Contra la corriente nacional: ideologías posindependistas de la formación del estado e identidades políticas locales, 1798-1858
- Autor(es):
- Justin Wolfe
- Fecha:
- Diciembre de 2009
- Texto íntegral:
1Un análisis de los debates historiográficos de la formación del estado-nación nicaragüense durante el siglo XIX revela la intensidad con que aquellos debates están integrados con la ideología nacionalista que pretenden investigar. Típico de las preguntas que marcan estos debates son: ¿cómo fue posible para los nicaragüenses dejar al lado su pasado fratricida y unirse para luchar contra William Walker durante la Guerra Nacional? ¿cómo terminó “la época de anarquía,” reemplazada con “los treinta años conservadores” de 1858 a 1893? ¿qué cambios permitieron la unificación territorial de Nicaragua con la incorporación de la costa atlántica en 1894? Estas preguntas suponen el progreso lineal y positivista de auto-realización nacional. Implícita en las preguntas están respuestas nacionalistas: los nicaragüenses siempre eran hermanos; Nicaragua siempre se formaba por las costas pacíficas y atlánticas. Quedarse dentro de aquellos debates historiográficos es entender la nación como proceso teleológico.
2 El interés en el nacionalismo y la formación del estado-nación creció durante las décadas de los 80s y 90s, con un esfuerzo para historiar el nacionalismo a través de estudios de las comunidades locales y la manera en que enfrentaron los estados emergentes y negociaron el contenido de la identidad nacional y el sentido de ciudadanía. Sin embargo, a pesar del énfasis mayor en la naturaleza inventada o imaginada de la identidad nacional, los historiadores de America Latina poscolonial tienden a producir trabajos en que aquellas identidades eran inevitables. Ellos son maleables, si, pero todavía destinados a ser de cierta manera. Puede ser razonable pensar dentro del cuadro nacional cuando investigamos el estado del siglo XX, pero pensar igual del siglo XIX parece más problemático.
3 Para explorar estas ideas y sus implicaciones, este ensayo propone historiar el nacionalismo decimonónico en Nicaragua y analizar como este es reproducido en las investigaciones mas recientes. A lo largo del periodo colonial y mucho del siglo XIX, los oficiales del estado en los centro políticos de León, Granada y Managua mantuvieran sólo lazos frágiles con la región de la costa atlántica— llamada Mosquitia por sus habitantes — y tenían casi ninguna influencia política allí. Sin embargo, durante las últimas décadas del siglo XIX, la conquista de la zona atlántica llegó a tener un lugar central en la imaginación nacional hispano-pacífico-nicaragüense. Por eso, no es sorprendente que la acción militar para conquistar a la Mosquitia se haya llamado la “reincorporación,” con la implicación de que la costa atlántica siempre formó parte de la nación nicaragüense. Lo que debería ser sorprendente, pero no lo es, es como la historiografía de Nicaragua ha reproducido esta ideología. En la primera parte del ensayo, se sugiere que pensar sobre la historia de Nicaragua desde la independencia hasta los mediados del siglo XIX con la idea que “Nicaragua” como identidad nacional ya existía es sin fundación fundamento pero era una idea implícitamente aceptada. En las segundas y terceras partes, se explora el impulso de nacionalizar dentro de la historiografía nicaragüense a través de una examinación análisis de la forma de investigar la Mosquitia y sus habitantes en relación con Nicaragua y la manera en que esta niega la contingencia de la identidad nacional y refuerza el discurso hegemónico de la nación.
La nación como idea a priori en la historiografía
4Al momento de la independencia centroamericana en 1821, ni la nación ni el estado existía en lo que hoy es Nicaragua. Nicaragua existía en papel, por supuesto—jurídicamente y cartográficamente—pero seguía siendo una provincia del Reino de Guatemala, a pesar de haber peticionado con Costa Rica en 1814 para separarse del Reino y formar su propia audiencia y Capitanía General1. En conexión con la posibilidad de crear un canal interoceánico a través del territorio sin duda producía los elementos más tempranos de integridad territorial e identidad regional. Sin embargo, aún si aceptamos la existencia de alguna proto-nacionalidad, debemos verlo como muy débil en comparación con las numerosas identidades locales que amenazaron dividir al territorio colonial en pedazos pequeños2.
