ISSN 1954-3891

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Boletín 32 del 2007-10-04

Violencia y resistencia en los pueblos coloniales

El período colonial americano no fue de armonía y paz, sino de conflicto constante, como la historiografía lo ha venido mostrando. El poder exterior que se impuso a las poblaciones originarias, para hacer posible la explotación de sus recursos en beneficio del país “colonizador”, implicó el uso de la violencia organizada, que a su vez conllevaba la tecnología militar, la ausencia de derechos políticos para los indígenas y la asimilación por la fuerza. Sin embargo, existen muchos indicios de que la mayoría de ellos no se sometió y, muchas veces, se sublevaron.

El estudio del colonialismo ha atraído la atención de muchos, pero no por eso se han agotado los temas, no hay todavía suficiente comprensión del fenómeno en su conjunto. Entre otros asuntos, falta el análisis comparativo con el área andina; conocer los pormenores de la vida cotidiana; ahondar más en el papel de la iglesia en los pueblos; descubrir la lenta, compleja y contradictoria mutación (¿y permanencia?) de las culturas originarias; devolverle la integridad al espacio que originalmente tenían esas culturas (Verbigracia: primero fue Mesoamérica, luego la Capitanía General de Guatemala) y, en relación a este ultimo tema, observar los tiempos históricos en forma diferenciada, porque no es lo mismo estudiar la conquista o la idolatría a mediados del siglo XVI, que uno o dos siglos más tarde.

En esas circunstancias, de tiempos históricos diversos y coexistentes, otro problema no estudiado es la participación indígena en la independencia, que es bastante probable haya sido una experiencia distinta a la criolla. Está por averiguarse, por ejemplo, qué huellas dejaron los acontecimientos asociados a la crisis del Imperio Español, en la actitud que las comunidades indígenas adoptaron después.

Todos esos temas aguardan nuevos estudios, están a la espera de historiadores, como los que aquí escriben, interesados en que algún día se de la redención histórica de los actores sociales del pasado y de hoy. Así pues, estudiar el mundo colonial supondría igualmente conocer el mesoamericano y andino, que se articularon con este a partir del siglo XVI, rebasando tanto la visión hispanista como la indigenista.

En este número del boletín se incluyen tres artículos; una reseña biográfica de Atanasio Tzul; varias cartas inéditas de curas pueblerinos del arzobispado de Guatemala, que responden al cuestionario enviado por Pedro Cortés y Larraz (1771), transcritas de documentos del Archivo General de Indias; la declaración judicial de Manuel Tot (1802), también inédita, depositada en el Archivo General de Centroamérica, así como una bibliografía de Andrés Aubry (in memórian). En todos estos trabajos es la Iglesia y sus representantes los que encarnan la opresión moral y material del Imperio español sobre las comunidades indígenas.

Inicialmente convocado para examinar la dialéctica entre violencia y resistencia en la Capitanía General de Guatemala (territorio que hoy comprende al estado mexicano de Chiapas y Centroamérica), desde la segunda mitad del siglo XVI hasta la primera del XIX, el espacio aludido en los trabajos se desborda hacia el área mesoamericana al norte, abarcando el actual estado de Oaxaca en México, y se extiende, conforme se avanza del régimen colonial al Estado-nacional, a lo largo del siglo XIX. Ampliaciones que contribuyen a iluminar la historia de la violencia y la resistencia, mostrando que ha sido fenómenos de larga duración, comunes a un extenso territorio.

Dilatar los límites del análisis histórico es precisamente la propuesta metodológica de Rosalba Piazza, quién propone extender los límites externos e internos que encierran a los hechos; “colocando a los actores y acontecimientos en un contexto más amplio que el de sus propios límites” y “forzando las barreras que impiden una mirada desgranadora sobre la dinámica propia de las distintas fases de acontecimientos” (p. 5). Tomando el caso de “los mártires de Cajonos”, la autora hace sugerentes observaciones sobre las “idolatrías” como espacios de elaboración de la resistencia indígena al poder español. A propósito de la versión de los hechos de Eulogio Gillow, Obispo de Oaxaca, en 1889, Piazza invita a tomar los documentos como los que son: hechos históricos en sí mismos, para nada ajenos a las polémicas y pugnas ideológicas del momento, posteriores o actuales; explicitando así que su concepción de la historia en lugar de excluir u omitir éstas (siguiendo una falsa, pero pretendida objetividad), más bien las tiene en cuenta. Utilizando materiales diversos, entre ellos el de varios archivos, su artículo contiene una crítica historiográfica y documental impecable.

Ruz y Solórzano, por su parte, muestran la violencia con la que se llevó a cabo la “segunda fase de la evangelización”, a partir de la octava década del siglo XVII, en las áreas fronterizas de la Capitanía, pero también ponen a la vista cómo se organizó la resistencia armada e institucional; con tal eficacia, que las comunidades mantuvieron sus autonomías, cuando menos hasta mediados del siglo XIX, cuando la pérdida de sus líderes debilitó la resistencia y colocó a muchas al borde de la extinción.

