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AFEHC : diccionario : RUBIO, Felipe : RUBIO, Felipe

Ficha n° 3851

Creada: 22 enero 2015
Editada: 22 enero 2015
Modificada: 25 enero 2015

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Autor de la ficha:

Christophe BELAUBRE

Editor de la ficha:

Jorge H GONZALEZ ALZATE

Información:

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Publicado en:

ISSN 1954-3891

RUBIO, Felipe

La carrera de un administrador de los bienes de la Iglesia en la diócesis de Guatemala.
Palabras claves :
Mayordomo, Alcalde ordinario, Iglesia Catedral, Poder social
Cargo o principal ocupación:
Alcalde ordinario de Santiago Guatemala (1773) y Mayordomo de la Catedral de Guatemala (1757-1795)
Casó:

1en primeras nupcias, el 2 de marzo de 1753, en Santiago de Guatemala, con Ana de Benítez y Marín de Valenzuela, hija del Sargento Mayor Francisco de Benítez y Niño de Izurquiza y de doña María Ignacia Marín de Valenzuela y Montalvo y en segundas nupcias el 26 de noviembre de 1755 en Granada, Nicaragua, con Antonia Gemmir y Lleonart y Créspite de Mora (1739-1797) hija del Coronel Juan Gemmir y Lleonart y Fontanills (1692-1747) y de Mariana Créspite de Mora y Guerrero (1705-1765).

Nació:
En 1713 en Madrid
Murió:
En 20 de junio de 1824, en Madrid
Padres:

1Julián de Rubio y Morales y Margarita González y Peitier

Resumen:

1Felipe Rubio se trasladó a las Indias en 1733, con el empleo de criado del recién nombrado presidente interino de la Audiencia de Guadalajara Tomás de Rivera y Santacruz. Su padre, natural de Madrid y de ascendencia hidalga, detentó los prestigiosos rangos militares de caballero de la orden de Alcántara y capitán de caballería de corazas.

2Cuando Tomás de Rivera y Santa Cruz fue nombrado presidente de la Audiencia de Guatemala en 1742, le concedió al joven Rubio el empleo de secretario de cámara. Tras una gestión de poco más de seis años, Rivera y Santa Cruz fue enviado a la ciudad de México para ocupar el puesto de alcalde honorario del crimen. Rubio decidió entonces radicarse en Santiago de Guatemala. Suponemos que sus méritos como administrador debieron haber sido apreciados en los ámbitos burocráticos puesto que, poco después, fue nombrado tesorero interino de Real Hacienda. Posteriormente, la Corona aprobó la decisión del Presidente de Guatemala de nombrar a don Felipe Rubio para el puesto de tesorero contador, en razón de haber sido sancionados por fraudes los propietarios don Santiago Núñez de Villavicencio (tesorero) y don Pedro Martínez Ugarrio (contador). Como era de esperar, las primeras amistades de Rubio se formaron en el reducido círculo de individuos que laboraban en dicha institución real. Estableció, por ejemplo, buenas relaciones con el tesorero Francisco Nájera, quien había conocido en Madrid, antes de viajar a Guatemala, a Francisco Rubio y Peñaranda, primo hermano de Felipe. Sus relaciones en la capital española y sus nexos con los oficiales de la Real Hacienda le valieron el nombramiento de Gobernador interino de la provincia de Soconusco (1749-1751). Carecemos de detalles sobre su red de sociabilidad local en esa primera fase de su integración. Sabemos que intercambiaba cartas con su hermano el Dr. Francisco Rubio y González. Cuando este último murió en 1786 los capitales de capellanías recayeron en beneficio del hijo mayor de Felipe quien a la sazón hacía su carrera en España.

3En 1753, Felipe contrajo matrimonio en la ciudad de Guatemala con Ana de Benítez, una criolla nativa del Reino del Perú. Pero el matrimonio fue de corta duración, ya que Ana falleció dando luz a Manuel, en Antequera, en marzo de 1754. La madrina de Manuel fue Josefa Benítez, cuñada de Felipe. Manuel posteriormente hizo una brillante carrera en la madre patria. Contamos con poca información sobre matrimonios y bautismos de la red familiar (en parte, porque han viajado mucho y porque la familia Benítez figura poco en la historiografía centroamericana). Pero la elección de parientes cercanos como compadres nos da a indicar que los Rubio ocupaban una posición social bastante débil y el compadrazgo entonces venía a reforzar los lazos internos de la parentela e incrementar las obligaciones mutuas con los Benítez.

4La muerte repentina de la esposa de Felipe no fue sin consecuencia para la historia de la familia. El matrimonio con la casa de los Benítez tenía una finalidad: constituir una alianza con una de las casas comerciales más activa del Reino de Guatemala. Sabemos que la dote de ese matrimonio fue de 7.300 pesos. Felipe no cobró el dinero para dejarlo en poder del padre de su esposa esperando sacar beneficio del comercio de ropa de China pero, según su testimonio, en once años jamás sacó utilidad. Logró solamente recuperar el capital al momento de la muerte de su suegro Francisco Benítez. No tuvo mucha suerte porque la casa de Benítez era muy exitosa cuando se trataba de administrar sus propios intereses. Cuando murió Francisco Benítez el capital familiar superaba los 300.000 pesos, ubicándolo al nivel de los principales comerciantes de la primera mitad del siglo XVIII. Francisco Benítez y Felipe Rubio se conocieron bien y mantuvieron una relación regular entre 1753 y 1764, año en el que falleció el primero.

