Ficha n° 4258
Creada: 02 mayo 2016Editada: 02 mayo 2016
Modificada: 02 mayo 2016
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Autor de la ficha:
Adriana ALVAREZ SÁNCHEZPublicado en:
ISSN 1954-3891Los acervos digitales y la historiografía centroamericana. Reflexiones y experiencias
- Texto íntegral:
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1Este artículo está dedicado a reflexionar sobre la manera en la que nuestros procesos de investigación han cambiado a raíz del uso cotidiano de Internet y los dispositivos móviles. Nos comunicamos con cualquier especialista aunque se encuentre del otro lado del mundo, eso ya sucedía desde hace siglos, pero no con la inmediatez que permiten la web e Internet. De hecho, nuestros hábitos de intercambio de información se han modificado. El cambio no ha sido igual en todos los casos pues depende del lugar y las condiciones desde las que lo hacemos. Las ventajas de contar con equipos de cómputo no sólo han abierto el acceso a nuevos libros o incluso documentos que antes solo podíamos conocerl viajando a los archivos y bibliotecas. Sin embargo, esta apertura plantea también cuestionamientos y por supuesto nuevas reglas.
2El mundo académico ha sido, hasta cierto punto, privilegiado, pues las universiades ofrecen recursos electrónicos para sus comunidades, servicios de correo e incluso los equipos y la conexión estable a Internet. Pero los académicos también han hecho explícita su preocupación sobre la calidad científica de los contenidos en Internet que a veces han generado reacciones contrarias al uso de herramientas digitales, otros en cambio las utilizan pero no han tenido tiempo de reflexionar sobre lo que ello implica. Por ello, este artículo tiene un doble objetivo: por una parte, presentar los testimonios de algunos historiadores que han vivido el cambio y modificado sus hábitos de investigación y, por el otro, presentar el resultado de un trabajo colaborativo realizado en la plataforma de publicación de acceso abierto TitanPad en la cual es posible registrar cada una de las contribuciones e incluso la cronología del proceso, además del registro de un chat que siempre es interesante pues muestra el diálogo entre los participantes.
Del papel a la foto (Juan Carlos Sarazúa)
3Soy investigador con casi 35 años, apenas iniciando en las etapas formales de la carrera después de los estudios de posgrado. Pero en corto tiempo, menos de diez años, he podido prescenciar un cambio fundamental a la hora de acceder a los documentos de archivo. Recuerdo todavía que buena parte del trabajo de archivo para mi tesis de licenciatura (2002-2006) lo hice utilizando hojas sueltas de papel y varios bolígrafos, pues en ese momento la fotografía digital era todavía inaccesible por sus costos. Esto significó una inversión enorme de tiempo en el archivo para leer y copiar los documentos que me interesaban. Si bien es cierto que se podían fotocopiar los expedientes, el proceso era lento porque se contaba con una sola máquina que atendía las solicitudes de todos los investigadores y particulares que necesitaban copias de otros documentos para trámites personales. De la misma manera, consultar libros en varias bibliotecas era un proceso semejante. En algunas, por la antigüedad de las obras, estaba prohibido reproducirlas pues se cuidaba la conservación del papel. En otras bibliotecas se podían solicitar fotocopias sómo de fragmentos o partes. Todo esto fue hecho antes que existieran Google Books o Internet Archive que nos permiten hoy acceder a una parte importante de la producción impresa de libre acceso. Y la otra gran dificultad era que el acceso a tesis doctorales en inglés, francés o español dependía, en muchas ocasiones, de que los autores dejaran una copia en alguna biblioteca en Guatemala.
4La diferencia con la investigación doctoral fue abismal. (2009-2013). La mayor parte de archivos y bibliotecas en Guatemala y el extranjero han regulado los procesos de reproducción digital, abriendo una oportunidad enorme a la hora de recopilar la información necesaria. Con visitas cortas a los archivos en Europa y Guatemala, la masa documental que pude recopilar, a la que se le suma la documentación compartida con compañeros del proyecto del que formé parte, me han llevado al otro extremo de la balanza. A que el trabajo inicie cuando terminamos la temporada de archivo, pues es hasta ese momento en que he podido ordenar y clasificar la información. La urgencia por fotografiar “todo” durante los periodos cortos en cada archivo o biblioteca, me obliga ahora a pasar horas frente a la pantalla para clasificar o desechar fotos, lamentar que no todas estén enfocadas (sin la posibilidad en algunos casos de volver a fotografiar el documento) y a establecer una forma ordenada de la secuencia fotográfica, para ubicar con facilidad la clasificación del expediente en el archivo. Por esta razón, me acompaño siempre de “papelitos” para escribir en muchas ocasiones la clasificación del documento y colocarlo a un costado para que la fotografía registre, sin temor a equivocaciones, la clasificación correcta.