5 Mientras las luchas violentas independistas envolvían a la mayoría de América Latina, América Central recibió la noticia del fin del imperio español con poca fanfarria, cortando sus lazos con España con la pluma en vez de la espada3. La desaparición del dominio español, sin embargo, dejo un vacío de poder inmenso y el lanzamiento de las élites locales para ocupar este espacio produjo una orgía de violencia en el istmo. En los años inmediatos después de la independencia, “Nicaragua” no era una alta prioridad en la lista de identidades políticas potenciales. León, Granada, América Central, y aun brevemente, el imperio mexicano de Iturbide parecían más viables4.
6En retrospectiva, es fácil entender por qué la federación centroamericana colapsó en 1838, pero en el momento de la independencia ella parecía la formación política más legítima y obvia para la región. La caída de la unión resultó en gran parte de las demandas y realidades locales en cada estado centroamericano, pero las élites inicialmente no concentraron sus imaginaciones políticas en las patrias chicas5. Típico fue el padre José Antonio Chamorro, un nicaragüense quien sostuvo el imperio de Iturbide en noviembre de 1821. Aunque él creía que “el [plan independista] de Guatemala sea infinitamente mejor,” él no creía que era realista en comparación con el plan mexicano. México, en fin, era mas grande y fuerte, siendo “infinitamente superior en riquezas y armas que Guatemala” que no podía superar la “amenaza anglo-americana.” Cualquiera sea la identidad política personal de Chamorro, él no mantenía ilusiones de la viabilidad de Nicaragua en el momento de la independencia6.
7 La denegación de las élites guatemaltecas de compartir el poder y recursos del istmo en una manera más equitativa combinó con su incapacidad de mantener el poder coercitivo de forma decisiva condenando a la unión a fallar y, sin duda, dió fuerza a las identidades locales. Sin embargo, aquello no garantizó la formación de lo que es hoy Nicaragua. Los países centroamericanos estaban bien conocidos por sus rivalidades entre ciudades (por ejemplo, San José y Cartago en Costa Rica, Tegucigalpa y Comayagua en Honduras), y las luchas entre León y Granada fueron particularmente intensas. Entre los años 1820s y 1840s, Nicaragua fácilmente se dividía en dos ciudades-estados con gobiernos separados. En medio de esta incertidumbre, en 1825, la provincia de Nicoya se separó de Nicaragua para juntarse con Costa Rica bajo el nombre de Guanacaste7. Las divisiones parecían tan extremas que, sin la perspectiva de la apertura de una ruta interoceánica en Nicaragua, este país más grande de América Central podría haberse dividido en dos.
8A pesar de esta evidencia, la mayoría de los estudios de Nicaragua en la posindependencia sucumben a la creencia de que Nicaragua existía a priori como una nación en la independencia. Hay un reconocimiento tácito en la historiografía nicaragüense de la existencia de localismo violento (especialmente entre León y Granada) y la ausencia total de un estado central, sin embargo, el carácter ineluctable de la nación nicaragüense es igualmente fundamental para esta literatura8. Después de todo, Nicaragua existe. Por lo tanto, luchas localistas después la independencia son descritos como los fracasos sociales o de carácter personal en el camino hacia el verdadero destino de Nicaragua. Alberto Lanuza tipifica esta actitud cuando dice que los orígenes de la inestabilidad de Nicaragua se remontan a “un pasado colonial que había hecho, según feliz frase de Sarmiento, ‘de cada aldea un Estado soberano9”. Por lo que José Coronel Urtecho implica en el título de su influyente ensayo que estos años son una “época de anarquía”, una etapa en que Nicaragua cumple en su proceso de convertirse en un estado-nación moderno.