5Después de un corto período de viudez, Felipe Rubio volvió a casarse, esta vez con la hija del gobernador de Costa Rica, Juan Gemmir y Lleonart (1740-1747). Esa alianza permitía a Felipe volver a estrechar sus lazos con los Benítez porque su cuñada, María de la Concepción Gemmir y Lleonart, se había casado con Francisco Benítez, hermano de su difunta esposa. La pareja tuvo dos hijos, Felipe y José Leandro, los cuales formaban un verdadero pedestal a la red de poder de la familia Rubio en la capital del Reino de Guatemala.

6La documentación no nos permite saber si la fortuna de la familia Benítez fue utilizada por Rubio y Juan Montes de Oca,- hombre de confianza de la familia – para dar un nuevo impulso a sus respectivas actividades comerciales, pero lo podemos sospechar. En 1767 se celebró un contrato entre María Benítez, Felipe Rubio y María Concepción Gemmir para que Montes de Oca quedara en calidad de socio interesado en la tercera parte de las ganancias que se pudieran hacer con el caudal. Siendo entonces alcalde mayor de Totonicapán, Montes de Oca aportó 6.000 pesos de su caudal. No obstante, con el segundo matrimonio de María de Concepción con el comerciante Joseph de Plazaola todo terminó. Plazaola consideraba que la administración de Montes de Oca no le convenía ni a su mujer ni a sus menores y que podía ser muy perjudicial según sus propias palabras.

7El núcleo familiar formaba una red eficaz de solidaridad pero no cabe duda que, a pesar de casi diez años al servicio de su rey, la integración social de los Rubio era lenta e imperfecta. Felipe iba a cumplir cincuenta años en 1760 y estaba todavía lejos de poder comprar una regiduría en la ciudad capital. En Santiago de Guatemala, en la primera mitad del siglo XVIII, era prácticamente imposible para un “inmigrante” de permanecer en el país sin haber sido previamente integrado por la aristocracia local. Felipe Rubio tuvo la mala idea de celebrar dos matrimonios con mujeres sin vínculos directos con los grupos criollos que dominaban la capital del reino de Guatemala. La documentación notarial deja pensar que el hombre no se arriesgaba en asuntos comerciales y que estaba bastante aislado en el reducido mundo de la élite de la ciudad de Guatemala. Además, su segunda esposa, en 1755, no le había dejado ninguna dote y, a pesar de sus contactos con el mundo de los chapetones, su influencia económica era reducida. Pero un evento inesperado habría de cambiar totalmente la vida de Felipe llegando a situar a la familia, en menos de 20 años, al nivel de las familias más honorables de la ciudad de Guatemala: su ascenso en 1757 al puesto de mayordomo y administrador de los propios y bienes de la Iglesia Metropolitana. La muerte de su compadre Francisco Benítez le dio además algunas facilidades financieras para entrar en el negocio muy cerrado de la importación a grande escala de productos españoles.

8El puesto de mayordomo de rentas, Felipe Rubio lo detentó durante 38 años hasta 1795, cuando su hijo le sucedió. Nombrado por el arzobispo Francisco Figueredo y Vitoria , sus años de servicio real le daban mucho crédito y, como empleado de la tesorería, era evidente que sabía contar. Sobre todo, no estaba casado con unas de las viejas familias de la ciudad lo que implicaba un cierto grado de independencia frente a ellos. En teoría su puesto estaba controlado por el arzobispo, el cabildo eclesiástico y sobre todo por la contaduría real de diezmos (cuando esta empezó a funcionar con la reforma de 1785) pero en la realidad trabajaba con gran libertad. Entre sus numerosas obligaciones, la más importante era la supervisión del proceso de remate de los diezmos. En 1793, recibió un sueldo de 1.032 pesos, más 350 pesos como encargado de la fábrica de la catedral. En realidad Felipe no tenía por qué quejarse de su salario. Sólo la precaria situación financiera de su casa comercial motivaba su descontento. El empleo de tesorero, al igual que el de alcalde mayor, permitía amasar riqueza por otros medios aparte del salario. Mientras dedicaba mucho tiempo en la catedral, su hijo, asociado comercial de Felipe Benítez y Gemmir, utilizaba su salario para comprar añil en la provincia salvadoreña y venderlo en Cádiz aprovechándose de la red de apoyo de su padre.

9La época del traslado coincidió con la fase de más actividad financiera de la red de poder de los Rubio-Benítez-Gemmir. Felipe adoptó una postura de firme oposición a la decisión real de trasladar el sitio de la capital al valle de la Ermita, en los años entre 1773 y 1779. Nuestro mayordomo le apostó ciegamente a las posiciones del arzobispo Cortés y Larraz . Esto fue un error porque el traslado se hizo y el arzobispo fue destituido. La salida del presidente Matías de Gálvez y la próspera situación económica seguramente facilitaron la rápida “rehabilitación social” de Felipe. En la década de los ochenta, logró que su hijo fuera nombrado para el puesto de Canciller de la Real Audiencia. Felipe Rubio falleció el 26 de enero de 1801 en la Ciudad de Guatemala.

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