Ficha n° 1278

Creada: 25 noviembre 2006
Editada: 25 noviembre 2006
Modificada: 25 noviembre 2006

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Autor de la ficha:

Jean PIEL

Publicado en:

ISSN 1954-3891

La informalidad social en América Latina

La informalidad social en América Latina : ¿un objeto sin antecedentes históricos? (Algunos apuntes al propósito sacados de la Historia de Guatemala)
Autor(es):
Jean Piel
Lugar de Publicación:
Inédito
Fecha:
Noviembre de 2006
Texto íntegral:
El llamado “sector informal” en América latina parece ser una categoría analítica reservada a las ciencias sociales de lo actual o de lo reciente. No sin razón dado que ese fenómeno no emerge significativamente antes de los años 1940 – 1960, cuando aparecen inquietudes relacionadas con la generalización de las primeras favelas, barriadas, ciudades-miserias y otros “barrancos” – suburbios donde se revierten crecientes éxodos rurales que el mercado de trabajo urbano se revela incapaz de absorber . Designando (fuera tanto de las sociabilidades tradicionales como del sector ya integrado al modo de producción capitalista cumplido) los sectores sociales que escapan a las estadísticas del Estado o de las empresas “asalarizantes”, el término promete no desaparecer pronto ni del vocabulario ni de la realidad. Todo lo contrario, porque desde hace 20 o 25 años las políticas de ajuste estructural parecen generalizarlo por todo el continente. Con lo cual, aunque siempre son ellos capaces de definir con exactitud ese “conjunto confuso”, antropólogos, sociólogos, economistas y urbanólogos no han terminado de hablar de dicho “sector informal” . Y los historiadores ? Salvo raras excepciones, parecen ausentes del debate. Eso se puede entender si tomamos en cuenta que:

11/ por ser relativamente reciente, el fenómeno parece escapar de las responsabilidades de una disciplina ante todo dedicada al estudio del pasado.

22/ por ser relativamente nuevo, el fenómeno (consecuencia de la evolución acelerada de América latina hacia el capitalismo en sus últimas etapas keynesiano-fordista – de 1935 a 1975 – y neo-liberales – desde 1980) no tiene, tal cual, antecedentes históricos que los historiadores hubieran podido encontrar en sus investigaciones.

3Pero inmediatamente se presentan dos objeciones a esos dos argumentos:

41/ a pesar de ser reciente, el fenómeno existe ya desde hace 2 o 3 generaciones. Es entonces de historia reciente, por lo tanto “historicizable”;

52/ por cierto, el fenómeno es nuevo, pero si tiene ciertos antecedentes de “informalidades sociales” en el pasado : no las relacionadas con el actual capitalismo empresarial – financiero mundializado, sino las relacionadas con el capitalismo liberal importado en el siglo 19 o, antes, con las sociabilidades mercantiles – organicistas predominantemente precapitalistas del Antiguo Régimen colonial.

Por supuesto los historiadores clásicos, legítimamente fascinados por la monumental obra institucional de España en sus colonias o, después, por la difícil construcción institucional del Estado independiente, en su inmensa mayoría prestaron – y todavía prestan hoy, cuando se mantienen neo – institucionalistas – muy poca atención a esos fenómenos de informalidades sociales pasadas, hasta cuando los archivos oficiales (a condición de leerlos entre las lineas) confiesan algo al respecto . Salvo, por supuesto, cuando una crisis mayor e inocultable de la sociedad estudiada (desórdenes que siguen la Conquista, revoluciones contemporáneas) deja aflorar por un momento los de abajo o los de afuera en las narrativas de los historiadores los mas tradicionalistas o conservadores. Pensándolo mejor, se puede decir que hasta hace poco la mayoría de la corporación histórica latino-americanista ha producida una visión artificialmente majestuosa de la acción de las elites dirigentes y de la potencia reguladora de las instituciones que produjeron, inspiradas por el “Espíritu de la Historia” (según el caso : neo-escolástico, liberal o neo-corporativista). En tales condiciones, por supuesto que los historiadores poco iban a contribuir a los debates con los demás científicos sociales con respecto a los fenómenos de informalidad social de ayer o de hoy ! Cierto es, repitamos lo, que estructuralmente las informalidades del pasado, por haber sido producidas en condiciones tan diferentes de las de hoy, no pertenecen a las mismas lógicas de producción y reproducción y no tendrán las mismas características. Por lo tanto : ¿nada paso del gaucho pampeño al descamisado porteño ? ¿de las sociedades artesanales coloniales o primo-republicanas al movimiento obrero naciente? ¿de las plebes delincuentes finicoloniales a ciertas subculturas criminales actuales? ¿de los indios o esclavos fugitivos de los siglos 16 XVI al 19 XIX a los migrantes que subvierten las fronteras oficiales de América central por los mismos senderos clandestinos a través del desierto o la jungla ? ¿de los bandolerismos y montoñerismos del siglo 19 a ciertas guerrillas “marxistas” o “antisubversivas” que todavía operan en 2006 en rincones del continente? Apoyándome sobre lo poco que se de la historia de Guatemala, y más particularmente de la historia del Quiché, pretendo aquí no digo demostrar, pero sugerir que sí es posible intentar reconstituir la historia de fenómenos de informalidad social que pueden haber tenido cierta influencia en los acontecimientos posteriores y hasta recientes de la historia del país – a condición, bien evidentemente, de alejarse mínimamente de los prejuicios de una historiografía exclusivamente arqueo o neo institucionalista.