9Los trabajos de los historiadores decimonónicos nacionalistas nicaragüenses como José Dolores Gámez y Tomás Ayón resultaron fundamentales para estas conclusiones. Por una parte, se estructuraba la periodización de la historia de Nicaragua que los historiadores posteriores habían reproducido. Por otra parte, se afirmó el carácter anacrónico de la identidad nicaragüense a través de historias lineales y positivistas que comenzaron en “prehistoria10”. Lo que se hace histórico es el Estado, siendo construido y reconstruido sobre el fundamento de la inmutabilidad de la identidad nicaragüense. Para Coronel Urtecho, por lo tanto, el problema del desarrollo nacional de Nicaragua es el fracaso de las élites nicaragüenses de captar una concepción desarrollista del estado, en oposición al éxito de los costarricenses en hacerlo11. Humberto Belli también lamenta lo que él creía era el retraso de una élite que percibe al estado como “el mecanismo para repartir privilegios, tierras (las ‘mercedes’), monopolios comerciales, y puestos”. Sumidos en “valores hispánicos semi-feudales”, las élites de Nicaragua no podían concebir una sociedad más amplia y se negó a someterse a la autoridad estatal12. A pesar de basarse en diferentes influencias teóricas, Belli, Coronel Urtecho, Alberto Lanuza y José Luis Velázquez llegan a la conclusión de que los años trágicos de la “anarquía” – cualquiera que sea su causa— fueron una etapa de desarrollo en la maduración inevitable de la nación.
La Mosquitia y la problematización de la nación
10La historia de la Mosquitia es muy diferente a la de Nicaragua. Después de haber permanecido en su mayoría fuera de la influencia del imperio español, las interacciones más importantes de la costa fueron con los británicos. Además, la población consistía principalmente de indígenas, africanos y sus descendientes. La Mosquitia entra en la historiografía de la formación del estado-nación nicaragüense como un apéndice, supuestamente una parte natural del territorio nicaragüense. La gente de la región, por lo contrario, si aparecen, lo hacen como un problema para la nación. Parten de la posición de que la Mosquitia es legítimamente el territorio de Nicaragua, pero que los habitantes de la zona carecen de derecho legítimo sobre la tierra. En las dos historias clásicas decimonónicas de Nicaragua por José Dolores Gámez y Tomás Ayón, hacen referencias a los pueblos de la costa principalmente para negar o limitar sus derechos. Para Gámez y Ayón, los criollos de la Mosquitia fueron siempre “los negros extranjeros” o “negros jamaiquinos,” mientras los indígenas de la región están representados como al borde de ser “no indígena” debido a su supuesto mestizaje continuó con los negros13.
11 Un extenso cuerpo de investigación sobre la Mosquitia existe, pero el examen de formación de la identidad política de los costeños es inhibido por las trayectorias que este trabajo ha tenido. Por un lado, los antropólogos (y en ocasiones los misioneros en la región) han elaborado los estudios etnográficos que son generalmente centrados en la comunidad y vida contemporánea14. Aunque la mayoría de ellos tratan de colocar sus estudios en un relato histórico más amplio, los resultados no pueden participar críticamente con la historiografía existente o contribuir a un análisis histórico más profundo. Por otra parte, los historiadores se han ocupado ya sea con la relación de Nicaragua con la Mosquitia o de las relaciones institucionales y diplomáticas de Gran Bretaña y los EE.UU. con la costa15. Los historiadores suelen tratar de añadir la textura antropológica a sus relatos, pero con demasiada frecuencia se basan en relatos de viajes y etnografías escritas entre los siglos XVII y principios del XX, de los que son demasiado crédulos16.
12Hasta hace poco, la falta de historiar a los costeños y la Mosquitia en su propio contexto ha sido bastante general. Una nueva generación de investigadores ha comenzado a trabajar en contra de estas tendencias, pero las interpretaciones de los años 1970s hasta 1990s siguen profundamente arraigadas en los debates actuales. La obra de Karl Offen, Edmund Gordon, Juliet Hooker, Jennifer Goett y Doug Tompson, en particular, debería comenzar a remediar la situación. Sin embargo la historiografía tradicional mantiene su influencia en Nicaragua17.
