derecho, se han alejado de Dios.
52A nuestros sacerdotes diríamos también sin titubear: “Id al obrero, especialmente al obrero pobre, y en general, id a los pobres”, siguiendo en esto las enseñanzas de Jesús y de su Iglesia. Los pobres, en efecto, son los que están más expuestos a las insidias de los agitadores, que explotan su mísera condición para encender la envidia contra los ricos y excitarlos a tomar por la fuerza lo que les parece que la fortuna les ha negado injustamente; y si el sacerdote no va a los obreros, a los pobres, a prevenirlos o a desengañarlos de los prejuicios y falsas teorías, llegarán a ser fácil presa del comunismo.
53Todos a una despleguemos un santo celo en cumplir plenamente nuestro programa de cristianos, el contenido en las antiguas y veneradas obras de Misericordia.
54De todo corazón anhelamos que estas voces de alerta nacidas del profundo amor que a esta Patria bendita profesamos, sean oídas y benignamente interpretadas. “Como en todos los períodos más borrascosos de la historia de la Iglesia, así hoy todavía el remedio fundamental está en una sincera renovación de la vida privada y pública según los principios del Evangelio en todos aquellos que se glorían de pertenecer al redil de Cristo, para qu