Boletín 22 del 2006-07-04
La genealogía en Centroamérica
Siempre se ha dado un cierto antagonismo entre historiadores y genealogistas, porque los primeros han visto a los segundos en muchos casos solamente como arquitectos de gigantescos árboles familiares cuya única meta ha sido encontrar una dudosa filiación entre Carlomagno –cuando mucho- y los primeros conquistadores como mínimo con la propia familia. Los historiadores a su vez se han visto limitados por los primeros a la historia económica, pues se cree que ponen su enfoque en el rápido crecimiento de la producción del café y sus consecuencias sociales y económicas en las cinco repúblicas centroamericanas. Muy pocas veces le gusta a un historiador ser tildado como genealogista, y al revés. Muchas personas puedan preguntarse sobre la importancia de la genealogía, si la persona XX fue bautizada el 5 o el 7 de abril de 1790 en tal o cual parroquia. Muchos años Tegucigalpa y Comayagua se pelearon el honor de ser cuna del Presidente Juan Lindo (o Juan Nepomuceno Fernández Lindo y Zelaya con nombre completo); sin embargo, este personaje nació en 1790 en León de Nicaragua, a donde su padre Joaquín Lindo había regresado por la resistencia de la familia Zelaya de Tegucigalpa contra su yerno no deseado (la familia puso una denuncia ante la Real Audiencia de Guatemala por la supuesta sedución de la hija que era menor de edad). Pero la genealogía puede aclarar muchas cosas, porque la historia es una secuencia de personas vivas actuando en su ámbito social y geográfico y, especialmente, en el siglo XIX los socios de una empresa fortalecían sus lazos económicos por uniones familares.
En los cinco países, más Chiapas y Soconusco –excluyendo a Yucatán, que perteneció solamente pocos años a la Audiencia de Guatemala- que formaron durante un tiempo parte del Reino de Guatemala las condiciones para investigaciones genealógicas son muy diferentes.
La mayoría de las fuentes primarias que presentamos a continuación fueron microfilmadas por la iglesia mormona, lo cual hace mucho más fácil el acceso que si se tuviera que acudir a cada lugar mencionado con sus limitaciones de horario, estado de los documentos, etc. Empezando de norte a sur, encontramos en Chiapas la pérdida de muchos archivos estatales en la guerra de castas del siglo XIX (por ejemplo, los protocolos de San Cristóbal de Las Casas, antigua capital de la provincia). Los libros parroquiales de la provincia están concentrados en el Archivo Diocesano de San Cristóbal de Las Casas, el cual está administrado por la fundación INAREMAC, que cuenta con ayuda francesa. Algunos registros, como los de Comitán, datan del siglo XVI, los libros de la anterior capital chiapaneca empiezan en 1652 con un libro mixto de bautismos, matrimonios y defunciones. Sin duda el archivo más rico es el Archivo General de Centroamérica, en Guatemala, donde se custodia la mayor parte de la documentación colonial. En sus secciones Bienes de Difuntos, Protocolos, Informaciones Personales, Limpieza de Sangre o Informaciones Matrimoniales y otras más, se halla un acervo indefinido de informaciones genealógicas, no solamente de Guatemala, sino en considerable cantidad de las demás provincias del Reino. Un caso deplorable es el Archivo de la Curia Metropolitana, en Guatemala, que después de un periodo de libre acceso por las mañanas bajo el Director Ramiro Ordóñez Jonama se encuentra cerrado al público desde varios años por orden del arzobispo, sin que exista una lógica explicación. Aparte de los libros sacramentales de la Parroquia del Sagrario, que empiezan en 1577, y la Parroquia de los Remedios, el investigador encuentra allí los expedientes matrimoniales del antiguo obispado que incluyó Guatemala, El Salvador y una pequeña parte de Honduras (el indice de estos expedientes fue elaborado durante muchos años de trabajo y publicado por el Ingeniero José Fernando Mazariegos Anleu). La sección Colegio Tridentino ofrece muchos documentos genealógicos (sobre una limpieza de sangre) de los aspirantes, entre los cuales se encuentran naturales de las cinco repúblicas. Los archivos parroquiales del resto del país se guardan en sus respectivas parroquias, la mayoría inicia en el siglo XVIII; unos pocos, en el siglo XVII. En El Salvador unos archivos fueron destruidos por incendios (por ejemplo el Archivo de la Federación Centroamericana en el Palacio Nacional en 1889) o dañados por terremotos en la década de 1850 y en 1985 (el Archivo de la Parroquia de La Merced, la antigua parroquia de la ciudad, empieza en 1771 con bautismos, en 1777 con matrimonios y en 1784 con defunciones, respectivamente; los primeros expedientes matrimoniales del Archivo del Arzobispado de San Salvador datan del año 1837). Las importantes ciudades de San Vicente y San Miguel tienen archivos que empiezan a finales del siglo XVIII; sin embargo, no fueron microfilmados por los mormones. En Honduras encontramos una situación similar o aún peor, pero la falta de documentación se debe a guerras civiles, factores climáticos y principalmente simple descuido. Los registros eclesiásticos más viejos son algunas páginas incompletas de la parroquia de San Miguel (hoy Catedral) de Tegucigalpa, de fines del siglo XVII, y los primeros libros completos empiezan en 1702 (bautismos), 1725 (matrimonios) y 1727 (defunciones). De un inventario de 1876 sabemos que por esta época todavía existió un libro de bautismos que empezó en 1584, apenas cinco años después de la fundación de la ciudad. Algunos libros de fines del siglo XVIII fueron robados del archivo por personas interesadas, porque son exactamente los libros donde deben de estar las partidas de algunos héroes