Los mapas y la hegemonía de la nación en la historiografía
13 Los problemas de integración de las historias e historiografías de Nicaragua y la Mosquitia se destacan en términos aún más patentes al observar los mapas de la región. Representaciones textuales ofrecen una flexibilidad que no existe dentro de las convenciones formales de la representación visual. Así, cuando se escribe “Nicaragua”, cada lector se imagina su propia representación de la palabra. Sin embargo, un mapa impone una representación muy particular delante del espectador que tal vez no acuerda con la imaginada por el espectador. En Comunidades imaginadas, Benedict Anderson escribe brevemente sobre el uso de mapas y la producción de conocimiento geográfico en la historia de la colonización y la creación de lo que él llama el “nacionalismo oficial18”. Como escribe Anderson:
14Desde de la invención del cronómetro en 1761 por John Harrison, que hizo posible el cálculo exacto de las longitudes, toda la superficie curvada del planeta había sido sometida a una cuadrícula geométrica que encuadró los mares vacíos y regiones inexploradas en cajas de medida definida. La tarea de, por así decirlo, ‘llenar’ las cajas se lograría por los exploradores, los agrimensores, y las fuerzas militares19.
15Juntos, agrimensor y militar produjeron un “logo-mapa,” como dice Anderson, que se convirtió en algo “inmediatamente reconocible, visible en todas partes [y] penetrado profundamente en la imaginación popular, formando un poderoso emblema de los…nacionalismos nacientes20.”
16 Los trabajos de los científicos del siglo XIX como Pablo Levy y Maximiliano Sonnenstern, quienes se contrataron para producir geografías nacionales, encajan perfectamente en esta categoría21. Aunque el mapa de Levy, producido para su publicación de 1873, Notas geográficas y económicas de Nicaragua, vinculaba explícitamente sus observaciones geográficas a la institucionalización del estado nacional, el mapa de Sonnenstern es mucho más revelador y complicado. Elaborado en 1858, el mapa trata de invisibilizar la Mosquitia con una laguna intencional. La detallada información captada en el mapa termina en la frontera con el área que eventualmente se convertiría en el Departamento de Zelaya, después de que el estado de Zelaya venciera el territorio en 1894. En el borde de este vacío, un territorio sobre el cual el gobierno de Nicaragua no tenía ningún control, se escribe una advertencia espantosa y misteriosa sobre lo que está más allá: “Territorio ó Linia Despopulada [sic] y Desconocida de la República” (véase el mapa 1). El mapa y la realidad parecían coincidir. Pero en despoblar al territorio y asignarlo a la República, Sonnenstern imaginó un mapa del futuro, que incorporaría este territorio desconocido.
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18 Sin embargo, las representaciones cartográficas nacionalistas no se limitan a las publicaciones del Estado. Los académicos siguen reforzando las ideologías nacionalistas a través de su uso de los mapas. La mayoría de los trabajos sobre la región poscolonial se basa en un mapa estándar de Nicaragua después de 1894 que encuadra una Nicaragua del pacífico al atlántico. A través de la frontera noreste a lo largo del Río Coco se encuentra Honduras. Hacia el sureste, el Río San Juan constituye la frontera con Costa Rica22. Las diferencias en los mapas existen, sin embargo, y son más notables cuando se comparan las obras sobre Nicaragua y aquellas sobre la Mosquitia.
19En los estudios de Nicaragua (en contraposición a la Mosquitia), los académicos tienden a usar los mapas más estrechamente asociados con el mapa político moderno de Nicaragua23 (véase los mapas 2 y 3). A menudo, estos mapas se abstraen de su contexto geográfico, lo que implica tanto la permanencia territorial y la separación de los vecinos. El libro Indian Survival in Colonial Nicaragua (1987) por Linda Newson es peculiar en el uso de dos mapas: uno, que como la mayoría, se basa en el mapa político moderno, y el otro, un mapa mucho más cerca de Sonnenstern en el que se coloca el tamaño y localización de las comunidades indígenas de Nicaragua a finales del siglo dieciocho (véase los mapas 4 y 5). No fue, sin duda, la intención de Newson; sin embargo, los mapas reúnen dos argumentos centrales de la ideología nacionalista hispana de Nicaragua. Por un lado, el territorio de Nicaragua ha sido siempre lo que es hoy. Por otra parte, la región de la Costa Atlántica es un gran vacío y por tanto nunca podría haber sido territorio de cualquier otra soberanía.
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