Evidencias de informalidades sociales y de su importancia en la historia de Guatemala desde la Conquista

El punto de partida : “ El estado escandaloso de la Gobernación de Guatemala1” 20 a 30 años después de su Conquista

6Ante todo, hay que recordar como la Audiencia de Guatemala se institucionalizó muy tardíamente, emergiendo difícilmente del caos que siguió aquí a la Conquista española – y más particularmente en el ex Reino de Utatlán destruido por Pedro de Alvarado en 1524. Todavía para 1545-1549 y a pesar de las prohibiciones de la Corona y de la exclusión decretada de los encomenderos de guerra de la zona, se extraen centenas y centenas de esclavos indios capturados en guerra en Chiapas o Teculutlan (la actual Rabinal2). Situación no mejorada diez años después cuando en su visita realizada desde México hasta el Istmo Alonso de Zorita constata en 1555 “nada es estable en Nueva España porque la gente del común ha perdido el temor a sus príncipes y señores naturales3“. Un siglo más tarde, cuando se agota el zelo misionario dominicano en los confines septentrionales de la Audiencia al punto de replegarse más al sur de Coban a Salama (en 1608) y de Sacapulas a Santa Cruz del Quiché (en 1649 y, totalmente, en 1715), las autoridades parecen resignarse a abandonar a su paganismo a los naturales de la región situada al norte de la Sierra de los Cuchumatanes denominándola a partir de entonces la “Provincia de los infieles de las montañas de Lacandon, Chol y Sierra de Sacapulas4“. Aunque cierta historiografía comparte con Antonio de Remesal su impaciencia apologética para antefechar los progresos institucionales del poder colonial, todavía en 1545 dicho poder no controla más que 84 pueblos y 70 000 habitantes5, es decir solamente 8,8% de la población estimada en 1492 por Rosenblat y 9% de los pueblos y 14% de la población censada por el Presidente Escobedo en 16756. Es decir que la bien denominada “Audiencia de los Confines“, a través de sus 80 encomenderos asistidos de sus caciques colaboradores, deja todavía escapar alrededor de 90 % del territorio y de la población del actual Guatemala.

7 En cuanto a los 10% ya sometidos pero gobernados por encomenderos que raras veces distinguen entre encomiendas de paz y encomiendas de guerra, que dominan un Ayuntamiento que más se parece un síndico de condottiere en conflicto que una institución regaliana, difícilmente se puede hablar de legalidad formalizada. Con todas las consecuencias negativas previsibles para las sociedades indígenas así dominadas : deportación de decenas de miles de indios muy lejos de sus familias y pueblos para servir de mano de obra gratuita en trabajos viales ; astilleros plantaciones de algodón, cacao y añil en tierras bajas tropicales o más lejos todavía7 o, para compensar la carestía de las mulas, como “tamemes” cuyas interminables filas permiten los transportes terrestres entre Puerto de los Caballos y Guatemala Ciudad – sin hablar de los que se extenúan a extraer en los ríos auríferos “granos de oro” que se les exige con rapacidad a título de tributo o de trabajo forzado .
Para la Corona y su aliada la Iglesia, esa situación no podía perdurar y, después de la promulgación de las Nuevas Leyes de Indias por 1540-1542 tuvieron éxito en recuperar progresivamente los derechos regalianos tan imprudentemente delegados a los Conquistadores y encomenderos. No idealicemos por lo tanto ! Si se confía a los dominicos la Conquista espiritual de Chiapas a Verapaz y si la administración real retoma poco a poco el control de la situación, es al precio de un compromiso con los descendientes de los primeros colonos en vía de enraizarse en el país . Se consolida así una “Patria del Criollo” mejor formalizada, pero cuya extensión territorial tuvo que seguir – no pocas veces – utilizando episodios de conquista brutalmente militar hasta muy tarde8. Es indudable que ya en 1594 la orden dominicana puede alabarse de controlar 65 doctrinas9 y, en 1685, 127 curatos con 150 000 feligreses indígenas10 – vale decir un 30% de la población censada por Escobedo en 1675 . Entonces, de 1548 a 1685 y a pesar de las perdidas demográficas, la población formalizada y controlada por el poder colonial aumentó de un 665% . Por lo tanto : ¿han desaparecido los sectores no controlados que representaban 90% del territorio y de la población en 1545 ? De ningún modo, al punto que – algunos, tradicionales desde el siglo XVI ; otros, nuevos y producidos por el propio funcionamiento del sistema – obsesionan los poderes instituidos