En efecto, una de las condiciones más importantes de la resistencia, tanto en el período colonial como en el nacional, fue el contar con una clase de intermediarios que conociendo el “lenguaje” y los recursos institucionales; estuvieran en condiciones de apropiárselos llegada la oportunidad y que, al mismo tiempo, estuvieran asociados al poder local. Tal y como lo presentan Pollack y Solórzano en sus trabajos. Los Tot, Tzul y Mayas consiguieron que algunas de las acciones de oposición indígenas se produjeran de manera unificada y, eventualmente, en alianza con otros actores sociales.

Al examinar las interacciones entre violencia y resistencia, estos trabajos sugieren reflexionar sobre otros problemas centrales del período colonial, como el de las dinámicas sociales y políticas asociadas a las congregaciones y la idea de conquista. Las primeras, como es sabido, fueron concebidas para sujetar a las poblaciones originarias, pero sólo lo consiguieron en ciertos espacios y aún allí la sujeción estuvo constantemente impugnada. Los indígenas “ya reducidos”, cuando permanecieron en los pueblos, se mostraron en muchas ocasiones una actitud desafiante y en las “áreas fronterizas” fueron el apoyo más importante de aquellos que resistían con las armas las incursiones españolas. Es justamente en ese sentido que la conquista, analizada con “perspectiva y profundidad de campo” no puede reducirse a una serie de hechos acaecidos al promediar el siglo XVI, en el plano puramente militar. Se trata de un proceso secular --c. 1670 a 1870, en los trabajos que aquí aparecen--, que apeló a distintos medios, en distintos tiempos y sobre cuyo término quizá deberíamos preguntarnos.

Para el siglo XVIII, Ruz y Solórzano muestran que las acciones de conquista militar por parte de los españoles y la defensa armada por parte de los indígenas, seguían en marcha. Al mismo tiempo Piazza confirma, al principio de ese siglo, una capacidad de autoafirmación por parte de las comunidades, en las que también tenía lugar la autonomía de culto. Para ella, la autonomía de las comunidades indígenas comenzó a formarse en el período colonial, sobre la base de un poder constituido localmente, que organizaba los diferentes aspectos de la vida comunitaria. De ese modo, la autora y los autores constatan la tenaz resistencia de aquellas, ante las tentativas de aniquilamiento físico y cultural, promovido por un sistema mundial de contornos imperiales.
Para estudiar esas persistentes luchas, se insiste en la necesidad de hacer análisis complejos de los actores y sus motivaciones. Verbigracia, de los diversos representantes de la Iglesia, las divisiones dentro de esa institución, pero también en los pueblos –por edad, género, clase, cargos, comunidad de origen y hasta personales. Lo cual implica superar la rigidez y las dicotomías. Tal y como aquí se propone. Para el estudio de la resistencia ello implica, por ejemplo, relacionar tradición y rebeldía, tratando de precisar la extensión y profundidad de la mentalidad que subyace a la protesta. Lo mismo que observar cómo los protagonistas de estas historias cambian de papel constantemente (Cfr. la declaración de Tot) y last but not least, la complejidad en el análisis histórico debería incluir la dimensión espacial y ecológica, crucial para entender la lógica histórica en la dinámica social, tal y como nos lo hace notar de modo minucioso Juan Carlos Solórzano, al describirnos la vida de los indígenas en las áreas fronterizas.
En este número del boletín, la AFEHC, se siente honrada al presentar estos tres artículos, que contribuyen de manera significativa al conocimiento histórico en Centroamérica, y, por lo mismo, aportan a la razón de ser de la asociación. Igualmente, estoy segura que los documentos transcritos, la biografía y la bibliografía, así como todos los instrumentos que se dan a conocer aquí serán muy útiles para la investigación histórica.