nacionales como Francisco Morazán, José Trinidad Reyes y otros. Parece que, debido al traslado de la sede del obispado de Comayagua a Tegucigalpa en 1880, hubo una confusión terrible a causa de la resistencia de los comayaguenses, porque hasta hoy día un libro de defunciones (1874-1884) de Comayagua, que lamentablemente no fue microfilmado, se encuentra en el Archivo de la Catedral de Tegucigalpa, y un libro de matrimonios de Tegucigalpa (1738-1782) se custodia todavía en el Archivo Eclesiástico de Comayagua. Allí se puede ver uno de los capítulos más tristes de archivística centroamericana. En un pequeño cuarto hay aproximadamente 50 cajas de banano con varias bolsas plásticas en cada una. La mayoría de los documentos está suelta y sin orden alguno, es posible hallar en una sola bolsa plástica diferentes hojas de diferentes lugares y diferentes épocas, por lo cual la investigación allí se puede comparar con una lotería. Los mormones que encontraron este mismo estado copiaron esta situación caótica en sus rollos de microfilm y no tuvieron más salida que suprimir la descripción y poner simplemente Caja 16, Caja 17, etc.. La situación está un poco méjor en el Archivo de la Corte Suprema, donde se custodian los protocolos antiguos de Tegucigalpa (los más viejos de fines del siglo XVII, con muchas lagunas en el siglo XVIII), y en el Registro Nacional de Personas (Registro Civil) que empieza oficialmente en 1880 (con algunos libros copiadores de fuentes eclesiásticas de años anteriores). La peor situación la tenemos en Nicaragua, donde varios terremotos y guerras civiles han sido las causas de la destrucción de muchos archivos municipales y eclesíasticos. Prácticamente no tenemos nada del siglo XVII y muchos registros no comienzan hasta fines del siglo XVIII; ciudades conflictivas como Granada y Rivas inician apenas a mediados del siglo XIX. Unicamente el Archivo Diocesano de León, que reabrió sus puertas hace pocos años, guarda libros parroquiales de la ciudad de León desde principios del siglo XIX (aún en libros copiadores de fines del siglo XIX, siendo los originales destruidos por un cura con defectos mentales en el patio de la catedral, según cuenta la leyenda). Solamente el país más meridional de las repúblicas de la obsoleta Federación Centroamericana, Costa Rica, cuenta con condiciones ejemplares para la investigación genealógica. El Archivo de la Curia Metropolitana en San José tiene muchos ficheros de indices de bautismos, matrimonios y defunciones de toda la república, porque la mayoría de los archivos parroquiales fue centralizada a partir de 1940 por iniciativa del Arzobispo Sanabria Martínez (los registros que están todavía en sus respectivas parroquias se puede consultar por microfilm). El investigador encuentra muchas obras de referencia como las Genealogías de Cartago (publicado en seis tomos en 1957), San José y Heredia (ambos aún inéditos) de Monseñor Sanabria y Familias alajuelenses en los libros parroquiales (siete tomos) del Profesor Rafael Obregón Loría. Los registros más viejos de Cartago, el único lugar de importancia en la Meseta Central durante los siglos XVI-XVIII, datan de 1595 (bautismos), 1664 (matrimonios) y 1667 (defunciones). En el Archivo Nacional de Costa Rica una riqueza de documentos, además de su buena organización y conservación, espera al investigador, para el interés genealógico se puede mencionar entre otros las mortuales, los protocolos y la sección Guatemala, que contiene documentos que fueron regresados del Archivo General de Centroamérica al Archivo Nacional de Costa Rica
En Guatemala existe la Academia Guatemalteca de Estudios Genealógicos, Heráldicos e Históricos, la cual se ocupa de estos temas desde más de 50 años y ha editado hasta el presente 10 números de su revista, además de varias monografías sobre las familias Aycinena, Palomo, Urruela, Unda, Gutiérrez Marroquín, Díaz del Castillo, etc.. Una especial mención merece la magnífica obra del Licenciado Juan José Falla Sánchez, que ha dado luz a tres tomos voluminosos bajo el título Extracto de escritos públicos, donde presenta resúmenes de diferentes protocolos del siglo XVI y XVII. Se ha publicado muy pocos trabajos en El Salvador; el méjor, La familia Martín del Cerro, del Licenciado Falla, apareció en un número de la Revista de la Academia Guatemalteca de Estudios Genealógicos, Heráldicos e Históricos. Las obras de Roberto Molina y Morales son principalmente obras biográficas y carecen complemente de citas de fuentes y tiene obvíos errores y algunos inventos sin fundamento alguno. La misma situación la encontramos en Honduras, donde Rómulo Ernesto Durón Gamero trabajó a principios del siglo pasado en biografías de personajes importantes de la historia hondureña. Los libros de Mario Felipe Martínez Castillo y Leticia de Oyuela contienen datos genealógicos, pero ellos no se ven como genealogistas, sino historiadores. La Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano ofrece algunos estudios genealógicos sobre las familias Cuadra, Chamorro, Benard, Zavala, etc. A manera de monografía, el libro de Germán Romero Vargas Las estructuras sociales de Nicaragua en el siglo XVIII todavía no ha sido superado. Costa Rica tiene dos circulos de aficionados que se ocupan de temas genealógicos. La Academia Costarricense de Ciencias Genealógicos ha editado desde 1953 41 números de su respectiva revista (más algunos números de la Colección Norberto de Castro y Tosi), mientras la Asociación de Genealogía e Historia de Costa Rica, que se fundó en 1996, trata temas genealógicos e históricos fuera de la dinastía de los conquistadores.
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