Ficha n°23
BARROETA CASTILLA, Miguel
Cargo: Cura de San Miguel.
Nació: en San Miguel, El Salvador.
Murió: el 19 de noviembre de 1814 en Cádiz, España.
Padres: Juan Antonio Barroeta Iturrio y Ana Gertrudis de Castilla Andurrián.
Resumen: Miguel Barroeta y Castilla, hermano de Rafael Barroeta y Castilla quien fue presidente de la junta gubernativa en 1822, ingresó en septiembre de 1793 al colegio seminario de la Asunción. Su padre era nativo de la provincia de Vizcaya, aunque nuestra documentación no nos permite ubicar el rango social de la familia. Miguel salió del Seminario más de dos años después de su ingreso y pretendió entonces ser notario del Santo Oficio (a pesar de haber sido cuestionado por el crimen de solicitación por la misma Inquisición seis años antes). En 1799 su hermano, quien parece haber en todo momento favorecido su ascenco social, abrió un pleito en el juzgado de capellanía para que se le declara el derecho a la capellanía que con 1700 pesos fundó Doña Manuela Martínez de Molina, capital invertido en la hacienda llamada el Espíritu Santo. Ignoramos con certeza el resultado de dicho pleito. Por otra parte, tras su salida del Seminario sabemos que Miguel siguió estudiando en las aulas de la Universidad San Carlos, donde obtuvo un doctorado en teología en 1797. Otro detalle interesante, cuando Miguel vivía todavía en la Ciudad de Guatemala tomó la decisión de dar la libertad a una de sus esclavas. Se trataba de la mulata María Salomé Barroeta hija de Manuela Barroeta esclava de su casa. Tal vez lo más interesante resulta ser la condición impuesta a esta « libertad » : la mujer de 25 años tenía que ubicarse bajo la protección de Antonio Larrázabal y Arrivillaga.
Después es el historiador Holandés Adrian Van Oss quien nos informa de la presencia de Miguel Barroeta en su parroquia natal. Era cura interino y gozaba de más de 14 capellanías, lo que representaba un capital de 8300 pesos, lo que nos hace pensar que la ayuda de su hermano fue muy provechosa. A partir de 1809 empezó su carrera política, siempre en los rangos conservadores, actividad que dejó muchas más huellas que cualquier otro aspecto de su vida. Lo encontramos llevando un juicio ante en el juzgado de segundo voto de la ciudad de San Miguel, donde denunciaba los escándalos que estaba causando Manuel Cavallero, el escribano don Francisco Quintana, Gabriel González y el corso don Rafael Morazán. Estos hombres se juntaban en la tienda de Manuel Cavallero « a criticar las acciones y conducta de los vecinos criollos y de los europeos que no quieren mal a los criollos y con particularmente a hablar mal de el y de los alcaldes ». Manuel Cavallero sostenía que « todos somos del mismo cuerpo politico ». De hecho Miguel Barroeta subrayaba que la ciudad estaba llena de hojas contra los alcaldes. Los criollos que no querían hablar mal de los españoles merecían el apodo de « tecolotes ». Naturalmente lo encontramos en 1811, cuando una parte de la provincia salvadoreña se había alzado contra la Monarquía, usando de su posición de párroquo para denunciar « los falsos colores que los insurgentes de San Salvador pintan el caracter de nuestros hermanos los españoles europeos, para dar algunas apariencias de justicia a su escandaloso levantamiento ». Alejandro Marure afirmó que hasta se opuso en armas y renovó el juramento de vasallaje y fidelidad, y mandó quemar en plaza pública las invitaciones liberales. Estuvo incluso apoyado por los presbíteros Manuel Antonio Molina y Manuel Ignacio Carcamo. Los tres fueron premiados con los honores de canónigos de la Iglesia. De hecho el Capitán Bustamente confirma el zelo de nuestro padre. En abril de 1813, fue elegido para representar a la provincia de San Miguel y la de San Vicente en las Cortes de Cádiz, y una cura interino fue nombrado en su curato. Sin embargo nunca salió de la Capitanía General. Un año después, desde la ciudad de San Vicente escribía al rey para pedir la creación de una Mitra en San Salvador, la extinción del Montepio de cosecheros de añil del reino de Guatemala, la supresión de los estancos de aguardiente, la provisión de las subdelegaciones en hombres de providad y no fallidos como hasta ese momento. Hablaba entonces con toda la autoridad que le otorgaba el título de caballero de la Real y distinguida Orden de Carlos III y de vicario juez eclesiástico. Decía que el cura Ignacio Ávila tenía instrucciones para pedir la Mitra en España. Su discurso entonces se orientaba más hacia la defensa de los intereses de los productores de añil en Salvador. No estamos seguros de su fecha de fallecimiento, porque la fecha que presentamos corresponde al nombramiento del nuevo cura de San Miguel por fallecimiento del anterior