Dos sectores informales duraderamente al margen de la sociedad colonial : “vagos” e “indios” remontados”
Primero de esos sectores : la vagancia, verdadera plaga que impone restricciones notables al éxito de la política de reducciones indígenas y de control fiscal de la República de Indios como bien lo atestigua en 1683 ese funcionario encargado de levantar el padrón fiscal en 6 pueblos de las Alcaldías de Solola y Tecpan Atitlán cuando tiene que confesar “aquí el censo tributario … yo no puedo hacer con claridad11“. A consecuencia de los abusos de los encomenderos con la mano de obra indígena, las huidas frente a las obligaciones fiscales o de trabajo forzado se convierten en fenómeno estructural de los Altos por lo menos hasta 1944, y son una reacción duradera a la permanencia de los “mandamientos”, de las requisiciones forzadas y de las leyes de represión de la “vagancia” . Desarraigando trabajadores forzados de sus familias, calpules y pueblos, esos mandamientos alimentan por reacción y recurrentemente una masa incontrolada de vagos, fugitivos e disconformes que incluso los archivos oficiales no pueden ocultar (cf anexo N°1).

8Segunda obsesión de las autoridades coloniales : los “indios remontados” que, al margen o afuera de las reducciones indígenas, escapan al control fiscal de la administración y a las predicas de los curas. Difusa, pero omnipresente,esa informalidad rural de proximidad – por su naturaleza, difícil de cuantificar con exactitud – alejada de la catolicidad ortodoxa y tridentina, alimenta incontroladas fronteras de lo imaginario surnatural afuera de alcance de las jerarquías civiles y eclesiásticas. Hasta terminan contaminando las propias parroquias reputadas cristianas – y eso, hasta hoy día (cf anexo N°2)

Fabricación de un sector difícil de formalizar en la sociedad colonial: los ladinos
Sin que se sepa claramente si la elite hispano-criolla se alegra o desconsola del fenómeno, aparece y se consolida otro sector duraderamente muy mal formalizado a pesar de ser producido por el propio sistema colonial : el de los ladinos. Denegado por el “apartheid” instituido por las Leyes de Indias que sólo reconocen la existencia de la “ República de los Españoles” y de la “República de Indios”, ignorando entre los dos la masa creciente de sangres mezcladas (mestizos, mulatos, pardos, zambos, etc…) o de los que, por alguna razón, escapan de su estatuto personalizado de “Español” (niños ilegítimos, primos alejados y olvidados de los linajes hispano-criollos, blanquillos sin protección de un compadre o padrino) o de “Indio” (por ser, por ejemplo, uno de esos” vagos” o “ naboríos” desarraigados de toda relación familiar o comunitaria). Dentro de esa masa mixta y sin estatuto jurídico por lo menos hasta fin del siglo XVI, además situada abajo en la escala de los desprecios de una sociedad jerarquizada y organicista, éstos de los cuales se pretende que ni siquiera saben pronunciar correctamente la palabra “ latino “, los ladinos llegan a formar la masa principal . Mestizos (biológicos y/o culturales), blanquitos pobres en vías de mestizar su descendencia por no tener acceso a las mujeres “ blancas” de la elite, indios “desindianizados” – todos pobres de recursos económicos y sociales, pero escapando de las obligaciones serviles de los negros y tributarias de las reducciones – se los encuentra en los espacios urbanos periféricos o, en caso de Guatemala donde las sociedades urbanas tardan a consolidarse, más frecuentemente en los espacios rurales donde tratan de sobrevivir de actividades de intermediación (clientelas de los encomenderos, doctrineros, hacendados ; comercio al por menor ; etc…) Excluidos del acceso a los privilegios (latifundistas, burocráticos, clericales, comerciales) de la elite hispano-criolla en vías de oligarquización, sólo pueden esperar promoción económico-social o en el clientelismo de los potentes (para una minoría de ellos) o, en la proximidad de las “reservas indígenas”, aprovechando su estatuto jurídicamente libre de obligaciones personalizadas, beneficiándose de la complicidad de las autoridades locales para vivir a expensas de las reducciones .