5La diferencia con los estudiantes de historia que hoy se están formando es abismal. Por un lado, tienen documentos digitalizados de varios archivos (Cf. Portal de Archivos Españoles en la Red), sistemas de libros digitalizados (Cf. Google Books, Archive.org, Gallica.fr) y de tesis en línea (Cf. Proquest y diversas universidades que han subido gratuitamente a la red las tesis de posgrados, como Texas, Wisconsin, UNAM, la mayor parte de las universidades españolas y otras de Centroamérica. Esto ha permitido una creciente accesibilidad a la información, abriendo múltiples posibilidades para los estudiantes a la hora de elegir un tema de tesis, y deja las puertas abiertas para un mayor debate, tanto en cantidad como en calidad, en la historiografía centroamericana y centroamericanista.
La investigación lenta (Laura Matthew)
6Mi primera experiencia investigativa fue una estancia de semanas en el Archivo de Centro América en Guatemala (AGCA) en 1991, patrocinada por una beca estudantil del Pan-American Round Tables of Texas y por unos amigos en la Zona 5 quienes me dieron una generosa bienvenida a su casa. Esa temporada se convirtió en la medida por la cual he evaluado todas mis experiencias archivísticas posteriores. En la sala de investigadores que pareció no haberse cambiado mucho desde los años 1950 nació mi amor por la sensación del papel sellado, por la ilusión de físicamente tocar el pasado, y por las rompecabezas de la paleografía. (Sentir el amor por la escritura de ciertos escribanos del siglo xvi me costó algunos años más). Aunque cada uno se dedicaba a su propio campo de investigación y algunos llevaron muchos años practicando la historia, mis compañeros en el archivo compartieron conmigo el placer de la búsqueda y de los felices e inesperados momentos de descubrimiento. Apenas habíamos entrado en la era informática. Sí contabamos con nuevos sistemas de catalogación mayormente en inglés como Endnote, o para los jóvenes estudiantes como yo un programa gratis llamado Citation que creaba “fichas electrónicas.” Pero los centros de nuestro trabajo seguían siendo la biblioteca universitaria y el archivo, visitados en persona. Si no se pudiera visitar al edificio real, habría que buscar otras cuestiones de investigación.
7Como comenta Juan Carlos Sarazúa, la situación mucho ha cambiado. La disponibilidad digital a documentos completos y libros escaneados (siendo antiguos o contemporáneos), y los servicios de internet que permiten su acceso, aumentan cada mes. A la persona con conección al internet solo le cuesta tiempo y determinación para entrar directamente en las fuentes históricas, aunque todavía falta entrenamiento y asesoría para apoyarla. Con más frecuencia hacemos la investigación desde nuestros escritorios. No hay que salir de la casa mucho menos de nuestros ciudades, paises, o continentes. La era informática también ha transformado nuestra manera de trabajar en el archivo mismo, convirtiéndonos en fotógrafos y colecionistas. Analizamos nuevamente los fuentes ya conocidas através de bases de datos, mapas GIS, y el big data. Presentamos la historia con las herramientas de las humanidades digitales. Tenemos más oportunidades de colaboración con el público, estudiantes, y colegas en otras instituciones, con una rapidéz a que estamos tan acostumbrados que cuando no nos responden dentro de 24 horas, sentimos desasosiego. Cuando no podemos encontrar algo en el internet, nos frustra. El día en que tendremos que dejar de viajar a acervos distantes (por falta de petroleo o dinero o para rescatar el planeta), hay que esperar que este acceso milagroso a los materiales fundamentales para hacer la historia continue.
8Pero hay un costo a la era informática, a la historia y a la experiencia de hacer la historia. Pertenezco a una generación que se formó profesionalmente entre dos mundos, lo de “antes” (que ya parece como hace siglos) y “después” (que sigue evolucionando) del internet, bytes, y redes digitales. A veces me siento como una guardiana de memorias. ¡Prueba la experiencia de andar explorando sin expectativas por la estantería de la biblioteca o la librería, es una belleza! digo a mis alumnos. ¡Considera la posibilidad de que las cosas que no estén en linea sí existen! imploro a mis hijos. Suena exagerada y por cierto, para muchos entrar en una biblioteca todavía es un sueño, sin hablar de las barreras del acceso al internet. Pero para nosotros que ya trabajamos y vivimos en un mundo conectado, con lo mucho que hemos ganado en la era informática hay que recordarnos del valor de ir lento – por los archivos, y por las ideas. Con acceso y rapidez ha aumentado también la presión de producir. Con nuevas posibilidades de presentación y análisis (exposiciones en línea, crowdsourcing, textmining, etc.), hay siempre el peligro de quedarnos satisfechos con algo que se ve bonito pero carece de profundidad. Con la constante evolución de formas de capturar, archivar, y organizar nuestros datos, es importante tolerar cierto desorden para podernos pensar. Para nosotros que estudiamos lugares ajenos de los nuestros (si sea un estadounidense que investiga la historia de Guatemala, o al revés), es imprescindible pisar la tierra que intentamos entender. Y mientras tenemos el privilegio, es importantísimo entrar en el archivo, aprender sus idiosincrasias, tocar y oler sus documentos, conocer sus escribanos, y sobre todo, disfrutar allí la búsqueda para la historia en toda su complejidad con nuestros nuevos y viejos compañeros de trabajo.
9Para conocer el proceso de realización del texto,
véase http://titanpad.com/CHkvrKO05E