Coralia, GUTIéRREZ ÁLVAREZ


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Articulos
  • Los indígenas en las áreas fronterizas de Costa Rica durante el siglo XIX.
Este artículo estudia la situación de los indígenas que habitaban los territorios que quedaron al margen de la colonización hispánica durante el transcurso del siglo XIX. En primer lugar se analizan cuáles fueron dichos territorios y las razones por las cuales éstos no fueron sometidos al dominio de los españoles, e igualmente cuál fue la situación allí predominante en los años finales de la época colonial. Posteriormente se analizan las transformaciones ocurridas en los primeros cincuenta años después de la Independencia. Por último, el artículo se concentra en la segunda mitad del siglo XIX cuando ocurrieron los principales cambios en las áreas fronterizas de Costa Rica. Se estudian dos procesos simultáneos que tuvieron efectos negativos en las poblaciones indígenas habitantes de las áreas fronterizas de Costa Rica. Uno de orden político, consecuencia de la conformación del nuevo estado-nación, el cual deseaba ampliar su soberanía y legitimar su dominio sobre todo el territorio de Costa Rica. El otro fue el avance colonizador de la población del interior del país, cuyos habitantes comenzaron a emigrar en busca de nuevas tierras. Para el análisis histórico se recurre exhaustivamente a las fuentes documentales del siglo XIX y a los informes de viajeros que dejaron su testimonio de la situación en las tres regiones estudiadas.
Juan Carlos Solórzano F.
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  • ¿Retorno a la “Justa Guerra”? Propaganda Fide en Centroamérica
Pese a que desde el siglo XVI, y tras largas disputas, el concepto de “Justa Guerra” fue anatematizado en las colonias españolas en América, el territorio bajo control de la Audiencia de Guatemala supo en pleno siglo XVIII de un recrudecimiento en la violencia psicológica y física ejercida sobre ciertos pueblos asentados en la periferia, que se mostraban reacios a vivir “en policía” o aceptar el cristianismo. Aun cuando no fueran los únicos, en dicho recrudecimiento destacaron los integrantes del Colegio de Cristo Crucificado (Propaganda Fide) de Guatemala, quienes para alcanzar sus objetivos misionales optaron por recurrir a la intimidación, la coerción y el apoyo armado. El artículo, además de historiar el hecho (en especial en el caso de matagalpas, xicaques, talamancas y manchés), intentando situarlo en su contexto regional y cronológico, busca ofrecer algunas reflexiones acerca de los variados y complejos motivos que impulsaron a religiosos y civiles a tomar una decisión que incluso para varios de sus contemporáneos se antojaba rigorista, intolerante y anacrónica.
Mario Humberto Ruz
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  • Texto y con-texto. Consideraciones metodológica a latere de un notorio caso.Los “mártires” de San Francisco Cajonos: Preguntas y respuestas ante los documentos de archivo.
En el año de 1700 dos indios zapotecos de San Francisco Cajonos (alcaldía mayor de la Villa Alta, Oaxaca), denunciaron una ceremonia "idolátrica" atendida por gran parte de la comunidad. Sea las ceremonias sea su delación por parte de miembros del mismo pueblo eran fenómenos bastante comunes en el panorama de la región durante aquellos años; sin embargo, en este caso específico, los eventos tomaron un camino imprevisto, hasta concluirse con la reciente beatificación de D Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, los dos delatores, en 2002. Fue el obispo Eulogio Gillow quien, casi finalizando el siglo XIX, sacó a la luz el material documentario del proceso llevado a cabo por el alcalde mayor, además de los restos mortales de los dos indios (ejecutados por la misma comunidad) y varias tradiciones orales de la devoción a los dos "mártires", que surgió en el área. Desde entonces, el texto del obispo porfiriano ha constituido la fuente para todos los que se han ocupado del caso, confirmando, indirectamente, el método de investigación de Gillow aun por parte de los que no han compartido su ideología. De manera contraria, el presente artículo se basa sobre el análisis de un vasto material de archivo que además de completar ? y a veces corregir - los documentos analizados por Gillow, también nos acompaña en un importante recorrido metodológico. En primer lugar, los múltiples y todos ambiguos mensajes que conllevan dos "beatos zapotecas", mártires por la venganza de su propia comunidad idolátrica, nos invitan a analizar críticamente las fuentes mismas, y la manera en que han sido leídas y hasta "producidas" por las distintas generaciones posteriores a los hechos. El tema de la "idolatría", como tema central de los dramáticos acontecimientos de San Francisco Cajonos, resulta por lo tanto cuestionado. Por otro lado, aun tratando del fenómeno "idolatría", un análisis histórico riguroso y atento a los distintos niveles de las fuentes textuales rebasa sus mismos confines temáticos y, mucho más allá de las prácticas religiosas, nos permite analizar los conflictos políticos y sociales que atravesaban la región en este momento.
Rosalba Piazza
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Diccionario
  • BERNASCONI, Antonio
Arquitecto, denileador
Protegido del famoso arquitecto Mayor de las Obras Reales, Francisco Sabatini, Antonio Bernasconi pasó a las Indias con 1.000 pesos de sueldo, como substituto y delineador del arquitecto principal Marcos Ibáñez quien debía dirigir las obras de reconstrucción de la capital del Reino de Guatemala, tras su destrucción por unos terremotos durante el año de 1773. Es posible que haya conocido al ingeniero Joaquín de Isasi, un ingeniero que estaba enton...
reseñado por Christophe BELAUBRE
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  • CARRERA, José Rafael
Jefe de estado de Guatemala entre 1844-1848 y 1851-1865
Nacido de padres pobres en la ciudad de Nueva Guatemala, Carrera se alistó a la edad de doce años en el ejército federal centroamericano como tamborilero y ascendió rápidamente en los rangos durante la guerra civil de 1827 a 1829. El ejército, dominado por la élite conservadora guatemalteca, no sólo le proporcionó el entrenamiento militar sino también lo adoctrinó en el pensamiento conservador. Después de que Francisco Morazán derrotó al ejército...
reseñado por Ralph Lee WOODWARD
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  • SIERRA, José de
Ingeniero militar
El capitán e ingeniero extraordinario de los reales ejércitos, José de Sierra, fue uno de los arquitectos que laboró activamente en la construcción de la nueva capital del Reino de Guatemala, traslada y reedificada ex nihilo después su destrucción por unos terremotos en 1773. Su nombre esta estrechamente vinculado con la obra de la nueva catedral. De cierta manera se aprovechó de las circunstancias puesto que, tras el regreso a España de Ibáñez, ...
reseñado por Christophe BELAUBRE
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