9Cuando todavía existía en Guatemala una aproximación verdaderamente histórica de las problemáticas del país (vale decir, interrogándose no sobre “esencias” sociales, fijas y tales como podían aparecer en el momento de su observación, sino sobre su génesis y su función variable en la totalidad social) un buen historiador, García Peláez, bien caracterizó en 1841 esa dialéctica de la latinidad : “Instalados en los pueblos indígenas es preciso suponer que con mucha naturalidad comienzo una lucha entre ladinos e indios primero para obtener derecho de residencia, enseguida para participar en la repartición de tierras comunales, y una vez iniciado el conflicto, la victoria debió depender de la actividad o la violencia empleada por los primeros como de la prevención y resistencia opuesta por los segundos … Pero, en todo eso, no hubo reglas sino vías de hecho12“ . Ahora bien, García Peláez tiene razón de escribir “es preciso suponer”, porque evidencias documentales de ese proceso tenemos muy pocas antes del fin del siglo XVIII, lo cual confirma que antes, todo eso pasó en la más total informalidad, fuera de control de las autoridades centrales y regionales. Las cuales, de hecho, Obispos o Oidores, parecen repugnar cada vez más a lo largo del siglo XVII a visitar el terreno y dejan peligrosamente relajarse la disciplina de sus subalternos locales13. Y todavía cuando en 1768 el Arzobispo Cortés y Larraz rompe con esas malas costumbres cabalgando a lo largo y lo ancho de su diócesis, eso no lo impide subestimar la población ladina en solamente un 7,2% de la población total de la Audiencia14 . Lo cual fácilmente se explica por las respuestas de sus curas-informantes a su cuestionario que, deseando esconder a su superior sus parentelas ladinas ilegalmente instaladas en sus reducciones que deberían proteger de ese tipo de invasión, declaran casi todos “ en ese pueblo, no hay Español o ladino15“.
Por suerte para el historiador, el auge de los peligros militares exteriores en el Caribe a fin del siglo XVIII le favorece el acceso a estimaciones cuantitativas, sino totalmente confiables, por lo menos más precisas y que confirman un indudable proceso de ladinización de 1650 a 1950. Un documento de 180416 incluso nos ofrece una espectrografía sociológica del mundo hispano-ladino de Guatemala y nos enseña que solamente 8,7% de las familias hispano-ladinas son propietarias frente a 37% cuyos jefes son arrendatarios o jornaleros y que (lo cual contradice la idea de plebes mestizadas ante todo urbanas o suburbanas en el momento de las Independencias ) más de un 60% de ellas son rurales, residiendo en “villas, reducciones y pueblos indígenas” (43,5%) o “valles y haciendas” (16,7%) .

10Eso dicho, no por casualidad ese documento ha sido encontrado, a pesar de su firmante de apellido hispánico, en archivos británicos. Con toda evidencia fue establecido a pedido de servicios de inteligencia ingleses preocupados de evaluar con precisión las reservas de milicias de América Central dos años antes de la batalla decisiva de Trafalgar. Por el lado español, y a pesar de las mejoras administrativas inducidas por las reformas borbónicas, no se llega a similar eficacia hasta poco antes de la Independencia. De ahí el interés de ocuparse de una documentación generalmente desdeñada por los historiadores monomaniacamente institucionalistas : los archivos locales (cuando escaparon de la desaparición) y, también, los archivos centrales que no solamente nos hablan de las instituciones y de los monumentos de derecho del Concejo de Indias o de las Asambleas Constituyentes sino también de sus aplicaciones jurisprudenciales, administrativas y fiscales en el terreno . A título de ejemplo de la utilidad de tal andar, voy a intentar empezar a aplicarlo al caso de la historia del quiché.

Estudio de caso: La informalidad social en la historia del actual departamento del Quiché

Los límites del encuadramiento formal de la sociedad quicheense de la conquista la dictadura liberal (1524 – 1880)
A pesar de lo dicho por Antonio de Remesal, ningún archivo me pudo comprobar su afirmación que haya existido reducción indígena alguna al norte de la Sierra de Chuacus antes de los anos 1580-159017. Bien es cierto que al sur de dicha sierra la iglesia de la nueva Santa Cruz Utatlán es inaugurada y que encomenderos han empezado a reagrupar sus poblaciones indígenas dependientes desde ya 1538-1540 . Pero al norte, y según el propio Remesal, cuando los dominicos erigen su nuevo convento de Sacapulas en 1553, lo hacen con la ayuda de los caciques locales, no con la de autoridades indígenas de reducciones – todavía inexistentes. Cuando en 1570 dicho convento liquida por toda la zona sus “estancias de vacas por la gran distracción que de ellas se seguía“, hasta Remesal tiene que señalar que la evangelización del ex Reino de Utatlán es practicada por los conventuales dominicos de Sacapulas que convierten yendo “de visita dos por dos“, no por párrocos ya residentes en su doctrina. Los actuales pueblos del Quiché sólo aparecen en los archivos a partir de 1580-1610 : en listas tributarias (1580-1590), en juicios de deslinde de tierras comunales o de calpulis (1596-1602), en relación de visita episcopal18 (1610). Eso significa que por lo menos durante dos generaciones después de la destrucción de Gumarcaj-Utatlán por Pedro de Alvarado en 1524, el actual departamento del Quiché vive sin duda bajo dominio español (de los encomenderos hasta 1540, de los dominicos después), pero un dominio que tarda mucho en formalizarse. Pensándolo, lo único que mantiene un mínimo de continuidad de orden formal a nivel local en esa región hasta 1570-1590 es lo que queda de autoridad a esos caciques aliados de los encomenderos y, después, de los dominicos que se aprovecharon la destrucción y/o el abatimiento de la casa real de Utatlán para afirmar su papel de colaboradores incontornables de un poder español todavía muy mal formalizado (caciques de calpules o, a lo más, de federación de calpules que, reagrupados al fin, darán nacimiento a las reducciones al fin del siglo XVI.

11Después de esa fecha si, es verdad, el Quiché se institucionaliza según criterios de Madrid . Pero no impide por lo tanto la permanencia – o la aparición – de sectores importantes de la sociedad regional que siguen escapando al control de las autoridades coloniales. En lo que de lo imaginario sagrado y de las representaciones mentales colectivas se trata, además de las ya vistas (cf anexo N°2), es particularmente evidente tan tarde como en 1794 cuando el común de San Andres Sajcabaja defiende sus tierras comunales frente al Juez Visitador de Tierras invocando, no las Leyes de Indias, pero un derecho etno-mágico precolombino establecido por nahualismo por un antepasado-brujo fundador que les dio posesión “volando de monte a monte, centandose en los mojones hasta impresión de sus plantas19“. A pesar de haber sido “ evangelizados” por los dominicos desde 250 anos, el hecho señala claramente los límites de dicha evangelización ! Eso, para lo espiritual . En cuanto a lo administrativo, a pesar de aparecer globalmente sin movimiento la situación de entre 1550 a y 1800, tampoco corresponde al mito de un absolutismo monárquico todo potente en sus provincias lejanas. La progresión del control español en la zona es primeramente lenta en el siglo XVI : los dominicos, dueños de la región, no pueden jactarse de haber evangelizado más de 1 500 fieles en 1570, un poco más del doble en 1603. La situación no cambia notablemente cuando es controlada por los Alcaldes Mayores hasta fin del siglo XVIII. ¿Impotencia administrativa ? ¡ Sin duda ! Pero también resultado de un compromiso tácito concluido por los agentes de la Corona con las autoridades indígenas y sus tutores dominicos y que forma parte de las reglas no escritas del “ buen gobierno “ local : a cambio de una paz relativa y de una renta fiscal estabilizada (tributo, mandamientos, diezmos, primicias,etc…) las autoridades regionales y centrales cierran los ojos sobre la imprecisión de los padrones y censos. De ahí esas extrañas contradicciones en las cifras cuando, al fin del siglo XVIII, funcionarios mas escrupulosos nos desvelan realidades hasta el momento insospechadas e insospechables. Por ejemplo entre los censos de 1809 y de 1821, el segundo nos da a creer que en 12 años la población de Sajcabaja, sin ninguna epidemia reciente que lo podría explicar, ha bajado en un 45% . O, peor todavía, el cens